En
menos de tres meses se celebrarán elecciones federales en Alemania. Los
ciudadanos alemanes están ante la posibilidad de poner fin al actual gobierno
conservador, o bien pueden alargar una legislatura más el mandato de la
canciller Angela Merkel. Tomen la decisión que tomen, será crucial para el
futuro de Europa, y observando los datos de las encuestas más recientes, parece
que esa decisión será la de la continuidad de la canciller. Sin embargo, no
está claro que su política de austeridad pueda continuar. - Publicado en MBC Times.
El próximo 22 de
septiembre, es decir en menos de tres meses, se celebrarán las que
probablemente sean las elecciones alemanas más importantes de la historia
reciente de Europa. 61,8 millones de ciudadanos alemanes de los más de 80
millones de habitantes de Alemania podrán ejercer su derecho al voto para
elegir a sus representantes en el Parlamento, el Bundestag. De las mayorías que
se conformen de esa votación saldrá el próximo Gobierno de ese país, que se ha
convertido en la potencia económica y ahora también política más poderosa e
influyente del viejo continente.
La prueba es que
centenares de millones de miradas observan cada día el devenir del Gobierno de
Berlín y centenares de millones de personas dependen de sus decisiones, ya que
su fuerza es fundamental para el funcionamiento de la Unión Europea y por lo
tanto de los 27 países que la componen (sobre todo de los 17 que conforman la
zona Euro).
Por el momento esas
decisiones las impone desde 2009 el Ejecutivo conservador resultante de la
coalición de los cristianodemócratas del CDU y los liberales del FDP, un
Gobierno no exento de tiranteces y dirigido por Angela Merkel, probablemente hoy
en día la mujer que más rechazo despierta entre la población del sur de la Unión
Europea debido a su política de austeridad para combatir la crisis financiera y
económica. Por ejemplo, en España sólo un 39% de los ciudadanos y en Italia un
36% aprueban su gestión, según datos publicados hace un mes por Pew Research Global
Attitudes Project.
Sin embargo, en
Alemania este rechazo no existe. Su gestión al frente del Gobierno cuenta con
una aprobación del 57% frente a un rechazo del 41%, según Pew Global. Cuando se
pregunta directamente por la propia Merkel los datos son también contundentes: un
74% de los alemanes apoya a su líder.
Merkel, la “buena madre” de
Alemania
Durante meses el
personaje de la canciller ha conseguido independizarse de sus siglas y actuar
más como un símbolo (matriarcal) de la sociedad alemana que como representante
de la CDU y de sus valores conservadores. Es decir, Angela Merkel es percibida
como una especie de “madre” – una “madre buena” como la denomina el sociólogo
Tilman Allert de la Universidad Goethe de Frankfurt- que vela por los intereses
de los alemanes más allá de las siglas que representa.
Y esto tiene sus
consecuencias también en las encuestas electorales. Preguntados si pudieran
votar directamente a Merkel o a su rival (el socialdemócrata Peer Steinbrück)
en vez de a una lista electoral, un 57% de los alemanes prefiere directamente a
Merkel frente a un 30% que prefiere directamente a Steinbrück. La canciller no
sólo arrasa entre los electores de su partido (de los que un 94% dice que será
fiel a su líder), sino que consigue que un 21% de simpatizantes
socialdemócratas la prefieran a ella antes que a su propio candidato, según
datos de Infratest dimap de principios del mes de junio.
Pero este “sí” masivo a
la persona de Merkel no significa un apoyo incondicional a su partido. No es lo
mismo la valoración que se hace de los partidos que de sus líderes, pero
comienza a perfilarse un claro adelanto de los conservadores sobre sus rivales.
Por ejemplo, según los últimos datos publicados el 21 y el 23 de junio por los
institutos demoscópicos Infratest dimap y Emnid respectivamente, la CDU de
Merkel sacaría un resultado del 41%, lejos de la mayoría absoluta, pero
bastante mejor que los resultados de las últimas elecciones federales de
septiembre de 2009, cuando alcanzó el 33,8% de los votos.
Su socio de gobierno,
los liberales del FDP, en cambio, se hunden. Si en 2009 consiguieron un 14,6%
de los votos, las encuestas a menos de tres meses de las elecciones no les
otorgan más del 4% (Emnid) o del 5% (Infratest dimap). La diferencia de un
porciento no es baladí, ya que es la diferencia que la ley electoral alemana
establece para tener representación parlamentaria: todos los partidos que
consigan menos del 5% no estarán representados. Eso sería un desastre para el
FDP, un partido que siempre ha estado en
el Bundestag y ha jugado un papel fundamental en la formación de los gobiernos
desde la fundación de la República Federal de Alemania en 1949.
Por lo tanto, y según
los últimos pronósticos, la actual coalición de Gobierno CDU y FDP conseguiría
como mucho un 46% del total, lejos del 48,4% de 2009 y que sostiene actualmente
el Ejecutivo. ¿Corren riesgo de ser expulsados del poder?
La oposición a Merkel se va
desinflando
Desde hace meses el
peligro que corrían los conservadores alemanes era que, a pesar de la
popularidad y la imagen integradora de Merkel, pudieran perder las elecciones
al no conseguir la mayoría suficiente en el Bundestag para volver a formar
Gobierno. En concreto, la “pata coja” de la actual coalición de Gobierno no es
la CDU sino los liberales del FDP, como se ha visto arriba. Su derrumbe puede
resultar catastrófico para los conservadores, y durante meses fue así.
Peer Steinbrück |
A lo largo de la actual
legislatura la derecha ha perdido el gobierno de varios Länder (estados
federales) debido a la debilidad de su socio liberal y a caídas de popularidad
coyunturales que fueron aprovechadas por el SPD que vio como subía en todas las
regiones apoyado por su aliado ecologista de los Verdes. Por ejemplo, en 2012 la
derecha perdió el gobierno en el Land de Nordrhein Westfalen (Renania
Westfalia), el más poblado de Alemania. También sufrió una derrota en el de
Schleswig Holstein y perdió miles de votos en el Sarre, aunque en ese caso
firmó una coalición de gobierno con sus rivales socialdemócratas. La última
derrota de la CDU se produjo en enero de este año en Niedersachsen (Baja
Sajonia), donde perdió, aunque por un solo escaño, ante la coalición rojiverde
de SPD y los Verdes (Die Grünen).
Puede que la
estrechísima victoria rojiverde en la Baja Sajonia fuera una señal de que las
tornas pueden volver a favorecer a los conservadores a medida que se va
acercando la fecha decisiva del próximo mes de septiembre. Según los datos de
las encuestas arriba mencionados, el SPD sólo conseguiría el 25% de los votos,
y los Verdes el 14%. En total un insuficiente 39% que no conseguiría superar el
41% de la CDU de Merkel sin contar los votos del FDP.
En este caso, la parte
débil es paradójicamente la mayoritaria. Los socialdemócratas del SPD han ido
perdiendo apoyos en los últimos meses, y parece que cada día que pasa les
perjudica cada vez más en sus aspiraciones. A finales de 2012 y principios de
2013 el principal partido de la oposición se movía en valores en torno al 30%,
todo un éxito y una señal de que el cambio político era posible en Alemania,
teniendo en cuenta de que partían de un exiguo 23% conseguido en las elecciones
de 2009, el peor resultado de la historia del partido.
El SPD supo reponerse a
este descalabro y evitó una guerra civil que hubiera sido muy plausible
teniendo en cuenta la cantidad de facciones en su interior y la hostilidad que
se mostraban. En vez de atacarse y responsabilizar a sus rivales del desastre
electoral, la dirección del SPD hizo piña y mostró unidad, también a la hora de
elegir al candidato a canciller. Según los analistas, esta cuestión –la llamada
“K-Frage”- podía haber significado el estallido de las hostilidades internas si
no se realizaba de manera consensuada. Pero al final no hubo conflictos y el
candidato elegido por la dirección es Peer Steinbrück, ex presidente de Renania
Westfalia y ex ministro de Finanzas precisamente de Merkel entre 2005 y 2009
durante la gran coalición entre SPD y CDU.
Esta última parte de su
currículo es lo que le hace atractivo a ojos de muchos analistas de cara a
revivir una gran coalición entre conservadores y progresistas alemanes, siempre
claro que los números no permitan un gobierno rojiverde, la coalición que
pondría de patitas en la calle a Merkel. Y esa coalición parece ser la favorita
para los socialdemócratas, como quedó claro en la escenificación del congreso
de los Verdes a finales del pasado mes de abril y que contó con la presencia
estelar del secretario general del SPD, Sigmar Gabriel – aunque, y esto es
significativo, no con la del candidato Steinbrück.
Los Verdes son la parte
de la pareja progresista que mayor estabilidad ofrece. Están sólidamente
instalados en el 14%-15% desde hace meses, aunque hace dos años, en la
primavera y el verano de 2011 llegaron a contar con datos de intención de voto
en torno al 24%-25%. Fue la época de los grandes triunfos, con el SPD todavía
hundido y tras la crisis nuclear japonesa de Fukushima que hizo aumentar la
popularidad de las opciones ecologistas en todo el mundo. En Alemania Merkel
incluso tuvo que dar marcha atrás a su moratoria para el fin de las centrales
nucleares, que cerrarán definitivamente en 2022.
Fue una época de
triunfos para los Verdes que desembocaron a finales de marzo de 2011 en su
histórica victoria en el Land de Baden Württemberg, en la que consiguieron el
24,2% de los votos superando incluso al SPD que consiguió sólo el 23,1%. Ambos
sumaron sus esfuerzos que fueron suficientes para hacer doblemente historia:
echar por primera vez en la historia de la RFA a la CDU del gobierno de un Land
muy conservador y uno de los feudos electorales de la derecha alemana, y la
presidencia de los Verdes de un ejecutivo regional. Pero dos años después la
ola está volviendo a la dirección contraria.
¿Una mayoría de gobierno insuficiente?
Tomando los datos de la
intención de voto, podría darse un problema de gobernabilidad en Alemania a
partir de septiembre. Por un lado, la suma del porcentaje de votos que
apostarían por la coalición rojiverde es ahora del 39%, con tendencia a la
baja. Por otro lado, la derecha cuenta con un sólido 41% de la CDU de Merkel y
con tendencia a subir, aunque junto a su socio liberal hoy sólo sumaría un 46%
en caso de que el FDP consiga superar la barrera electoral del 5% para entrar
en el Bundestag. Es decir, no existe hoy por hoy una previsión de una mayoría
clara en el Parlamento alemán.
El quinto partido con
representación en el Bundestag dificulta aún más la ecuación. Die Linke, (“La
Izquierda”) es una mezcla de ex comunistas de la antigua RDA con cierta fuerza
y tradición política en el este de Alemania, con ex socialdemócratas y
sindicalistas del oeste liderados por el ex ministro y líder histórico del SPD
Oskar Lafontaine, desencantados con los socialdemócratas y con sus políticas de
reformas sociales en la época del canciller Gerhard Schröder (1998-2005).
Die Linke cuenta ahora
con 75 escaños en el Bundestag tras recibir el 11,9% de los votos en las
elecciones de 2009. Según los sondeos actuales, esta formación está anclada
entre el 8% y el 7% de la intención de votos, lo que le proporciona la llave
para muchos acontecimientos.
Lo lógico y lo esperado
es que voten en contra de una investidura de Merkel. Pero en el caso de la
coalición rojiverde. no está clara su actitud. Lo previsible es que nunca entren
a formar parte del Gobierno. Como mucho no se opondrían a una investidura de
Steinbrück, lo que equivaldría a un gobierno en minoría de SPD y los Verdes
siempre a merced de Die Linke.
En el este de Alemania,
donde en Die Linke dominan los ex comunistas del PDS, hay casos de coaliciones
de gobierno SPD-Die Linke (como en Berlín hasta 2011 o actualmente en
Brandenburgo). Pero las pésimas relaciones entre los ex socialdemócratas en las
filas de Die Linke y sus antiguos compañeros harían muy difícil una convivencia
en el Parlamento, y mucho más complicado mantener un gobierno federal con la actual
responsabilidad y poder sobre la Unión Europea. En resumen, es casi imposible
que Steinbrück y sus compañeros accedan a formar un Gobierno que necesitaría
constantemente el respaldo de un Lafontaine que predica una política
anticapitalista en Europa y que ha basado su carrera en los últimos años a
atacar a su antiguo partido.
Así, y si los números
no cambian, la única salida para formar un gobierno estable sería reeditar la
gran coalición entre SPD y CDU, lo que daría una cómoda suma del 66% de apoyos
en el Bundestag. Esta opción mantendría a Merkel en el poder. Seguiría siendo
la líder, la “buena madre”, aunque el SPD podría controlarla en gran medida.
El SPD está haciendo
una campaña electoral con un discurso de izquierdas, consciente del desgaste
ideológico que está sufriendo. Steinbrück está
tratando de huir de su imagen compatible con una coalición con la derecha –que
tanto daño le está provocando a su imahen- e intenta construir un perfil
socialdemócrata que le separe de Merkel. Así, en el último congreso del SPD ha
abanderado la crítica contra los paraísos fiscales y la política de austeridad
de Merkel con respecto a Europa. También ha alertado sobre el coste en la
imagen de Alemania de esta política de la derecha alemana.
Por lo tanto, y esto es
algo que importa mucho en España, en caso de que Merkel volviera a ser elegida
canciller ¿podría seguir su política de austeridad en Europa? ¿Permitiría el
SPD que las cosas sigan igual?
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