Los
EEUU y con ellos la OTAN abandonarán Afganistán. La crisis económica que hace
insostenible para muchos países continuar sus misiones allí –entre ellos
España- y, sobre todo, la imposibilidad de derrotar a la guerrilla talibán y
construir un estado democrático y viable, obligan a un repliegue que se parece
mucho en el fondo a la hasta ahora mayor derrota de los EEUU en su historia:
Vietnam. Sin embargo, si entonces los medios de comunicación trasladaron a los
hogares norteamericanos la barbarie de la guerra y provocaron, de alguna
manera, la oposición a la guerra, en Afganistán la derrota se debe
exclusivamente a una cuestión estadística y de coste, ya que los ciudadanos
solemos ignorar exactamente lo que ocurre allí.
El 30 de abril de 1975
una masa atemorizada trataba de penetrar en la embajada de los EEUU en Saigón,
Vietnam del Sur, para subir a un helicóptero y salvar el pellejo. Muy pocos lo
consiguieron y la mayoría, que habían servido durante años al ejército o a los
servicios secretos estadounidenses, cayeron presos de los norvietnamitas. Las
imágenes de los helicópteros huyendo de los tejados de Saigón conforman desde
entonces el símbolo de la derrota y el fracaso de los EEUU en una región del
planeta que llegó a albergar a más de 500.000 soldados norteamericanos en su
lucha contra los comunistas y que costó miles de millones de dólares y el
aborto del plan de implantar en los EEUU su primer embrión de Estado del
bienestar.
Casi 40 años después de
Vietnam, y tras la retirada de Irak, los EEUU y sus aliados occidentales están
preparando el terreno para abandonar Afganistán el escenario donde comenzó la
famosa ‘Guerra contra el terror’ de George W. Bush, una ficción militarmente
complicada pero políticamente muy rentable tras los atentados del 11 S de 2001.
Los atentados talibanes
se multiplican así como su poder entre la población rural. EEUU y la OTAN
dejarán atrás un gobierno débil, un estado inexistente y fragmentado entre
multitud de etnias y tribus, y sobre todo, una guerrilla talibán fuerte. Es
decir, tras más de una década de intervención, centenares de soldados
occidentales y miles de afganos muertos, y miles de millones de dólares
invertidos, no se ha conseguido alcanzar el objetivo estratégico por el que se
decidió intervenir en esa tierra lejana. Como en Vietnam, EEUU se enfrenta a
otra derrota en un escenario regional.
‘Operación Libertad
Duradera’
Recordemos: el 7 de
octubre de 2001 los EEUU y sus aliados de la OTAN comenzaron la llamada
‘Operación Libertad Duradera’ con el objetivo de desalojar del poder en
Afganistán al gobierno talibán, un grupo de fundamentalistas islámicos
wahabitas protegidos por Pakistán que daban cobijo a Bin Laden. La explicación
que se dio a la ciudadanía parecía plausible: derrocar a un régimen totalitario
y destruir a Al Qeda. Además, para evitar que en un futuro otros posibles Bin
Laden y talibanes volvieran a hacerse fuertes en este territorio, Occidente se
comprometía a pagar miles de millones de euros y a enviar tropas de mantenimiento
de la paz para construir un país nuevo. Tendría un sistema democrático,
infraestructuras y servicios públicos como la educación. EEUU no fue solo, sus
aliados de la OTAN se unieron a la campaña, generalmente como tropas de
ocupación, mientras que los norteamericanos luchaban.
Al principio los planes
parecían ir bien. Los talibanes fueron aplastados y sustituidos en el poder por
la coalición llamada Alianza del Norte –un nombre inventado por los medios de
EEUU- y Al Qeda tuvo que abandonar sus bases y dispersarse. Sin embargo, ya
desde el principio se plantó la semilla del fracaso. El miedo de los gobiernos
a las imágenes de soldados muertos en la guerra llevó al uso de mercenarios y
de soldados afganos para las operaciones militares, lo que hizo posible la huida de los objetivos esenciales de la guerra –Bin Laden y los jefes
talibanes- mediante sobornos. Sin embargo, la situación parecía tranquila,
Karzai –un hombre de la CIA- se afianzó en el poder y la ‘reconstrucción’ podía
comenzar. Pero la realidad era otra. Escondido tras el telón mediático de la
Guerra de Irak, la guerra en Afganistán comenzó a ser cada vez más cruenta.
En noviembre de 2010, y
según datos de la propia OTAN, los EEUU tenían 90.000 soldados destinados en
Afganistán junto a otros 40.000 militares aliados, entre ellos más de 1.500
españoles. Los talibanes habían resurgido con fuerza, la sociedad fuera de los
núcleos urbanos estaba fuera del control gubernamental y de los soldados, y se
multiplicaban los combates: emboscadas de los talibanes con el objetivo de
causar bajas a la OTAN y provocar un goteo que desemboque en la retirada. Y lo
han conseguido.
El General David Petraeus. |
Cuando el presidente de
los EEUU anunció en enero de 2009, nada más jurar su cargo, que se retirarían
las tropas de Irak y que se concentrarían en Afganistán. La experiencia iraquí
estaba amortizada, política y militarmente. Pero aún quedaba Afganistán, una
misión que contaba con los consensos internacionales necesarios y que no se
podía perder. Para ello Obama nombró en junio de 2010 al general David Petraeus
comandante en jefe de sus tropas en Afganistán con el objetivo de repetir su ‘hazaña’ de Irak de negociar y dividir a los insurgentes, bajar la intensidad de las
emboscadas y permitir la retirada del ejército con un riesgo bajo de
inestabilidad. Pero un año después fue relevado de nuevo –a través de un
ascenso como nuevo director de la CIA. El general no tenía claro que pudiera
vencer: “El éxito en Afganistán es frágil y reversible”, afirmó en marzo de
2011.
En julio de 2012, y
según datos de http://icasualties.org/oef/, los EEUU han sufrido ya más de 2.000 muertos
en Afganistán (España 34). Además, según datos de junio de 2011, Washington ha
gastado en esta guerra un billón de dólares desde 2001, unos 10.000 millones al
mes. Muertos, heridos, gastos millonarios y a cambio los talibanes golpeando
con fuerza, como demuestran los últimos atentados. Insostenible.
Gráfico de icasualities.org |
Por ello el presidente
Obama anunció la retirada gradual de las tropas de los EEUU de Afganistán, con
el objetivo de que en 2014 sean las tropas del gobierno afgano quienes se
responsabilicen de las operaciones contra los talibanes. Es la ‘vietnamización’
de la guerra de Afganistán, o también interpretable como el reconocimiento
implícito de la derrota de Occidente.
Nuevo capítulo afgano: entra India
vs. Pakistán
Los EEUU tienen la
ventaja de que los medios de comunicación apenas están sobre el terreno y que
la crisis económica, sobre todo en Europa, está tapando todo lo demás. Pero no
pueden evitar que a la hora de hacer balance éste sea claro: una derrota en toda
regla. Afganistán no está mejor que en 2001 y se deja atrás a un gobierno débil
que sólo controla las ciudades, el campo es talibán. Como les ocurrió a los
soviéticos entre 1979 y 1988, y acabaron huyendo.
Afganistán seguirá
siendo un país sumamente empobrecido e inestable tras la retirada, pero lo
grave no es sólo eso. Pakistán continúa apoyando a los talibanes para conseguir
un gobierno amigo a sus espaldas frente a su gran rival, India, que ha
entrado en este escenario por la puerta grande aliándose con el actual gobierno
afgano. De hecho, serán instructores indios los que entrenen a los
gubernamentales tras la retirada occidental.
Es decir, miles de
millones de dólares malgastados y miles de muertos después, Occidente se
marchará de Afganistán dejando paso a un nuevo conflicto, esta vez uniendo los
intereses de las dos potencias nucleares del sur de Asia: India y Pakistán. Un
escenario muy peligroso.
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