Hoy se cumplen seis
meses de Mariano Rajoy al frente del Gobierno de España, seis meses muy
intensos y llenos de decisiones polémicas marcadas por la crisis y que en las
últimas semanas han desembocado en la intervención financiera europea en España.
¿Hay rescate o no? ¿Y si es así por cuanto y para qué? Estas son las preguntas
que el Gobierno no ha respondido o lo ha hecho de manera confusa e incompleta.
Y es que si algo ha caracterizado a estos primeros meses del Gobierno del PP ha
sido su intento de alejar la imagen de Rajoy de la crisis para no desgastarla.
Por el momento están consiguiendo todo lo contrario.
El pasado 20 de
noviembre el PP arrasó en España. Nunca un partido político consiguió tantos
votos y tantos escaños en el parlamento como en esas elecciones generales. El
Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero estaba absolutamente
desgastado por la crisis y eso afectó evidentemente a la marca PSOE y a su
candidato Alfredo Pérez Rubalcaba. Fue una campaña extraña, en la que todo el
mundo conocía el resultado. Sin embargo, el PP jugó la baza de la confianza
frente al fracaso de gestión socialista. En concreto, Rajoy se presentó como el
candidato del empleo, cuestión que declaró como prioridad absoluta. Y arrasó.
Este fue precisamente
el primer frente polémico de su gestión. La reforma laboral, retrasada
conscientemente por el Gobierno todo lo posible para poder ser aprobada después
de las elecciones andaluzas y asturianas, resultó ser un instrumento para el
despido fácil que solamente satisfizo a los empresarios más neoliberales,
mientras dejaba desprotegidos a los trabajadores. La consecuencia: más desempleo y una huelga general.
Políticamente resultó
un fallo estratégico importante para el PP, ya que la Unión Europea presionó a
Rajoy para aprobar la reforma cuanto antes, lo que obligó al Ejecutivo a
hacerlo antes de la cita electoral en Andalucía y Asturias. Consecuencia: dos
elecciones que parecían ganadas por el PP se le escaparon literalmente de las manos.
Primer balance: Cuatro
meses después de llegar a la Moncloa Rajoy ya llevaba una huelga general y dos
elecciones regionales perdidas a pesar de un PSOE hundido en las encuestas.
Pero quedaba lo peor.
El rescate que no es un
rescate
Una vez que se había
calmado (temporalmente) la tormenta en torno a Grecia y se había confirmado el
cambio de rumbo en Francia con la elección de Hollande, los focos de la crisis
se centraron en España. La causa era el gran agujero de las cajas de ahorro
visualizado en el escándalo de Bankia.
El día después de que
el BCE se reuniera en Barcelona dimitió el presidente de Bankia, Rodrigo Rato,
y se destapó un enorme agujero en la entidad causado por la devaluación del
ladrillo y millares de hipotecas impagadas y pisos y locales vacíos en manos de
la entidad sin poder ser vendidos. Había explotado la burbuja en el lugar más
peligroso. Aunque era algo que se sabía que iba a suceder, aparentemente nadie
tomó ningún tipo de medida. Incluso Rajoy negó públicamente que fuera a producirse un rescate de la banca. Ahora se trata de contabilizar ese agujero, no sólo
en Bankia, sino en el resto de cajas y bancos.
La falta de información
fue la respuesta del Gobierno, que consecuentemente veía como subía la prima de
riesgo a cotas históricas (100 puntos por encima del verano desastroso de 2011
en el que Zapatero se vio obligado a adelantar las elecciones).
Finalmente el Eurogrupo
reaccionó y aceptó poner 100.000 millones de euros a disposición de España.
Pero necesitaba saber cuánto necesitaba realmente el sector financiero español
para no desplomarse (y con ello hacer desaparecer el dinero de los ahorradores,
es decir, de todos nosotros), una información que no se ha hecho pública hasta
hoy, casi dos semanas después: 62.000 millones de euros.
Mientras tanto, Mariano
Rajoy primero desapareció y delegó en Luis de Guindos la explicación del
Gobierno. Al día siguiente compareció ante los periodistas, pero para negar que
España estaba siendo rescatada, que Europa le había presionado para aceptar el
dinero, y que los 100.000 millones fueran a computar como deuda pública. Su
mensaje fue básicamente que esta inyección de dinero era una muy buena noticia
y que prácticamente venía del cielo gracias a sus esfuerzos. El rey escenificó
este mensaje con un sonoro “enhorabuena” a Rajoy y de Guindos en una recepción
en Zarzuela.
Mientras Rajoy afirmaba
todo eso en rueda de prensa, los medios de comunicación europeos –en concreto
de aquellos países que van a poner los 100.000 millones- desmentían al
presidente del Gobierno: Europa impuso las condiciones y el dinero será
garantizado por el Estado español, es decir, se sumará a la deuda pública. Parece
que Rajoy trataba de engañar a los españoles con la esperanza de que no leerían
la prensa extranjera. No fue así, pero Rajoy fue al fútbol a ver empatar a la
selección española contra Italia en Polonia.
Seis meses después el
balance de Rajoy es el siguiente: una huelga general por la reforma laboral,
aumento del desempleo, la pérdida de las elecciones en Asturias y Andalucía, la
explosión de la burbuja inmobiliaria en el sistema financiero y el rescate de
España por Europa a cambio de unas condiciones que aún se desconocen y de
endeudar a los españoles por 100.000 millones de euros más. Todo esto sin
contar los recortes a las políticas sociales llevadas a cabo por los gobiernos
regionales pero alentadas y dirigidas por la Moncloa.
Han sido seis meses muy
intensos. Es cierto que en el primer año del mandato de un Gobierno no está
obligado a celebrar un Debate sobre el Estado de la Nación, pero han ocurrido
muchas cosas en ese tiempo, más que en una legislatura en condiciones normales.
Mariano Rajoy, por
supuesto, ha elegido no celebrar ese debate.
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