domingo, 19 de enero de 2014

Las primarias abiertas del PSOE, ¿un paso más para la democracia?

Los ciudadanos que no sean militantes socialistas ya podrán elegir a los candidatos del PSOE a las próximas elecciones generales. Se trata de un hecho histórico que abre las puertas del Partido Socialista al resto de la sociedad y que cambia totalmente la manera de selección de sus élites, un proceso que hasta ahora se realizaba a puerta cerrada y fuera de la vista de la ciudadanía. Estas primarias abiertas, ¿suponen un paso más para la democracia?

El sábado 18 de enero el Comité Federal del PSOE aprobó las fechas y el reglamento de las primarias abiertas que se celebrarán este año para elegir a los candidatos socialistas que se medirán en las campañas electorales de 2015 –locales, regionales y nacionales-. Por primera vez en la historia de los partidos políticos de España podrán participar todos los ciudadanos, no solamente los militantes socialistas. Los únicos requisitos son ser español, mayor de 16 años, inscribirse en un censo, firmar una adhesión a los principios socialistas y pagar dos euros para contribuir a sufragar la campaña.

Con esta medida el Partido Socialista ha dado un paso importante hacia una mayor democratización de la política española, ya que los ciudadanos no sólo pueden elegir entre los candidatos de los diferentes partidos que se presentan a las elecciones, sino que a partir de ahora podrán intervenir también en el proceso de elección de los candidatos mismos. Los socialistas franceses ya lo hicieron y ahora le toca al PSOE, que ha dado un paso que va en la línea de la tradición socialdemócrata europea de lucha por los derechos democráticos.

Históricamente los partidos socialdemócratas han sido los abanderados de la ampliación del derecho al voto al conjunto de la población. A finales del S. XIX y principios del XX en los países con derecho a sufragio, éste no incluía a la mayoría de la población porque el modelo de estado que imperaba entonces sólo reconocía el derecho al voto masculino y sólo de aquellos que fueran propietarios. Es decir, quedaban fuera todas las mujeres y la mayoría de los hombres. Pero fueron los partidos socialdemócratas los que, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial, consiguieron que se instaurase el sufragio universal teniendo en cuenta los intereses de una clase trabajadora que se había desangrado en las trincheras para defender al estado que les debía ese reconocimiento.

Hace un siglo los partidos socialdemócratas fueron así los que consiguieron en gran medida la ampliación del derecho al voto. Sin embargo, durante este tiempo su defensa de la democracia y del derecho de participación no tenía su reflejo en el funcionamiento interno en los partidos. Éste se regía por la llamada Ley de hierro de la oligarquía” formulada por el sociólogo alemán Robert Michels. Resumiendo, esta ley viene a decir que mientras más organizado y burocratizado sea un partido, más depende de sus líderes y menos democrático es.


Una sociedad poliárquica

Cien años después los partidos socialdemócratas europeos están rompiendo esta “Ley de hierro” porque la ciudadanía demanda más y mejor democracia. Ya no es suficiente su participación en la elección de representantes para algunas instituciones del Estado como el Parlamento, sino que el proceso también debe abrirse a otras instituciones, en este caso los partidos políticos que son los que conforman el Parlamento. Se trata de una demanda propia de una sociedad compleja en la que existen muchos centros de poder que influyen decisivamente en nuestras vidas, pero en los que los ciudadanos no tenemos ningún poder o influimos muy poco. 

El jurista y politólogo italiano Norberto Bobbio lo explicó así: “La realidad que tenemos ante nosotros es la de una sociedad centrifuga, que no tiene un solo centro de poder, sino muchos”. Es lo que llama “sociedad poliárquica”.   

Robert A. Dahl
Por su parte, el politólogo estadounidense Robert A. Dahl utiliza este concepto para definir su modelo de ‘democracia poliárquica’ y se plantea la siguiente pregunta: “¿Por qué debe restringirse las ventajas de la democracia a unas personas y no a otras? ¿Por qué no deberían estar a la disposición de todos los adultos?”

Por ello exige la inclusión plena de todos los ciudadanos en los procesos de elección como requisito para poder hablar de democracia. Lo explica así: “A ningún adulto que resida permanentemente en el país y esté sujeto a sus leyes le pueden ser negados los derechos que disfrutan otros (…). Éstos incluyen el derecho al sufragio; (…) a formar y participar en organizaciones políticas independientes (…) y derechos a otras libertades y oportunidades que puedan ser necesarias para el funcionamiento efectivo de las instituciones políticas de la democracia a gran escala”.   

Es decir, según Dahl, no puede haber democracia si no se incluye a todos los ciudadanos en los procesos de elección política. Sin embargo, se puede ir más allá de esta idea y exigir no sólo la inclusión de todos los ciudadanos en el proceso (lo que en su mayor parte ya se ha logrado), sino que este proceso sea más democrático en el mayor número posible de los centros de poder de la democracia poliárquica en la que vivimos.
 
Es decir, que la mayoría de los ciudadanos puedan participar en la mayoría de los centros de poder y conseguir así que sus intereses estén más y mejor representados y sean más y mejor defendidos, ya que para Dahl “los intereses fundamentales de los adultos a los que se niega la oportunidad de participar en el gobierno no estarán adecuadamente protegidos y promovidos por aquellos que gobiernan”.


Con la aprobación de las primarias abiertas el PSOE ha prescindido del privilegio de sus dirigentes y de sus militantes de poder elegir en solitario a los candidatos que se van a enfrentar al PP en las próximas elecciones y que podrían llegar a gobernar. Es un paso importante hacia la igualdad política de todos los ciudadanos porque ya no existe la distinción real provocada por un carnet. En este sentido, Dahl recuerda que la igualdad política es otro requisito fundamental para hablar de democracia

Por ello se pregunta, “¿Si creemos en la igualdad política entre los ciudadanos de un estado, no nos exigirá esto que adoptemos algo parecido a la inclusión de (toda) la ciudadanía?”    

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