La ofensiva del
capitalismo ha llegado a España. Con la excusa de la crisis, la derecha está
desmantelando el frágil Estado Social construido por los gobiernos socialistas
en los años 80 y destruyendo derechos sociales y laborales que costará mucho
tiempo y esfuerzo recuperar. Copago sanitario, educación pública precaria, Ley
de Dependencia muerta, prestación de desempleo y pensiones en peligro, etc…
Está naciendo la ley de la selva, la del más fuerte. Y en ese mundo sólo
prevalecerán los más ricos. Por eso es importante resistir.
La crisis es una excusa
porque el PP aplica unos recortes –ajustes como lo llaman ellos- que reducen la
capacidad de adquisitiva de los trabajadores eliminando pagas a los
funcionarios, bajando las prestaciones de desempleo, facilitando el despido y
subiendo los impuestos indirectos. Se llega así a la paradoja de que nunca
hemos pagado más impuestos y recibido menos servicios públicos que ahora. Esto
impide el consumo y el endeudamiento, y esto es lo que mata a las empresas, al
menos a las pequeñas y medianas. A la crisis por la crisis.
Es una ofensiva de los
más poderosos que nunca han aceptado que los trabajadores alcancen un nivel de
prosperidad humilde pero estable. No creen en la igualdad de oportunidades, la
base del Estado de Bienestar y de la socialdemocracia. Es más, la
socialdemocracia es el gran enemigo del capital. Es para ellos en el siglo XXI
lo que el comunismo en el XX: el gran rival que hay que eliminar una vez que ha
cumplido su papel histórico de integrar a los trabajadores en el sistema
capitalista tras la Segunda Guerra Mundial. Y para ello la derecha ha utilizado
todos los medios, empezando por los propagandísticos, que han calado con fuerza
entre las personas a las que más afecta esta ofensiva. Ya se perciben los
primeros efectos.
Hoy los sindicatos y
los partidos socialistas están desacreditados. Los trabajadores no les
encuentran creíbles porque su discurso parece el de los empresarios. Además, la
imagen que se tiene de estas organizaciones es de una casta de privilegiados
ajenos a la realidad y a los problemas de la gente común. Es a estas
organizaciones de izquierda a las que se dirigen cuando dicen que sobran
políticos y que cuestan mucho dinero. Habría que eliminarlos, dicen. Como en la
dictadura
Desgraciadamente en
parte la crítica a los partidos y sindicatos tiene algo de razón, ya que los
partidos socialistas se han convertido en organizaciones opacas y
burocratizadas que no atraen a militar en ellas y los sindicatos se han
replegado a un segmento minoritario y ‘aristocrático’ de la clase trabajadora
abandonando al resto. Los políticos socialistas aparecen en igualdad con los de
la derecha y por ello su discurso parece sospechoso y nada creíble. Falta un
discurso coherente, valiente y, sobre todo, propio.
Esta percepción, sin
embargo, es interesada y peligrosa. Se callan los privilegios de los
capitalistas y empresarios millonarios, como si sus fortunas estuvieran limpias
de polvo y paja y no fueran fruto de la explotación inmisericorde de los
trabajadores. Todos son iguales, la frase más peligrosa para el socialismo, ha
cuajado. Cuando el PP aplica los recortes más duros de la historia de la
democracia española, las manifestaciones de indignación también afectan a la
sede socialista. Es una maniobra interesada, porque si bien la derecha
sobrevivirá a estas explosiones de rabia, el PSOE puede sufrir definitivamente
un descalabro que no sería otro que dejar de ser la organización que representa
los intereses de la clase trabajadora en España. La consecuencia no podría ser
más terrible: la absoluta desnudez de los trabajadores ante los patronos. La
ley de la selva.
Estos se están
dispersando entre IU –los que menos-, UPyD y su revisionismo nacionalista y de
derechas, y el movimiento 15-M, una amalgama de individuos y organizaciones
minoritarias con un mínimo crítico en común, pero casi ningún argumento
constructivo compartido. Intentan penetrar las fortificaciones de la policía
alrededor del Congreso de los Diputados a pesar de que dentro ya hay
representantes suyos a los que, sin embargo, no les reconocen su voz.
Es imprescindible
recuperar esa voz. Tanto dentro de las instituciones como en la calle. Los
socialistas somos los representantes de los trabajadores y tenemos que
identificar a nuestros enemigos, al igual que ellos nos han identificado a
nosotros.
Tenemos que resistir
esta ofensiva con nuestra voz y nuestros actos. Más democracia, más ideas, más
socialismo. Volver a conectar con nuestra gente, dejar de ser una élite
sindical y política. Denunciar las injusticias, luchar contra ellas y usar la
democracia y sus instituciones para defender los intereses de la mayoría frente
a una minoría poderosa. Y por ello es importante, vital, recuperar el Partido para
los trabajadores.
El colectivo de militantes y simpatizantes socialistas Más Izquierda Madrid
quiere recuperar la credibilidad de los socialistas, denunciando los atropellos
de la derecha y apoyando las causas que resisten a esta ofensiva y miran hacia
el futuro. Porque el socialismo no puede ser solamente una serie de frases
huecas ni el instrumento demagógico para satisfacer el ego de unos pocos a
costa de la identidad de todos nosotros.
Como dijo recientemente
un destacado dirigente socialista, “nunca ha sido más difícil ser de
izquierdas, pero nunca ha sido más necesario”. Creo que tiene razón.
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