Los
partidos políticos gastan mucho dinero. Se han convertido en enormes
maquinarias con infinidad de gastos por lo que necesitan ingresar ingentes
cantidades para poder sufragarlos. ¿De dónde viene ese dinero? ¿Para qué lo
necesitan? ¿Qué es legal e ilegal en la financiación y por qué? Y, sobre todo,
¿es necesario?
El pasado 27 de junio
el ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, ingresó en prisión después de que el juez
detectara riesgo de fuga al descubrirse que contaba con una fortuna de casi 50
millones de euros en Suiza. A Bárcenas se le imputan una serie de delitos que
tienen un denominador común: la financiación de su partido. Por un lado, se le
considera responsable del destino de las donaciones millonarias de varios
empresarios españoles al PP que superaban el límite establecido por la ley. Por
el otro lado, se le relaciona con la trama “Gürtel”, una red que presuntamente
habría financiado al mismo PP a cambio de suculentos contratos públicos. En
ambos casos se trataría presuntamente de dinero destinado a surtir las arcas
del partido en el Gobierno.
El caso Bárcenas pone
una vez más en cuestión la financiación de los partidos. ¿Cómo se financian y
para qué? ¿Qué está permitido y qué no? ¿Por qué hay límites a la financiación?
¿Qué pasaría si no existieran esos límites?
Para responder a todas
estas cuestiones hay que tener en cuenta algo que se olvida pronto: los
partidos políticos son muy caros. Mantener la contabilidad saneada de un
partido es difícil. Gastos de todo tipo acosan a los tesoreros o administradores
de cuentas. Por un lado están los costes de las sedes de los partidos. También
hay que pagar las nóminas de los empleados que se dedican a trabajar a tiempo
completo en tareas como las administrativas, de organización o de comunicación.
Esta última es la más cara y compleja, además de la más necesaria para las
organizaciones políticas.
Todo ello sin olvidar
los gastos de publicidad, propaganda, etc., y sobre todo las campañas electorales:
en España la campaña electoral de noviembre de 2011 costó un total de 65 millones de euros, de los que casi 26 millones se destinaron al envío de
propaganda electoral, según los gastos electorales justificados que recoge el
informe del Tribunal de Cuentas sobre los comicios. Pero esta cifra se queda en
mera anécdota si tenemos en cuenta que en la última campaña electoral por la
Presidencia de los EEUU en 2012 se superó el gasto de los ¡dos billones de
dólares!
Los partidos no son empresas
Los partidos tienen un
problema: gastan mucho pero no producen nada que puedan convertir en dinero. No
son empresas que puedan realizar una actividad por dinero. Es decir, no pueden
autofinanciarse para cubrir sus gastos, al menos de manera legal. Los partidos
políticos son organizaciones cuya misión fundamental es recabar el mayor número
posible de votos en las elecciones y por lo tanto la mayor cuota de
representación y de poder que puedan. Ese poder se visualiza por el número de
representantes de esos partidos en los parlamentos y ayuntamientos. Si algún
partido es mayoritario en alguno de esos espacios, ese poder se transforma en
capacidad legislativa y ejecutiva. Es decir, los partidos no tienen como
objetivo crear beneficios económicos, sino llegar y acaparar el poder. Pero para
eso necesitan dinero, y la manera de conseguirlo está regulada por ley, en
España Ley Orgánica 5/2012, de 22 de octubre, de reforma de la Ley Orgánica
8/2007, de 4 de julio, sobre financiación de los partidos políticos.
¿Cómo llega el dinero a
los partidos? Según esta ley existen dos maneras de que ese dinero llegue: por
subvención pública y por donaciones privadas. Ambas tienen sus ventajas e
inconvenientes. La ventaja de la subvención es que alejan a los partidos de la
dependencia económica de un grupo de personas poderosas que esperarían a cambio
que el partido usase su poder institucional en su provecho. La desventaja es el
enorme coste que supone para las arcas públicas. Por ejemplo, en España los
partidos costaron 65.880.000 euros de los Presupuestos Generales del Estado en
2012. Es una cantidad enorme, sin embargo quedan fuera los gastos electorales,
que el año pasado se presupuestaron en 44.495,95 euros, y los gastos de
seguridad, por los que los partidos políticos recibieron 3.382,75 euros. Para
2013 los Presupuestos Generales son algo más modestos: 52,7 millones, un 20%
menos que el año pasado.
¿Cómo se reparte ese
dinero? Ese dinero no se entrega a los partidos a todos por igual y en las
mismas cantidades. La ley es muy clara al respecto. En su artículo 3º lo
explica: “El Estado otorgará a los partidos políticos con representación en el
Congreso de los Diputados, subvenciones anuales no condicionadas, con cargo a
los Presupuestos Generales del Estado, para atender sus gastos de funcionamiento.
Dichas subvenciones se distribuirán en función del número de escaños y de votos
obtenidos por cada partido político en las últimas elecciones a la indicada
Cámara. Para la asignación de tales subvenciones se dividirá la correspondiente
consignación presupuestaria en tres cantidades iguales. Una de ellas se
distribuirá en proporción al número de escaños obtenidos por cada partido
político en las últimas elecciones al Congreso de los Diputados y las dos
restantes proporcionalmente a todos los votos obtenidos por cada partido en
dichas elecciones”.
Es decir, mientras más
votos y escaños consiga un partido en unas elecciones, más dinero público recibirá
a cambio. El partido más fuerte es recompensado con más dinero lo que le
permite seguir siendo fuerte y mantener una mejor capacidad competitiva con
respecto al resto. En cambio, un partido que tiene menos representación
institucional y haya recibido menos votos, recibe menos dinero por lo que
carece de los medios para competir con el ganador en igualdad de condiciones. Por
ejemplo, el PP recibirá en 2013 unos 24,5 millones de euros, que es lo que vale
su mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. El PSOE, el primer partido
de la oposición, recibirá 14,5 millones
Siempre queda la
aportación de los afiliados, regulada en el artículo 4º.1 de la ley (“Los
partidos políticos podrán recibir de acuerdo con sus estatutos cuotas y
aportaciones de sus afiliados, adheridos y simpatizantes”). Sin embargo, el
número de militantes de cada partido suele ir acompañado de su fuerza
institucional, por lo que no supone ningún consuelo para los partidos más
débiles. Por ejemplo, según un reciente reportaje de ABC, el partido con mayor
número de afiliados en 2012 era el PP, con más de 830.000 personas que pagan cuota.
El siguiente partido en número de afiliados sería el PSOE con casi 217.000
militantes, seguido muy de lejos por Izquierda Unida (35.000) y UPyD (unos
6.000). Por lo tanto, el partido más votado y que más subvenciones recibe es
también el que más afiliados tiene y más puede cobrar por ese concepto.
Las donaciones privadas,
¿altruistas o interesadas?
La siguiente fuente de
ingresos permitida y la más delicada es la de las donaciones privadas. El
artículo 4.2 de la ley de financiación de
los partidos establece que “los partidos políticos podrán recibir
donaciones, no finalistas (es decir, no pueden tener un fin concreto)
nominativas, en dinero o en especie, procedentes de personas físicas o
jurídicas, dentro de los límites y de acuerdo con los requisitos y condiciones
establecidas en esta Ley”.
La propia ley advierte
que se trata de un asunto polémico y problemático: ¿El donante privado aporta
su dinero solamente por amor a las siglas del partido? ¿No querrá nada a
cambio? No es una cuestión baladí, ya que como se ha señalado arriba, los
partidos no comercian con bienes ni servicios, sino que son organizaciones que
luchan por el poder para crear y cambiar leyes y ejecutarlas. Un donante muy
generoso podría condicionar su aportación a ser recompensado por el partido
beneficiario si este llegase al poder, por ejemplo, con suculentos contratos
públicos o con cambios en las leyes que le beneficien exclusivamente.
Por eso la ley española
pone límites a quien puede donar: “Los partidos políticos no podrán aceptar o
recibir, directa o indirectamente, donaciones de empresas privadas que,
mediante contrato vigente, presten servicios o realicen obras para las
Administraciones Públicas, organismos públicos o empresas de capital
mayoritariamente público”. Y sobre todo, pone límite a cuanto se puede donar:
Los partidos políticos no podrán aceptar o recibir directa o indirectamente “donaciones
anónimas, finalistas o revocables. Donaciones procedentes de una misma persona
física o jurídica superiores a 100.000 euros anuales. Todas las donaciones
superiores a 50.000 euros y en todo caso, las donaciones de bienes inmuebles,
deberán ser objeto de notificación al Tribunal de Cuentas en el plazo de tres
meses” (art. 5).
La ruptura de este
límite es precisamente uno de los elementos que ha hecho salir a la luz el caso
Bárcenas, ya que una serie de empresarios (sobre todo constructores)
sobrepasaron con sus donativos al PP el límite legal. Bárcenas y el PP no lo
rechazaron, lo cogieron y presuntamente se lo repartieron en forma de
sobresueldos y cuentas en Suiza. Por otro lado, las empresas de la trama
Gürtel, que también habrían donado al PP, habrían vivido de contratos públicos
con los gobiernos regionales de la Comunidad de Madrid y de Valencia (ambos del
PP).
EEUU, donativos sin restricción
pero transparentes
En EEUU, en cambio, no
existen límites legales a la donación privada. Una sentencia del Tribunal
Supremo en enero de 2010 declaró inconstitucionales algunas de las
restricciones legales que existían a las donaciones de organizaciones privadas
a las campañas electorales.
Esta libertad de
donación indiscriminada hizo posible que en la campaña electoral a las
presidenciales de noviembre de 2012 se batieran todos los récords de gasto (dos
billones de dólares) y de recaudación. Las grandes empresas y los poderosos
multimillonarios pudieron donar públicamente a su candidato preferido. Por
ejemplo, Sheldon Adelson, el propietario de la empresa de casinos Las Vegas
Sands y promotor del megaproyecto de Eurovegas en la Comunidad de Madrid, donó
él sólo unos 100 millones de dólares a los republicanos, 95 millones solamente
para la campaña de su candidato Mitt Romney.
Esta donación
individual fue bastante más cuantiosa de lo que costó el total la campaña
electoral española en noviembre 2011. Pero es que los gastos de la campaña
electoral en EEUU son astronómicos. Solamente en medios de comunicación, Obama
y Romney gastaron más de 500 millones de dólares.
A pesar de estas
enormes cifras de dinero, se ha conseguido imponer la transparencia sobre el origen de las donaciones en EEUU, ya que lo cierto es que la eliminación de
todo tipo de restricciones legales a los donantes, sobre todo a los llamados
“Super Pacs” (grupos específicos para recaudar sin límites), se hace
innecesario esconder el origen del dinero –siempre que su origen sea lícito. Así
es como sabemos que entre los mayores donantes de la campaña de Obama
estuvieron, por ejemplo las universidades de Harvard y California, Microsoft o
Google, mientras que las que apoyaron a Romney figuran Goldman Sachs, Morgan
Stanley o el Bank of America. Los votantes estadounidenses saben quién ha
pagado y cuanto, con lo que se sabe si al final esos donantes son favorecidos
por el Gobierno. En España, en cambio, se suele mantener el secreto de los
donantes y las cantidades que aportan.
En EEUU se va a lo
práctico. Es un hecho que los gastos de las campañas y de los partidos son cada
vez más altos y se acaban cubriendo como sea. Las restricciones legales solamente
establecen un límite a la recaudación que la realidad acaba convirtiendo en
obsoleta, y las subvenciones acaban beneficiando a los partidos en el poder. Al
final solamente se cierra la puerta a la transparencia ya que hay que esconder
el dinero que se dona de más y que siempre existe. ¿No sería mejor que cada
cual donara lo que quisiera, siempre y cuando se supiera quién es y cuánto
paga?
El control del dinero en
España
¿Quién controla la
financiación de los partidos españoles? La ley prevé dos tipos de control.
Primero el control interno por los partidos: “Artículo 15. Los partidos
políticos deberán prever un sistema de control interno que garantice la
adecuada intervención y contabilización de todos los actos y documentos de los
que se deriven derechos y obligaciones de contenido económico, conforme a sus
estatutos. El informe resultante de esta auditoría acompañará a la
documentación a rendir al Tribunal de Cuentas”. ¡Son los propios
partidos los que se controlan a sí mismos!
El segundo tipo de
control es el externo: “Artículo 16. Corresponde en exclusiva al Tribunal de
Cuentas el control de la actividad económico-financiera de los partidos
políticos, sin perjuicio de las competencias atribuidas a los órganos de
fiscalización de las Comunidades Autónomas previstos en sus respectivos
Estatutos”. ¿Qué es el Tribunal de Cuentas y quién lo compone?
La función del Tribunal de Cuentas consiste en “comprobar si la
actividad económico-financiera del sector público respeta los principios de
legalidad, eficiencia y economía”, según explica en su página web. Con respecto
a su composición, “el Tribunal de Cuentas está integrado por doce miembros, que tienen la
denominación de Consejeros de Cuentas, designados (…) por las Cámaras
legislativas”. Es decir, son los partidos políticos representados en las Cortes
Generales los que deciden quién está en el Tribunal de Cuentas y quién controla
su financiación, entre otras cuestiones.
La ley española deja el
control de la financiación de los partidos a los propios partidos. Esto impide la transparencia porque los
partidos generalmente no quieren que se sepa quién les hace donativos, ya que a
la hora de legislar se podría descubrir algún que otro nexo entre una donación
y una ley que favorece al donante.
También facilita las
acciones irregulares porque al poner un límite a las donaciones y ser los
mismos partidos los que deben controlar que no se excedan, es muy fácil que
finalmente hagan la vista gorda y recauden bastante más de lo permitido sin que
ese dinero quede reflejado y por lo tanto sea controlado.
Es, a grosso modo, lo
que ha sucedido en el caso Bárcenas, al que nadie le pudo impedir meter la mano
en la caja de su propio partido porque ese dinero estaba sin control. Pero los
propios partidos prefieren que siga así. ¿Por qué será?
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