lunes, 2 de septiembre de 2013

¿ESTÁ TODO DECIDIDO EN ALEMANIA?

En menos de tres semanas se celebrarán elecciones federales en Alemania. Las encuestas dan una victoria segura a la canciller Angela Merkel y a su partido, el conservador CDU, que repetiría coalición de gobierno con los liberales del FDP. Sin embargo, esta “certeza” se basa en una serie de variables que no están del todo claras. ¿Se producirá una unidad de toda la izquierda que podría poner en peligro la hegemonía de la derecha? ¿Conseguirán los socios liberales de Merkel entrar en el parlamento? ¿Han decidido ya los ciudadanos su voto?

Hace un par de semanas, cuando sólo quedaban cinco para la fecha de las elecciones el próximo 22 de septiembre, una encuesta publicada por el canal de televisión público alemán ZDF, y cuyas conclusiones fueron analizadas por el diario Süddeutsche Zeitung, revelaba que a pesar de los presagios y anuncios de la inevitable victoria de Merkel, un 72% de los encuestados se declaraba perfectamente capaz de votar en el último momento a un partido diferente al que había indicado al encuestador. Para añadir mayor incertidumbre, un 63% declaraba no haber decidido aún a quién iba a votar. En una campaña electoral que todos coinciden en señalar como aburrida, temerosa y plana, ¿queda margen para la sorpresa?

Carteles electorales
Todo el mundo cuenta con que va a ganar Angela Merkel. Un 64% de los encuestados arriba mencionados piensan que será así. Los sondeos son tozudos: desde hace meses la intención de voto a la CDU no deja de oscilar entre el 39% y el 42%. Estos resultados convierten a los cristianodemócratas en el partido mejor situado. También Merkel cuenta con la mayor popularidad directa entre los votantes, con un 60% frente a su rival directo, el socialdemócrata Peer Steinbrück, al que solamente prefieren un 31%. El pasado 1 de septiembre se celebró un debate televisado –el único que habrá- entre Merkel y Steinbrück. Según la sentencia de los medios de comunicación alemanes acabó en empate, lo que conviene a Merkel y podría considerarse como una oportunidad perdida para Steinbrück para tratar de remontar su imagen y unos datos bastante malos para alcanzar la cancillería.

El SPD ¿tira la toalla?
La propia dirección socialdemócrata parece que ha tirado la toalla. Aunque la designación de Steinbrück como candidato hace un año sorprendió por la falta de oposición y rivalidades (públicas) en el seno del SPD, hace meses que se ventilan las desavenencias entre el candidato y el secretario general, Sigmar Gabriel. Ambos no se ponen de acuerdo en cuestiones clave y además no dejan de señalizar en público sus diferencias –lo que incluso llevó a la mujer de Steinbrück a quejarse en plena campaña sobre la falta de lealtad de muchos de los compañeros de su marido. La causa es que muchos en el SPD creen que han perdido las elecciones y parece que preparan el camino para el ‘día después’ de las elecciones, sobre todo Gabriel, que no dudará en cubrirse las espaldas del fracaso electoral culpando en solitario a Steinbrück.

Peer Steinbrück.
Las cifras de las encuestas a priori dan combustible a esta actitud, ya que los socialdemócratas también se encuentran encallados desde hace meses en las mismas cifras de intención de voto, que oscilan entre el 21% y el 26%. Son datos muy malos para las aspiraciones del SPD de arrebatarle el gobierno a la derecha y no se alejan demasiado del 23% conseguido en 2009, lo que fue hasta ese momento el peor resultado electoral de la historia de la socialdemocracia alemana desde la Segunda Guerra Mundial.

Pero en un país cuya representación parlamentaria se divide entre cinco partidos, y en el que es imposible que uno de ellos consiga en solitario la mayoría absoluta, no es matemáticamente necesario arrollar en las urnas para gobernar. Alemania se ha caracterizado desde los años 60 del S.XX en que sus gobiernos siempre han sido de coalición. Por eso las cuentas electorales se hacen sumando los resultados de los diferentes socios y haciendo cábalas sobre posibles alianzas. En el caso de la izquierda, la alianza entre el SPD y los Grüne (verdes) es sólida y ya hizo posible entre 1998 y 2005 un gobierno de izquierdas. Esta alianza sigue viva en 2013 hasta el punto de que el votante sabe que si elije a los Grüne también está votando al SPD, de la misma manera que sabe que si vota al FDP está votando a Merkel y a su CDU, porque los cristianodemócratas y los liberales han creado una alianza que se ha mantenido fiel desde los años 80.

Angela Merkel.
Sin embargo, en el bando de la izquierda los resultados de los Grüne no son suficientes para un cambio de gobierno. Las encuestas les dan una intención de voto que oscila entre el 11% y el 15%. Son unos resultados excelentes comparados con los de las elecciones de 2009, en las que consiguieron el 10,7%. Sin embargo, este partido se ha ido desgastando en los últimos meses. Hace dos años podía contar con un porcentaje de intención de voto del 20%, y llegó incluso a la presidencia del Land de Baden Württemberg, un hito en la historia de este partido que comenzó en los años 80 como una organización heterogénea de movimientos sociales en la que se encontraban los ecologistas, activistas antinucleares y militantes de extrema izquierda. Hoy a los Grüne les votan, sobre todo, profesionales de clase media y funcionarios. Pero no son suficientes para desalojar a Merkel del poder, ya que con el SPD, y en el mejor de los sondeos (de la Forschungsgruppe Wahlen), sólo sumarían el 38% de los votos.

La CDU tendría el 41% de la intención de voto en ese mismo sondeo, y podría redondear el éxito con el 6% de los votos que le corresponderían al FDP. Este resultado de los liberales podría parecer un fracaso si se compara con el 14,6% cosechado en las elecciones de 2009, pero a día de hoy sería todo un éxito. La ley electoral alemana no concede representación parlamentaria a los partidos que no superen el 5% de los votos, y el FDP se ha pasado la gran mayoría de la actual legislatura con una intención de voto de entre el 3,5% y el 5% por una mezcla de desconfianza y sentimiento de traición de sus principales promesas electorales, sobre todo de carácter fiscal. Aún hay algunas encuestas dan a los liberales una intención de voto del 5%, un resultado raspado que no garantiza hoy por hoy su entrada segura en el Bundestag, y esto acercaría a la CDU peligrosamente a la suma de SPD y Grüne (41% frente a 38%).    

Die Linke, la variable impredecible
Hay una variable que, en caso de ausencia del FDP, haría imposible un gobierno en solitario de Merkel: el resultado de Die Linke (La Izquierda). Este partido formado por ex comunistas de la antigua RDA y sindicalistas y ex miembros desencantados del SPD, tiene una intención de voto que oscila entre el 7% y el 10%, según se consulte a una u otra encuesta. En todo caso ese porcentaje sería suficiente para impedir un gobierno en solitario de la CDU y acercaría bastante a SPD y Grüne al poder: con Die Linke, la coalición rojiverde conseguiría hasta un 48% de los votos. Sin embargo, la pregunta sería: ¿es posible una alianza entre Die Linke y los socialdemócratas y los ecologistas?

Tanto SPD como Linke abjuran oficialmente el uno del otro. El SPD ve en este partido su principal competidor por la izquierda y su estrategia a nivel nacional siempre ha sido la de restarle legitimidad y negarle capacidad de gestión. El discurso del SPD es que es “regierungsunfähig”, es decir, “incapaz de gobernar”. Le achacan inmadurez y radicalismo, y siempre miran al pasado para recordar la participación de muchos de los militantes de Die Linke en la antigua RDA, restándole así legitimidad democrática.

Die Linke, por su parte, acusa al SPD de traicionar los valores de la izquierda, y, al igual que hace Izquierda Unida en España, le niega a los socialdemócratas la etiqueta de partido de izquierdas, manteniendo vivo el discurso de los partidos comunistas desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, curiosamente la mayor animadversión surge no de los antiguos cuadros comunistas del este de Alemania, sino de los nuevos militantes de Die Linke del oeste del país. Hace una década este partido se llamaba PDS (Partido del Socialismo Democrático) y su implantación se restringía sólo a los territorios de la antigua RDA. A partir de las elecciones federales de 2005, sin embargo, encontraron en el oeste una fuente importante de aliados entre los sindicalistas y militantes del SPD desencantados con las reformas sociales del entonces canciller socialdemócrata Gerhard Schröder. Miles de militantes del SPD, encabezados por el histórico dirigente socialdemócrata Oskar Lafontaine, se dieron de baja y apoyaron al nuevo partido de Die Linke que se fundó oficialmente en junio de 2007.

Gregor Gysi.
Desde entonces los ex miembros del SPD han sido muy beligerantes con sus ex compañeros, una actitud que contrasta con la de Die Linke en el este de Alemania, donde desde hace años ha mantenido una relación cordial con el SPD con el que han mantenido y mantiene coaliciones de gobierno a nivel local y de los Länder (por ejemplo en Brandenburgo, o en su día en Berlín). El histórico líder del PDS y ahora de Die Linke, Gregor Gysi, llegó a ser consejero del gobierno de Berlín. Gysi es partidario de limar asperezas con los socialdemócratas a nivel federal y comenzar a abrir líneas de contacto para una posible colaboración (o incluso coalición) en el Bundestag. Voces del SPD también apoyan esta medida, pero aún hay muchos en ambas organizaciones que recelan de este proyecto de alianza que podría llevar a los partidos de izquierda al poder.

Angela Merkel está tranquila, a priori. Sabe que es muy difícil que Die Linke, por un lado, y SPD y Grüne por otro, se pongan de acuerdo para formar un gobierno. Aún es pronto para que esa colaboración fructifique. Sin embargo, si se da la carambola y finalmente el FDP no supera el 5% de los votos, sí que la izquierda podría sumar suficientes votos negativos a su investidura como para poder evitarla. Es decir, si los liberales no entran, la CDU sacaría en torno al 40% de los votos frente a un 44% - 48% de la suma de Die Linke, Grüne y SPD. Merkel no podría gobernar, pero la izquierda tampoco está en condiciones, hoy por hoy, de proponer un proyecto de gobierno rojo-rojo-verde. ¿Se tendrían que repetir las elecciones?    

La CDU y Merkel han reaccionado y su estrategia es pedir encubiertamente el voto por el FDP. El sistema electoral alemán da dos votos a cada ciudadano: uno por cada lista cerrada que se presenta al Bundestag, y otro para los candidatos directos de cada circunscripción electoral. El plan del CDU es que sus militantes dividan su voto y permitan así a su socio de coalición seguir en el parlamento y mantener la actual coalición de gobierno.

Sin embargo, como ya se expuso anteriormente, más del 60% de los electores aún no han decidido a quién van a votar, lo que hace que las elecciones sean más impredecibles de lo que a más de uno le gustaría reconocer. Por ello, en caso de que aún con la entrada de los liberales la suma para gobernar no sea suficiente, Merkel ya tiene previsto un nuevo plan para evitar la repetición de las elecciones: el retorno a la gran coalición con el SPD, que ya gobernó Alemania entre 2005 y 2009.      



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