lunes, 11 de junio de 2012

NORTE Y SUR, EUROPA DIVIDIDA

La crisis ha dividido Europa. Si siempre han existido diferencias entre países ricos y pobres, esta división ahora supone para sus ciudadanos la diferencia entre una existencia desahogada y relativamente segura por un lado y la incertidumbre y el miedo por el futuro por el otro. Estos sentimientos están claramente definidos en el mapa y nítidamente separados por las fronteras que Europa, se supone, había desmantelado.


Existe un centro-norte europeo económicamente próspero y por tanto políticamente poderoso capitaneado por Alemania, y un cinturón de países del sur, mediterráneos y católicos (excepto Grecia) que están siendo arrollados por la crisis. España está en este último grupo y ya ha perdido el último y ficticio resquicio de soberanía y orgullo nacional al admitir la necesidad de un rescate de su economía, aunque Rajoy se empeñe en no llamarlo así y en tratar de no admitir la realidad.


El presidente español sabe que reconocer el rescate de la economía española supondría un duro golpe a su gestión política y a su continuidad en La Moncloa. Por lo tanto los 100.000 millones de euros concedidos por el Eurogrupo no irán directamente al Estado español sino que llegarán por un desvío: los bancos y cajas, que a cambio tendrán que conceder créditos.


Rajoy y el Gobierno usan este argumento para negar que Europa haya rescatado a la administración española y, por tanto, que su Gobierno necesite ayuda. Según este relato -en el que insistió Rajoy en su comparecencia ante los periodistas- los malos gestores habrían sido los bancos y las cajas (que no dejan de ser bancos públicos) y deberán ser ellos los que acarreen con el rescate y con sus consecuencias, y no el Estado y mucho menos los ciudadanos.


Sin embargo, los medios de comunicación europeos, en concreto los de aquellos países de los que provendrán los 100.000 millones de euros, sobre todo Alemania, no cuentan lo mismo. El semanario alemán Der Spiegel explicó en su edición digital que ha sido Europa la que ha impuesto el rescate a España –Rajoy por su parte afirmó que nadie le había presionado- y que serán España y los españoles los que se responsabilicen de la devolución de este dineral, y no los bancos ni las cajas como ha dicho Rajoy.


100.000 millones ¿para qué a cambio de qué?

Los españoles no saben si ese dinero servirá para recuperar su economía y, sobre todo, ignoran la hipoteca que tendrán que pagar por este préstamo. Por otro lado, los contribuyentes de los países prósperos no saben para qué exactamente se usará el  dinero de sus impuestos y, sobre todo, si tendrá efecto alguno.    


Según una encuesta publicada por el diario alemán Bild am Sonntag, un 66% de los encuestados se muestra contrario a que su dinero sea utilizado para capitalizar los bancos españoles. Por otro lado, según una encuesta de Metroscopia publicada por el Diario El País, un 74% de los encuestados considera que la actuación de Alemania en la crisis es negativa. Dos puntos de vista procedentes de ambos lados de la crisis.   

Estas encuestas reflejan perfectamente el principal problema que se está creando con esta crisis: la desconfianza y animadversión entre los propios ciudadanos europeos, al margen ya de sus élites políticas.


El ciudadano alemán medio se siente estafado. Ha gastado mucho dinero. Después de haber sufrido una serie de reformas muy duras hace una década que recortaron su confortable estado del bienestar, después de haber pagado millones cada año para reflotar la mitad oriental del país tras la caída del muro y después de ser desde siempre el país que aporta dinero a Europa sin recibir ni un céntimo, su paciencia está a punto de acabarse.


El ciudadano español también se siente estafado. Por la clase política y los bancos, los que hace unos años le dijeron que podía endeudarse sin problemas, que podía comprarse un piso carísimo por la especulación –y no por ello de buena calidad-, un coche nuevo e irse de vacaciones a lugares cada vez más lejanos y exóticos a pesar de tener uno de los sueldos más bajos de Europa. Fueron estos políticos y empresarios los mismos que decían que España era el milagro económico de Europa y un modelo a seguir, hasta que la burbuja estalló y la gente no podía seguir pagando su nivel de vida.


Los alemanes no entienden que tengan que pagar de su bolsillo las deudas españolas, y los españoles no entienden que los alemanes les quieran poner condiciones para sacarles de un fuego del que no se sienten responsables. Son las dos caras de la misma crisis, pero también son dos voces de un mismo proyecto político ahora gravemente dañado: Europa.


El contribuyente alemán tiene que aprender que sus fronteras no acaban en el Rin o el Oder, sino en Tarifa y los Cárpatos, y el español –en concreto su clase política y empresarial- tienen que aprender que Europa no es la ‘vaca lechera’ que se puede ordeñar sin límite para financiar cualquier gasto. Europa es algo más, pero para que así sea sus ciudadanos tienen que madurarlo y dar el siguiente paso.

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