lunes, 8 de octubre de 2012

AFGANISTÁN, UNA GUERRA LEJANA QUE A NADIE LE IMPORTA



El 7 de octubre de 2001, hace ya once años, los EEUU y sus aliados invadieron Afganistán y dieron comienzo a un nuevo capítulo de la guerra que lleva asolando el país desde 1979. Iban a derrocar a un gobierno fundamentalista, apresar a Bin Laden y a reconstruir uno de los estados más pobres y peligroso del planeta. Sin embargo, Afganistán ha derivado en una guerra de guerrillas, emboscadas y recuentos de cadáveres, especialmente de civiles y de soldados de la OTAN. Es una victoria imposible que ya tiene fecha de caducidad en 2014 y que a la opinión pública no le interesa.

En 2010 el periodista estadounidense Sebastian Junger publicó el libro “War” (Guerra) en el que describía su experiencia junto a una unidad del ejército de los EEUU en un recóndito valle afgano. Entre junio de 2007 y junio de 2008 Junger acompañó a los soldados en sus misiones en el Valle del Korengal, en la frontera con Pakistán. Allí no se construían escuelas ni carreteras.
 

Un soldado en el valle del Korengal.
Mientras el mundo miraba hacia Irak y a la resistencia contra la ocupación de los EEUU, en Afganistán se mataba y se moría. Pero lejos del foco de la mirada de la opinión pública. El propio Junger cuenta que este vacío informativo no era por la censura. De hecho, no fue censurado mientras recogía material y escribía su libro. El ejército norteamericano tiene sus mecanismos de control y sus oficinas de prensa, como todas las instituciones públicas y empresas privadas, pero al parecer no ejercieron presión alguna sobre Junger.

 
La imagen que se nos está dando, o intentando dar, sobre la misión que los soldados llevan a cabo allí poco o nada tiene que ver con la realidad. La misión de la OTAN, bautizada como ISAF (International Security Assistance Force) –en la que España colabora actualmente con 1481 soldados- comenzó como un clásico caso de Peacebuilding, las misiones que hasta ese momento llevaban a cabo los cascos azules y las agencias de la ONU en lugares asolados por la guerra con el objetivo de “construir la paz”: básicamente crear la infraestructura económica, política y social necesaria para construir un estado viable, a la par que se derrotaba a las fuerzas que se oponían a ese esfuerzo.


Una contradicción demasiado fuerte

Pero con el tiempo esta misión se fue topando con cada vez más resistencias. Y es que la contradicción entre construir una escuela mientras se apunta con un fusil a los padres de los alumnos es demasiado fuerte.


Habitantes del valle del Korengal.
Cuenta Junger en su libro cómo durante una operación a gran escala del ejército de los EEUU en el Valle del Korengal, un comandante estadounidense trataba de convencer a los dirigentes locales para que dejaran de apoyar a la insurgencia talibán y se convirtieran en aliados. Les explicó que los norteamericanos tenían la “orden” y la “voluntad” de llevarles el progreso a sus casas. Carreteras, canalizaciones, electricidad, escuelas, etc. En cambio, los talibanes solamente les ofrecían cinco dólares a sus hijos para que se jugaran la vida atacando a los soldados estadounidenses. Los talibanes ofrecían una miseria por sus vidas.


El argumento era bueno y el comandante confiaba en sus posibilidades. Sin embargo, cuando los dirigentes locales se reunieron de nuevo para discutir sus opciones una vez escuchado al oficial, le declararon la yihad a los estadounidenses. ¿Qué había pasado? Mientras el oficial estaba hablando, se había entablado un duro combate en el exterior que acabó con el bombardeo de una zona del valle que provocó 15 muertos.


Los EEUU no pueden ganar esa guerra porque no pueden vencer su gran contradicción. La guerrilla les obliga a actuar armados todo el tiempo, lo que les resta credibilidad en sus esfuerzos de construcción de la paz. Además, cada baja de los EEUU es un argumento en contra de la guerra así como el enorme coste que supone mantener a miles de soldados a miles de kilómetros.


Enseguida surge la inevitable comparación con Vietnam. Sin embargo, existen importantes diferencias entre los soldados norteamericanos de entonces y de ahora y entre la percepción que se tiene de ellos en su patria. Ya no son reclutas obligados a servir en el ejército y empujados a la selva. Ahora son profesionales que acuden a la guerra conscientemente, aunque es cierto que en muchos casos empujados por la falta de alternativas reales para ganarse la vida. Es decir, no existe el argumento de la injusticia que supone mandar a tus hijos a una guerra absurda. Ahora van mercenarios.


¿Una sociedad desinformada o apática?

Es el caso también de los soldados de los ejércitos europeos que sirven en Afganistán. Por ejemplo, en la sociedad española apenas existe conciencia sobre la presencia de soldados españoles en esa guerra y de su participación en la misma. También es cierto que apenas existe información publicada que explique realmente lo que está sucediendo en esas tierras tan lejanas.
 
Esta información en España solamente llega de manera esporádica y generalmente cuando se ha producido alguna muerte en combate. Y en esos casos siempre la fuente de información es el Ejército. Los medios de comunicación no envían a reporteros y los free lance no van a Afganistán. ¿Miedo, autocensura, falta de interés? De todo un poco. Siempre es más fácil -y barato- utilizar la nota de prensa facilitada por la ISAF y sus imágenes. De hecho, la ISAF cuenta con una potente oficina de prensa que incluso ofrece puestos vacantes para periodistas civiles interesados.


Algo absolutamente impensable en la Guerra de Vietnam, después de la cual el ejército de los EEUU culpó a la prensa por su derrota con el argumento de que iban ganando la guerra hasta que las noticias sesgadas (sin censura) en la televisión pusieron en contra al pueblo americano y se forzó la retirada. Una excusa, sin duda, pero que ha mutado en los últimos años en una estrecha colaboración entre los medios y el ejército –lo peor para una información libre y objetiva.


Al final la OTAN perderá la guerra de Afganistán y se tendrá que retirar sin cumplir sus objetivos y con la opinión pública en contra. Según el Pew Research Center, un think tank de estadounidense que investiga los estados de opinión en el mundo, con respecto a Afganistán en octubre de 2011, un 68% de alemanes se posicionaba en contra de la participación de su país y un 70% creía que la guerra estaba perdida, una percepción que aumentaba hasta el 71% entre los británicos, de los que el 57% quería que sus soldados regrsaran inmediatamente al Reino Unido. El mismo porcentaje se daba entre los ciudadanos de EEUU  que también creían que sus soldados deben volver a casa.

Pero la gran aliada de los talibán no es la oposición a la guerra de los votantes, es la crisis económica. Entre 2002 y 2013 la guerra solamente en Afganistán –no contar la de Irak- le habrá costado a los EEUU más de 641 billones de dólares según una estimación del CSIS (Center for Strategic & International Studies). Demasiado dinero para no alcanzar ningún resultado.
 
Así, por ejemplo, en abril de 2010, tras años de defensa, millones de dólares gastados en munición y 42 muertos, los soldados de los EEUU abandonaron el Valle del Korengal. Los talibanes ocuparon inmediatamente sus antiguas posiciones que se habían mantenido para nada (ver video).
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.