En
las elecciones generales de noviembre de 2011 el Partido Popular arrasó con el
44,62% de los votos. Dos años más tarde, según el Barómetro del CIS de enero de
2014, uno de cada cuatro votantes del PP encuestados “no recuerda” haberles
votado. Es, sin duda, un síntoma de un cambio en la tendencia electoral.
El 20 de noviembre de 2011 más de 10,8 millones de españoles
confiaron su voto al PP y le dieron una mayoría absoluta de 186 diputados
en el Congreso, 76 más que el PSOE, que consiguió 6,9 millones de votos en uno
de los peores resultados electorales de su historia con un 28,7%.
Dos meses después de
las elecciones, en enero de 2012, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicó un barómetro en el que se reflejaba la resaca de la victoria del
PP. Un 36,8% de los encuestados opinaba que el país mejoraría ese año y un
43,3% pensaba que el nuevo Gobierno de Rajoy haría las cosas mejor que el
anterior gobierno socialista. Eran muy buenos tiempos para el PP y sus votantes
miraban el futuro con confianza y estaban satisfechos por haber elegido a la
opción ganadora. El barómetro lo
reflejaba con un recuerdo de voto al PP del 39,1% entre los encuestados.
Los votantes
socialistas, en cambio, estaban desolados. El PSOE había sido desalojado de La
Moncloa en medio de un clima de rechazo social a las siglas y a su presidente,
José Luis Rodríguez Zapatero. El candidato de 2011, Alfredo Pérez Rubalcaba, arrastraba
ese rechazo como demostraba el barómetro del CIS de enero de 2012, ya que un 74%
de los encuestados mostraban ninguna o poca confianza en él. Este clima de
desolación afectaba a los votantes y se reflejaba en el barómetro del CIS en
que sólo el 23,7% de los votantes
recordaban haber elegido al PSOE, cinco puntos menos de los que realmente
lo habían hecho.
Sin embargo, dos años
después, en el barómetro del CIS de enero de 2014, se refleja una situación completamente distinta con respecto
al PP: Rajoy inspira poca o ninguna confianza al 88,1% de los encuestados y, lo
más sintomático, sólo el 31,9% recuerda
haber votado al PP en 2011. Es decir, casi uno de cada cuatro votantes del
PP se ha “olvidado” de lo que había votado en las últimas elecciones generales.
En cambio, el porcentaje del recuerdo de voto del PSOE se ha recuperado hasta
llegar al 27% y casi corresponde al porcentaje de voto real (28,7%).
La atracción del “carro
ganador”
La politóloga alemana
Elisabeth Noelle-Neumann, autora del clásico “La espiral del silencio”, observó
un fenómeno curioso: un gran número de personas –se calcula que al menos el 5% del total de los electores- prefiere
alinearse con el partido que presume que va a vencer sin ninguna otra razón que
querer pertenecer al bando ganador, lo que se denomina el “efecto del carro
ganador”. Sin embargo, y esto es lo interesante, el deseo de no ser incluido
entre los perdedores provoca que otros muchos incluso se suban a él después de
las elecciones aunque hayan apostado por los vencidos.
Elisabeth Noelle-Neumann |
Noelle-Neumann lo
explicaba así: “Si, por una parte, había
una tendencia preelectoral reconocible de algunos electores a cambiar su voto
en la dirección del ganador previsto, también había, por otra parte, una
tendencia postelectoral a que más gente afirmase haber votado por el partido
vencedor de lo que indicaran los votos recibidos por éste. Esto podría
interpretarse, igual que el “efecto del carro ganador”, como un esfuerzo para estar con los ganadores,
en esta ocasión “olvidando” selectivamente haber votado por otro partido”.
Es el caso de los
votantes del PSOE que en enero de 2012 habían “olvidado” su voto de tan sólo
dos meses antes. Sin embargo, lo curioso es que este mismo fenómeno está
ocurriendo dos años después pero entre los votantes del PP.
La evolución del “olvido”
del voto al PP
La
evolución del “olvido” del voto al PP es paralela al deterioro de su imagen y
el aumento de su rechazo social.
Los distintos barómetros del CIS así lo atestiguan: si en enero de 2012
recordaban haber votado al PP el 39,1%, en julio de 2012 era el 34%; en octubre
de 2012 el 30,8%; en enero de 2013 el 33,8%; en junio de 2013 30,2%; en octubre
de 2013 el 29,3; y en enero de 2014 el 31,9%. Una evolución en forma de zigzag
que cada vez se va alejando más del resultado real del 44,6% de noviembre de
2011.
En
cambio, en el resto de partidos el recuerdo de voto se ha mantenido estable o
se ha recuperado. En
todo caso, siempre se mantiene cerca de los valores reales de las elecciones de
2011. Por ejemplo, si en enero de 2012 un número importante de votantes del
PSOE renegaron públicamente de su decisión, el recuerdo rápidamente se recuperó
en el siguiente barómetro de julio de 2012 con un 27%; en octubre de 2012 con
un 29,8% (un punto más que el porcentaje real de votos); en enero de 2013 con
un 27,7%; en junio de 2013 con una ligera caída hasta el 24,7%; en octubre de
2013 de nuevo con un 27,7%; y en enero de 2014 otra vez con un 27%, un número
muy próximo al resultado real de 2011 (28,7%).
Evolución del recuerdo del voto. Elaboración propia. |
Los
votantes de Izquierda Unida y de UPyD son fieles en el sentido de que no
reniegan y dicen públicamente que han confiado en ellos, ya que el porcentaje de recuerdo de
voto de ambos coincide básicamente con los resultados reales (IU 6,92%, y UPyD
4,69%). Sin embargo, y a pesar de los repetidos mensajes en los medios de
comunicación sobre el supuesto “fin del bipartidismo” y del auge de estos
partidos entre la opinión pública, no suman “recuerdos” de más de personas que
pretenden subirse al carro ganador a posteriori, como sugería Noelle-Neumann.
De hecho, UPyD, registra una caída
importante en el último barómetro de enero de 2014 con respecto a recuerdos
de voto anteriores: si en 2012 y 2013 la media del recuerdo era en torno del 4%
(en octubre de 2013 del 4,9%), en enero de 2014 sólo era del 3,2%, un punto y
medio menos que el resultado electoral del 2011.
Es decir, en el
barómetro el CIS de enero de 2014 y tras
dos años de Gobierno del Partido Popular, casi uno de cada cuatro de sus
votantes de 2011 se ha “olvidado” que les votó, mientras que los votantes del
resto de los partidos de ámbito nacional sí recuerdan su voto. Se trata,
sin duda, de un síntoma de que se está produciendo un cambio importante en la
tendencia electoral que, de seguir así, podría poner fin a la hegemonía
política del PP.
La “espiral del silencio”
empieza a afectar al PP
La causa de este olvido
es un reflejo de que a la mayoría de las personas no les gusta mostrarse
públicamente en el bando perdedor. Noelle-Neumann explicaba que “a diferencia de la elite, la mayor parte de
la gente no espera obtener un cargo o poder con la victoria. Se trata de algo
más modesto: el deseo de evitar el
aislamiento”.
En su teoría de “La
espiral del silencio”, la politóloga alemana explicó,
a grandes rasgos, que el ser humano siente miedo a verse socialmente aislado y
por ello busca adaptarse a la opinión pública imperante en ese momento
acercándose y apoyando la opinión que considera más fuerte. Eso da fuerza a los
seguidores de esa corriente, que animados por ese apoyo creciente, no dudan en
exteriorizar su opción dándole aún más publicidad y sensación de fuerza, lo que
a su vez atrae a más personas. Por el otro lado, los seguidores de la corriente identificada como menos fuerte
tratan de huir del aislamiento ocultando su preferencia, que va perdiendo
así presencia social y se refuerza el rechazo.
En
resumen: “el miedo al
aislamiento es la fuerza que pone en marcha la espiral del silencio”, según Noelle-Neumann.
Aplicado al PP, el
hecho de que vaya perdiendo apoyos a marchas forzadas en su intención de voto desde
su espectacular victoria electoral en 2011, alimenta la percepción social de
que es una opción en caída libre. Esta percepción, a su vez, aleja a cada vez
más personas y, por lo tanto, alimenta la caída apoyos en las encuestas y en la
calle. Es decir, el PP ha entrado en una
espiral en la que el rechazo genera rechazo, lo que provoca una percepción
muy negativa sobre sus posibilidades de éxito en el futuro.
Y las percepciones son
vitales para el éxito político. Como explica Luis Arroyo, autor de
“El poder político en escena”: “La sensación de victoria posible es un
requerimiento mínimo, un precio de entrada, para ganar unas elecciones, de
manera que si no existiera efecto real neto de bandwagon (subirse al carro del
ganador sin más consideraciones), la generación de un estado de opinión en el
que un partido político es percibido como el dominante y ganador se convierte
en la obsesión de los líderes”.
En el caso del PP, cada día que pasa se aleja de esa
percepción de partido dominante y, por
lo tanto, pierde opciones para ganar las siguientes elecciones.
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