En
menos de tres semanas se celebrarán elecciones federales en Alemania. Las
encuestas dan una victoria segura a la canciller Angela Merkel y a su partido,
el conservador CDU, que repetiría coalición de gobierno con los liberales del
FDP. Sin embargo, esta “certeza” se basa en una serie de variables que no están
del todo claras. ¿Se producirá una unidad de toda la izquierda que podría poner
en peligro la hegemonía de la derecha? ¿Conseguirán los socios liberales de
Merkel entrar en el parlamento? ¿Han decidido ya los ciudadanos su voto?
Hace un par de semanas,
cuando sólo quedaban cinco para la fecha de las elecciones el próximo 22 de
septiembre, una encuesta publicada por el canal de televisión público alemán
ZDF, y cuyas conclusiones fueron analizadas por el diario Süddeutsche Zeitung,
revelaba que a pesar de los presagios y anuncios de la inevitable victoria de
Merkel, un 72% de los encuestados se declaraba perfectamente capaz de votar en
el último momento a un partido diferente al que había indicado al encuestador.
Para añadir mayor incertidumbre, un 63% declaraba no haber decidido aún a quién
iba a votar. En una campaña electoral que todos coinciden en señalar como
aburrida, temerosa y plana, ¿queda margen para la sorpresa?
Carteles electorales |
Todo el mundo cuenta
con que va a ganar Angela Merkel. Un 64% de los encuestados arriba mencionados
piensan que será así. Los sondeos son tozudos: desde hace meses la intención de
voto a la CDU no deja de oscilar entre el 39% y el 42%. Estos resultados
convierten a los cristianodemócratas en el partido mejor situado. También
Merkel cuenta con la mayor popularidad directa entre los votantes, con un 60%
frente a su rival directo, el socialdemócrata Peer Steinbrück, al que solamente
prefieren un 31%. El pasado 1 de septiembre se celebró un debate televisado –el
único que habrá- entre Merkel y Steinbrück. Según la sentencia de los medios de
comunicación alemanes acabó en empate, lo que conviene a Merkel y podría considerarse
como una oportunidad perdida para Steinbrück para tratar de remontar su imagen
y unos datos bastante malos para alcanzar la cancillería.
El SPD ¿tira la toalla?
La propia dirección
socialdemócrata parece que ha tirado la toalla. Aunque la designación de Steinbrück como candidato hace un año sorprendió por la falta de oposición y
rivalidades (públicas) en el seno del SPD, hace meses que se ventilan las
desavenencias entre el candidato y el secretario general, Sigmar Gabriel. Ambos
no se ponen de acuerdo en cuestiones clave y además no dejan de señalizar en
público sus diferencias –lo que incluso llevó a la mujer de Steinbrück a
quejarse en plena campaña sobre la falta de lealtad de muchos de los compañeros
de su marido. La causa es que muchos en el SPD creen que han perdido las
elecciones y parece que preparan el camino para el ‘día después’ de las
elecciones, sobre todo Gabriel, que no dudará en cubrirse las espaldas del
fracaso electoral culpando en solitario a Steinbrück.
Peer Steinbrück. |
Las cifras de las
encuestas a priori dan combustible a esta actitud, ya que los socialdemócratas
también se encuentran encallados desde hace meses en las mismas cifras de
intención de voto, que oscilan entre el 21% y el 26%. Son datos muy malos para
las aspiraciones del SPD de arrebatarle el gobierno a la derecha y no se alejan
demasiado del 23% conseguido en 2009, lo que fue hasta ese momento el peor
resultado electoral de la historia de la socialdemocracia alemana desde la
Segunda Guerra Mundial.
Pero en un país cuya
representación parlamentaria se divide entre cinco partidos, y en el que es
imposible que uno de ellos consiga en solitario la mayoría absoluta, no es
matemáticamente necesario arrollar en las urnas para gobernar. Alemania se ha
caracterizado desde los años 60 del S.XX en que sus gobiernos siempre han sido
de coalición. Por eso las cuentas electorales se hacen sumando los resultados
de los diferentes socios y haciendo cábalas sobre posibles alianzas. En el caso
de la izquierda, la alianza entre el SPD y los Grüne (verdes) es sólida y ya
hizo posible entre 1998 y 2005 un gobierno de izquierdas. Esta alianza sigue
viva en 2013 hasta el punto de que el votante sabe que si elije a los Grüne
también está votando al SPD, de la misma manera que sabe que si vota al FDP
está votando a Merkel y a su CDU, porque los cristianodemócratas y los
liberales han creado una alianza que se ha mantenido fiel desde los años 80.
Angela Merkel. |
Sin embargo, en el
bando de la izquierda los resultados de los Grüne no son suficientes para un
cambio de gobierno. Las encuestas les dan una intención de voto que oscila
entre el 11% y el 15%. Son unos resultados excelentes comparados con los de las
elecciones de 2009, en las que consiguieron el 10,7%. Sin embargo, este partido
se ha ido desgastando en los últimos meses. Hace dos años podía contar con un
porcentaje de intención de voto del 20%, y llegó incluso a la presidencia del
Land de Baden Württemberg, un hito en la historia de este partido que comenzó
en los años 80 como una organización heterogénea de movimientos sociales en la
que se encontraban los ecologistas, activistas antinucleares y militantes de
extrema izquierda. Hoy a los Grüne les votan, sobre todo, profesionales de
clase media y funcionarios. Pero no son suficientes para desalojar a Merkel del
poder, ya que con el SPD, y en el mejor de los sondeos (de la Forschungsgruppe Wahlen), sólo sumarían el 38% de los votos.
La CDU tendría el 41%
de la intención de voto en ese mismo sondeo, y podría redondear el éxito con el
6% de los votos que le corresponderían al FDP. Este resultado de los liberales
podría parecer un fracaso si se compara con el 14,6% cosechado en las
elecciones de 2009, pero a día de hoy sería todo un éxito. La ley electoral
alemana no concede representación parlamentaria a los partidos que no superen
el 5% de los votos, y el FDP se ha pasado la gran mayoría de la actual
legislatura con una intención de voto de entre el 3,5% y el 5% por una mezcla
de desconfianza y sentimiento de traición de sus principales promesas
electorales, sobre todo de carácter fiscal. Aún hay algunas encuestas dan a los
liberales una intención de voto del 5%, un resultado raspado que no garantiza
hoy por hoy su entrada segura en el Bundestag, y esto acercaría a la CDU
peligrosamente a la suma de SPD y Grüne (41% frente a 38%).
Die Linke, la variable
impredecible
Hay una variable que,
en caso de ausencia del FDP, haría imposible un gobierno en solitario de
Merkel: el resultado de Die Linke (La Izquierda). Este partido formado por ex
comunistas de la antigua RDA y sindicalistas y ex miembros desencantados del
SPD, tiene una intención de voto que oscila entre el 7% y el 10%, según se
consulte a una u otra encuesta. En todo caso ese porcentaje sería suficiente
para impedir un gobierno en solitario de la CDU y acercaría bastante a SPD y
Grüne al poder: con Die Linke, la coalición rojiverde conseguiría hasta un 48%
de los votos. Sin embargo, la pregunta sería: ¿es posible una alianza entre Die
Linke y los socialdemócratas y los ecologistas?
Tanto SPD como Linke
abjuran oficialmente el uno del otro. El SPD ve en este partido su principal
competidor por la izquierda y su estrategia a nivel nacional siempre ha sido la
de restarle legitimidad y negarle capacidad de gestión. El discurso del SPD es
que es “regierungsunfähig”, es decir, “incapaz de gobernar”. Le achacan inmadurez
y radicalismo, y siempre miran al pasado para recordar la participación de
muchos de los militantes de Die Linke en la antigua RDA, restándole así
legitimidad democrática.
Die Linke, por su
parte, acusa al SPD de traicionar los valores de la izquierda, y, al igual que
hace Izquierda Unida en España, le niega a los socialdemócratas la etiqueta de
partido de izquierdas, manteniendo vivo el discurso de los partidos comunistas
desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, curiosamente la mayor animadversión
surge no de los antiguos cuadros comunistas del este de Alemania, sino de los
nuevos militantes de Die Linke del oeste del país. Hace una década este partido
se llamaba PDS (Partido del Socialismo Democrático) y su implantación se
restringía sólo a los territorios de la antigua RDA. A partir de las elecciones
federales de 2005, sin embargo, encontraron en el oeste una fuente importante
de aliados entre los sindicalistas y militantes del SPD desencantados con las
reformas sociales del entonces canciller socialdemócrata Gerhard Schröder.
Miles de militantes del SPD, encabezados por el histórico dirigente
socialdemócrata Oskar Lafontaine, se dieron de baja y apoyaron al nuevo partido
de Die Linke que se fundó oficialmente en junio de 2007.
Gregor Gysi. |
Desde entonces los ex
miembros del SPD han sido muy beligerantes con sus ex compañeros, una actitud
que contrasta con la de Die Linke en el este de Alemania, donde desde hace años
ha mantenido una relación cordial con el SPD con el que han mantenido y
mantiene coaliciones de gobierno a nivel local y de los Länder (por ejemplo en
Brandenburgo, o en su día en Berlín). El histórico líder del PDS y ahora de Die
Linke, Gregor Gysi, llegó a ser consejero del gobierno de Berlín. Gysi es
partidario de limar asperezas con los socialdemócratas a nivel federal y
comenzar a abrir líneas de contacto para una posible colaboración (o incluso
coalición) en el Bundestag. Voces del SPD también apoyan esta medida, pero aún
hay muchos en ambas organizaciones que recelan de este proyecto de alianza que
podría llevar a los partidos de izquierda al poder.
Angela Merkel está
tranquila, a priori. Sabe que es muy difícil que Die Linke, por un lado, y SPD
y Grüne por otro, se pongan de acuerdo para formar un gobierno. Aún es pronto
para que esa colaboración fructifique. Sin embargo, si se da la carambola y
finalmente el FDP no supera el 5% de los votos, sí que la izquierda podría
sumar suficientes votos negativos a su investidura como para poder evitarla. Es
decir, si los liberales no entran, la CDU sacaría en torno al 40% de los votos
frente a un 44% - 48% de la suma de Die Linke, Grüne y SPD. Merkel no podría
gobernar, pero la izquierda tampoco está en condiciones, hoy por hoy, de
proponer un proyecto de gobierno rojo-rojo-verde. ¿Se tendrían que repetir las
elecciones?
La CDU y Merkel han
reaccionado y su estrategia es pedir encubiertamente el voto por el FDP. El
sistema electoral alemán da dos votos a cada ciudadano: uno por cada lista
cerrada que se presenta al Bundestag, y otro para los candidatos directos de
cada circunscripción electoral. El plan del CDU es que sus militantes dividan
su voto y permitan así a su socio de coalición seguir en el parlamento y
mantener la actual coalición de gobierno.
Sin embargo, como ya se
expuso anteriormente, más del 60% de los electores aún no han decidido a quién
van a votar, lo que hace que las elecciones sean más impredecibles de lo que a
más de uno le gustaría reconocer. Por ello, en caso de que aún con la entrada
de los liberales la suma para gobernar no sea suficiente, Merkel ya tiene previsto
un nuevo plan para evitar la repetición de las elecciones: el retorno a la gran
coalición con el SPD, que ya gobernó Alemania entre 2005 y 2009.
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