miércoles, 28 de marzo de 2012

ANDALUCÍA Y ASTURIAS, ¿EL FIN DEL PRINCIPIO?

“No sé si esto es el principio del fin, pero seguro que es el fin del principio”. Winston Churchill.

El pasado 25 de marzo surgió la sorpresa en las elecciones al parlamento autonómico de Andalucía. Lo que encuestas y analistas preveían como una mayoría absoluta más del PP, ha acabado por ser la primera derrota política de Mariano Rajoy en su etapa de presidente del Gobierno. A ello hay que sumar la cita electoral de Asturias, un territorio donde el PP –que presumiblemente participará en el gobierno regional aunque sea apoyándolo desde el parlamento- ha cedido definitivamente su hegemonía sobre la derecha a Francisco Álvarez Cascos, el histórico del PP defenestrado por Rajoy. Ante estos resultados sorprendentes cabe preguntarse la siguiente cuestión: ¿Estamos ante el principio del fin del ciclo de hegemonía del PP en España?

La muy potente crisis económica y financiera que arrasa España con unos datos de desempleo espectaculares: febrero de 2012 dejó una tasa del 23,30% siendo España el país de la UE con mayor paro, solamente seguido por Grecia con una tasa del 19,90%. Las entidades financieras, en concreto el BBVA, prevén un crecimiento de estas cifras hasta llegar a un 25% en 2013. Es decir, aún queda un largo y doloroso camino a pesar de las promesas electorales del PP el pasado noviembre que subrayaba claramente en sus carteles: “El empleo lo primero”.

Mariano Rajoy vinculó y sigue vinculando su legitimidad a la eficacia de su lucha contra la crisis, una eficacia que está empezando a ponerse en cuestión solamente cuatro meses después de su impresionante victoria electoral del 20 de noviembre de 2011. Sin embargo, el problema de hacer promesas sin la garantía de poder cumplirlas es que tarde o temprano se exigirán cuentas. Y en este caso los españoles tienen prisa, no pueden permitirse esta situación de crisis por más tiempo.

Esto es precisamente lo que ha ocurrido en Andalucía. Aunque el PP fue el partido más votado con 50 escaños, la izquierda formada por PSOE e IU suma 59. En total, el PP incluso perdió casi 200.000 votos con respecto a las últimas elecciones autonómicas en 2008, por lo que claramente se puede calificar el resultado del 25 de marzo de batacazo político, tanto en lo que se refiere a las cifras como, sobre todo, desde un punto de vista psicológico para la derecha española.

Posibles causas de la quiebra del avance del PP
A falta de un análisis empírico serio que analice las causas de este resultado, existen una serie de factores que señalan claramente por qué los andaluces y asturianos no acabaron por fiarse mayoritariamente del PP para gobernar su tierra.

Para comenzar, el Gobierno de España aprobó una reforma laboral con la promesa de que crearía empleo, aunque todas las medidas legales van encaminadas precisamente a facilitar el despido y aumentar todavía más la inseguridad e incertidumbre de los trabajadores con empleo y la desesperación de los parados. La reforma laboral no era lo que la mayoría de los españoles esperaban encontrarse con la promesa de “el empleo lo primero”. Rajoy lo sabía, incluso vaticinó enprivado/público la huelga general que se ha convocado, y por ello trató de retrasar su aprobación hasta después de la cita electoral andaluza –lo mismo que ha hecho con la presentación de los Presupuestos Generales del Estado-, pero la UE no entiende de lógicas electorales regionales, al menos las españolas, e impuso su aprobación en febrero.

Promesas incumplidas, o cumplidas de manera diferente a lo esperado, nula eficacia a corto plazo en la gestión anticrisis y la aparición de elementos de comportamiento propios de una derecha arrogante y beligerante –como su actitud ante las brutales cargas policiales contra los adolescentes de Valencia-, han jugado seguramente un papel importante a la hora de configurar la intención de voto en contra del PP. Pero a ello hay que unir un argumento más, uno de mucho peso: la memoria.

El legado de los ‘señoritos’
No se puede olvidar que tanto Andalucía como Asturias son dos de las regiones con mayor tradición obrerista de España y las que mayor represión política y social han sufrido históricamente por parte de la derecha, con permiso de Extremadura, y no solamente durante el franquismo. Los llamados señoritos, los dueños de la tierra andaluza, y la burguesía propietaria de las minas asturianas, coincidían en su afán de explotar a sus conciudadanos sin compasión ni freno. Andalucía y Asturias, dos de las tierras sin dudas más ricas de España han sido durante décadas dos regiones atrasadas y deprimidas, donde la explotación de sus riquezas no se traducía en la creación y redistribución de ventajas y mejora de la calidad de vida para la mayoría.

La explotación intensa de las personas, acompañada y posibilitada por una represión sin freno y de una arrogancia insoportable por parte de los poderosos, crearon una cultura política de sospecha hacia los herederos de estos ‘señoritos’. Es posible que la mayoría de la población en estas regiones desconfíe de la gestión socialista después de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, pero está claro que para ella lo importante no han sido las promesas de una vida mejor a través del cambio. No ha funcionado la estrategia del PP del cambio por el cambio, la misma que llevó a Aznar a La Moncloa en 1996 y a Rajoy en 2011.

La crisis es implacable y devora a quien ose ponerse cerca. Incluso en estados con economías bastante más fuertes y estables que la española, sus actuales gobiernos están tocados por su gestión de los acontecimientos. La canciller alemana Angela Merkel no tiene clara su reelección en 2013 y el actual presidente francés Nicolás Sarkozy ha partido hacia su reelección el próximo mes de abril con unas encuestas complicadas.

Teniendo en cuenta estos datos y los últimos acontecimientos, ¿se puede decir que la crisis ya está afectando al PP? Al menos, por el momento su racha de mayorías absolutas ya se ha terminado. Habrá que esperar para saber si el fin de su ofensiva es también el principio de su retirada. Parafraseando a Winston Churchill, “no sé si esto es el principio del fin, pero seguro que es el fin del principio”.

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