España
está inmersa en una dinámica peligrosa. Para poder pagar la enorme deuda
privada contraída por el sector financiero español a raíz de la burbuja
inmobiliaria, se han inyectado miles de millones de euros de dinero público a
los bancos y cajas de ahorro en peligro de quiebra. La alternativa era la
posible pérdida de los ahorros de millones de personas, pero ese dinero inyectado
en los bancos ha puesto en aprietos las cuentas públicas antes saneadas. Los
países de la Unión Europea de la zona euro han acudido en ayuda de esas cuentas
con otros miles de millones de euros, pero al precio de imponer una serie de
condiciones que solamente se pueden cumplir a cambio de enormes sacrificios
sociales. Estos sacrificios, a su vez, están provocando una bajada espectacular del
nivel de renta en España y abriendo una brecha de desigualdad social que hacía
bastante tiempo se daba por superada. España depende ahora de las exigencias de
Bruselas. ¿Está ‘secuestrada’ por la Unión Europea? - Publicado en MBC Times.
Mariano Rajoy ahora, y
José Luis Rodríguez Zapatero antes que él, tenían un objetivo claro: evitar el
rescate de España y de sus cuentas públicas para no tener que aceptar las
condiciones draconianas de la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central
Europeo y el FMI) como las que está imponiendo en Grecia y en Portugal. A cambio
sí se inyectó dinero público para la recapitalización de la banca española,
sobre todo las cajas de ahorro que han quedado muy tocadas por la crisis del
ladrillo. Y es que el problema original en esta crisis no son las cuentas
públicas españolas. En 2008, año de inicio de la crisis, la administración
pública no estaba en quiebra ni tenía números rojos como sí tenía, por ejemplo,
Grecia. El problema estaba y sigue estando en el sistema financiero español y
en el pinchazo de la enorme burbuja inmobiliaria y de millones de hipotecas
desde 2008.
La crisis que afecta a
España es fundamentalmente una crisis provocada por la deuda privada, como por
otro lado ha advertido el FMI. A finales de 2012 el 77% de la deuda total de la
economía española había sido generada por agentes privados: empresas, bancos y
hogares, mientras que únicamente el 23% restante era deuda adquirida por las
diferentes administraciones públicas, según datos del Banco de España.
Es decir, el problema
principal al que se enfrenta España es la insolvencia y la falta de
credibilidad de su sistema financiero, lo que está lastrando a todos los demás
sectores. Simplificando mucho, es una rueda que gira con una dinámica propia:
los bancos no dan créditos, sin créditos los negocios se hunden, por lo que la
gente va al paro, no pueden pagar sus deudas, los bancos no recuperan su dinero
y no se fían por lo que no dan créditos, y vuelta a empezar.
Por esta razón al
comenzar la crisis en 2008, el Gobierno aceptó inyectar dinero en el sistema
financiero con el objetivo de romper ese círculo vicioso. Y eso ha costado muy
caro. Según publicó el Servicio de Estudios de La Caixa el pasado mes de enero,
las inyecciones de capital público en las entidades sumaron 55.752 millones de
euros hasta ese momento. Este dinero sí computa como deuda pública, ya que se
ha contraído con los recursos del Estado. Es así como se ha puesto en marcha
una dinámica que ha provocado que en el primer trimestre de 2013 la deuda
pública española sea de más de 923.000 millones de euros, alrededor del 88% del
PIB nacional según datos del Gobierno, lo que aún así sigue siendo menos que la
media del 90,7% de la zona euro.
Un
dinero que sale caro
A principios de este
mes de junio los representantes de la Troika estuvieron en Madrid para
verificar las necesidades del sector financiero español, que tiene una línea de
crédito disponible de hasta 100.000 millones de euros por parte de Bruselas
para hacer frente a las necesidades financieras más urgentes. Por el momento se
ha dicho que “sólo” se necesitan unos 40.000 millones. Sin embargo, tanto la
Troika como el Gobierno español sospechan que esa cantidad en realidad se queda
corta. Y ahí es donde comienzan las exigencias de austeridad de Bruselas a
España, para que los países acreedores tengan la certeza de que España
devolverá el dinero que le han prestado para dárselo a la banca.
¿Por qué insiste
Bruselas en la austeridad? La actitud de Alemania es fundamental. El Gobierno
alemán, presidido por la conservadora Angela Merkel, quiere imponer su modelo
económico partidista basado en la austeridad al resto de Europa. Es un modelo
de gasto que no sólo se explica desde un punto de vista ideológico. Alemania es
el país que más dinero pone sobre la mesa. No sólo para España.
Fundamentalmente también para Grecia y Portugal, dos administraciones públicas
intervenidas o rescatadas directamente por la UE. En Alemania el elector medio
está convencido de que en el resto de Europa le están tomando el pelo y eso
tiene una influencia enorme en la política de ese país. El discurso más popular
alentado por la derecha dice que los alemanes pagan mientras el resto
holgazanea. Es una percepción que se expresa políticamente en que desde Berlín
se exigen contraprestaciones a los países que reciben su ayuda, al menos hasta
las elecciones previstas el próximo mes de septiembre.
El dinero que llega de
Europa es un dinero que no le sale gratis a España ni a los españoles. Hace dos
semanas la Comisión Europea pidió a España que suba el IVA y baje las
pensiones. Eso sí, a cambio de aumentar al 6,5% el límite del déficit español. Por
lo tanto, Bruselas quiere que el Estado recaude más y gaste menos, aunque eso
sea a costa de esquilmar el poder adquisitivo medio y los servicios sociales,
por otra parte más demandados que nunca debido a la crisis.
Es de nuevo otro
círculo vicioso con consecuencias terribles en un escenario con 6,2 millones de
parados, una tasa del 27,16% según los últimos datos de la EPA: mientras más
parados, más gastos para el Estado (las prestaciones de desempleo) y menos
ingresos (los impuestos de la renta que dejan de pagar los desempleados).
También sube la demanda de los servicios públicos como la sanidad y la
educación, ya que muchas familias en paro ya no pueden permitirse la educación
y sanidad privada, por lo que sube la demanda pública pero con menos ingresos
por parte del Estado. Pero la respuesta de la UE y del Gobierno de Rajoy es recortar,
no invertir más en estos sectores, lo que castiga aún más a los ciudadanos.
¿Cuáles son las
consecuencias sociales? Esta situación crea un caldo de cultivo perfecto para
la injusticia social. Según un estudio de la Fundación 1º de Mayo (ligada al
sindicato CCOO) publicado a principios de junio, se denuncia que España es el
segundo país de la Unión Europea que presenta mayores desigualdades sociales
sólo superada por Letonia. Según datos de Eurostat (la agencia de estadística
europea), el índice de la desigualdad (el índice de Gini) aumentó en España 2,1 puntos (del 31,8% al 33,9%)
entre 2005 y 2010, mientras que la media de la Unión se redujo en una décima
pasando del 30,6% al 30,5%.
Esta diferencia está vinculada a la evolución de
la desigualdad de los ingresos.
Según estos datos, en España la relación entre el
20% de la población que más ingresa y el 20% que menos ingresa ha variado de un
índice de 5,5 al 6,9 entre 2005 y 2010, mientras que en el resto de la UE ha
permanecido en el 5. Estas
cifras son consecuencia directa de las políticas de recortes impuestas por la
Unión Europea y aplicadas con más o menos entusiasmo por el Gobierno de España.
Aumenta
la desafección hacia la Unión Europea
¿Qué consecuencias políticas
pueden tener los recortes? Las medias de los países de la zona euro se traducen
no sólo en un crecimiento de las desigualdades y en cifras macroeconómicas que
afectan muy negativamente en la vida real de los ciudadanos. También incide muy
negativamente en la percepción política que se tiene de la UE como institución
e incluso como idea. Según una encuesta publicada el pasado 13 de mayo de 2013
por el Pew Research Center, sólo un 46% de los españoles ve a la UE de manera
favorable. Son 14 puntos menos que hace un año, en el que un 60% de españoles consideraba
a la UE como algo positivo. En 2007, justo antes de que estallara la crisis,
dos tercios de los españoles confiaban en las instituciones europeas.
Es decir, en seis años,
la Unión Europea ha pasado de ser una suma de instituciones muy valorada y
apoyada por los españoles, a ser percibido más como un problema que como una
solución para salir de la crisis. Lo mismo puede decirse de otros países del
“sur” europeo, como por ejemplo Grecia que sufre las directrices más
descarnadas de la Troika contra el Estado social. Así, sólo un tercio de los
ciudadanos griegos es favorable a las instituciones europeas, el porcentaje más
bajo entre los encuestados por el Pew Research Center.
Sin embargo, la imagen
de la Unión Europea no sólo se resiente en los países en crisis y que dependen
de las recetas económicas y sociales impuestas por Bruselas. La percepción se
está empezando a tornar también negativa en los países que controlan las
instituciones europeas e imponen sus políticas desde hace años como por ejemplo
el llamado eje franco-alemán. Así, en Alemania la percepción favorable de la UE
es del 60%, bastante alto en comparación con otros países, pero un 8% menos que
hace un año. Pero en Francia es de menos de la mitad de la población, ya que
sólo un 41% ve a la UE con buenos ojos, menos incluso que en España. Son 19
puntos menos que hace un año, la mayor caída de la confianza de todos los
países europeos encuestados. En resumen, son malos tiempos para la idea de
Europa.
Estos datos harían
reflexionar a cualquiera y harían saltar las alarmas entre los europeístas. Sin
embargo, las autoridades de Bruselas se mantienen impertérritas. ¿Qué está
haciendo la Unión Europea? ¿Por qué insiste en una política de austeridad que
ataca directamente el nivel de vida de los ciudadanos? ¿Por qué insiste en esta
vía mientras los ciudadanos se alejan cada vez más de la idea de Europa y de
sus instituciones?
Llegan
los minijobs
La respuesta podría
estar en los datos del último mes de mayo del Paro registrado en España. Bajó
en casi 100.000 personas con respecto al mes anterior, pero solo 7,49 de cada
100 contratos firmados en mayo fueron indefinidos, lo que supone la relación
más baja para un mes de mayo desde 1997. Además, más de 60.000 de los contratos
firmados ese mes lo fueron en el sector de la hostelería. Es decir, la
precariedad avanza a pasos agigantados. España está en la senda de convertirse
en el “país de camareros” que, con el mayor de los respetos hacia esa
profesión, se decía medio en serio medio en broma para describir el mercado
laboral nacional.
Es el fenómeno de los
llamados “Minijobs” como se les llama en Alemania, el país de referencia
económica y principal potencia política de la Unión Europea. Según un reportaje
del semanario alemán “Der Spiegel” publicado a principios de junio, un 22% de
los trabajadores alemanes tiene un Minijob, es decir, un empleo precario de
pocas horas diarias con un sueldo de una media de 11 euros la hora. La
consecuencia es previsible: al igual que España, en Alemania también se está
produciendo una enorme brecha salarial entre los que más tienen y los que
menos.
Hay teorías económicas
que dicen que en un contexto global la Unión Europea, en concreto la zona Euro,
solamente seguirá siendo competitiva en la economía global si baja sus costes
de producción a cotas social y políticamente inaceptables para el estándar
occidental. Es decir, para poder competir con la mano de obra china, india,
brasileña, etc. de las economías emergentes, es necesario bajar sueldos,
flexibilizar despidos y empeorar las condiciones laborales.
En España está
ocurriendo, y en Alemania (mucho más fuerte económicamente) también. La sociedad
en su conjunto lo acepta tácitamente. No le queda más remedio al estar agobiada
por la enorme deuda privada a la que hacía referencia al principio. Hay que
pagar la hipoteca y hacer frente a los cada vez más elevados costes de día a
día como consecuencia de los recortes sociales (educación, sanidad). La enorme
cantidad de parados (un 27,2% que llegaría a más del 28% según la OCDE) crea lo
que Marx llamó un “ejército de reserva de trabajadores” dispuestos a aceptar
cualquier empleo, sean las condiciones laborales las que sean.
España
atrapada en un círculo vicioso
En resumen, España está
atrapada en un círculo vicioso muy peligroso arrastrada por la deuda privada,
fundamentalmente de su sector financiero debido al pinchazo de la especulación
urbanística. Para evitar que los bancos quiebren el Estado se está endeudando
cada vez más, y a cambio debe aceptar unas condiciones draconianas impuestas
por la Unión Europea que apuesta por la austeridad en las cuentas, sobre todo
sacrificando el gasto social, nada extraño por cierto teniendo en cuenta que
los países más poderosos de la zona euro están siendo gobernados por partidos
conservadores.
Los miles de millones
del dinero público español inyectados en la banca y los más de 40.000 millones
de euros recibidos por la UE se devuelven en forma de recortes sociales y
aumento de impuestos que ahogan cada vez más la ya maltrecha economía española
y ahondan en la brecha salarial haciendo desaparecer poco a poco a la clase
media. La consecuencia es una creciente desafección ciudadana hacia Europa y la
destrucción del modelo social y laboral que ha funcionado en el occidente
europeo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y el abaratamiento de los
costes laborales frente a las economías emergentes.
España está en medio de
esta dinámica y no tiene salida. La vuelta a la peseta hundiría la ya exigua
capacidad exportadora española y dejaría a su maltrecha economía a la
intemperie del mercado global sin contar con un factor competitivo al que
agarrarse. Negarse a pagar la deuda cerraría el grifo de futuros préstamos
necesarios para toda economía, esté en crisis o no. La única manera es que en
la Unión Europea cambien el objetivo y la austeridad de paso a políticas que
permitan un endeudamiento moderado. Hay que recordar que la media de la deuda
en la zona euro es todavía mayor que la española. Pero el principal problema de
España sigue siendo la deuda privada. El precio de las hipotecas de los pisos
vendidos en época de la especulación urbanística está saliendo muy caro.
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