El
pasado 25 de septiembre miles de personas rodearon el Congreso de los Diputados
en Madrid. Lo hicieron convocados por una plataforma virtual a través de
internet. Sin líderes ni una organización política que encauzara esa fuerza ni
que hiciera de portavoz, ¿qué hizo posible el éxito de esta convocatoria?
A principios de agosto
de este año y al calor de las movilizaciones del mes de julio contra los
recortes presupuestarios del Gobierno de España, un grupo de personas
desconocidas anunció una “marcha para rodear el Congreso de los Diputados” el
25 de septiembre. Se hacían llamar ‘Coordinadora 25-S’ y la matriz de su acción
estaba en un blog casero donde se colgaban los mensajes y las adhesiones a la
propuesta.
Enseguida las redes
sociales, sobre todo Twitter y Facebook, multiplicaron el alcance de esta
convocatoria lo que provocó, a su vez, que los medios de comunicación
tradicionales informaran sobre ello aumentando así su impacto. En pocos días
esta convocatoria había traspasado el umbral de la marginalidad para situarse
en el centro de la agenda política.
Aunque al principio los
partidos y sindicatos trataron de deslegitimar esta acción, la atención
mediática y política tuvo como consecuencia un efecto cascada, ya que muchas
organizaciones minoritarias especialmente entre la izquierda, algunas con
representación parlamentaria, se adhirieron a la convocatoria obligados por la
marea. Si no lo hacían, pensaban, quedarían fuera de la dinámica de la protesta
y por lo tanto fuera de la agenda de la lucha contra las políticas del
Gobierno. Tenían que estar allí si querían conservar su legitimidad
representativa, aunque no lideraran ni encauzaran. Esto hizo aumentar más aún
el impacto de la convocatoria.
Al final se había
conseguido algo inaudito. Ya no era una organización política o un movimiento
social el que convocaba y cuya fuerza y/o prestigio garantizaba el éxito de la
protesta. Ahora quien marcaba agenda era una coordinadora virtual, de
individuos sin prestigio ni carisma reconocido, quien ponía la fecha y la hora.
Y nada más. La protesta ya tenía una dinámica propia.
La policía, ciega, perdida y
frustrada
El éxito fue
espectacular. Miles de personas el día 25 de septiembre y repetición de la
convocatoria cuatro días más tarde, el 29 de septiembre, con igual o mayor
éxito. La Delegación del Gobierno de Madrid estuvo totalmente perdida. Desde el
principio invocó amenazas de índole legal para desanimar y atemorizar a los
posibles manifestantes (es un delito penal, es anticonstitucional), y al
fracasar en ese intento reprimió las protestas con una fuerza brutal y, a
juicio de muchos, desmesurada y equivocada.
Esta represión no era
más que reflejo de la incapacidad y la impotencia de la policía de luchar
contra un adversario virtual, intangible. Había mucha masa, pero ningún líder a
quien apresar y a quien aplicar un castigo ejemplarizante. La consecuencia fue
la frustración convertida en violencia. Esta represión ciega, en vez de
convertirse en un elemento disuasorio para el día 29 de septiembre, se
convirtió en la causa de su convocatoria y en la razón de la presencia de
muchas personas que desafiaron así el miedo que la policía quería instalar como
único argumento para evitar la protesta.
La argumentación y el debate para
desanimar a los manifestantes eran imposibles: No había nadie, ningún líder ni
portavoz, que representara a los “indignados” con quien se pudiera canalizar el
debate.
Sin líderes ni portavoces
Desde un punto de vista
estrictamente organizativo –independientemente del contenido y del discurso de
la protesta- el 25S y 29S marcan un momento fundamental. Suponen el anacronismo
definitivo de las antiguas fórmulas de convocatoria y la consagración de las
nuevas tecnologías y de las redes sociales como elementos de uso político de
primera magnitud consolidando un medio que ya fue fundamental en el movimiento del 15-M, la matriz ideológica -que no organizativa- de las últimas protestas.
Lo que comenzó en España
como el rudimentario “Pásalo” por SMS los días posteriores al 11M en 2004,
ahora es una cascada de información no controlada y al margen de los medios de
comunicación tradicionales. Para la convocatoria de la acción política ya no es
necesaria una organización estructurada y disciplinada que controle canales de
información, ya sean políticos o informativos, y que tenga recursos para ello.
Es decir, ya no se
necesita a militantes para repartir octavillas ni pegar carteles, ni se necesitan
octavillas ni carteles. Tampoco se necesita el dinero para comprarlos ni a
periódicos, radios ni televisiones para multiplicar el impacto del mensaje. Las
redes sociales han roto la barrera de acceso a los medios de comunicación y
destruido el monopolio de los mismos en manos de las organizaciones políticas y
empresariales, democratizando la manipulación de la información.
Ya no se necesita pues
a un partido o a un sindicato para llevar a miles de personas a la calle. Es
más, ahora son los miles de manifestantes los que llevan a (algunos) partidos a
la calle, como es el caso de algunos miembros de IU. Es el mismo problema al que se enfrentan los
medios de comunicación tradicionales. La llegada de internet y de las redes sociales
como herramientas ha roto el monopolio de los medios en manos de organizaciones
con recursos y empresas. Si antes se necesitaba dinero para crear un periódico
y ser leído, ahora sólo se necesita abrir un blog en internet. Es gratis y es
lo que utilizaron los convocantes del 25S.
Tampoco hay que olvidar
la labor de las redes sociales en la denuncia y documentación de la represión
policial. Miles de fotografías y videos colgados en la red testimoniaron la
violencia y destruyeron la legitimidad de estos actos. Se adelantaron a los
medios tradicionales, que acabaron recogiendo esas denuncias y multiplicando su
efecto (por ejemplo las cargas en Atocha o el hostelero del Paseo del Prado).
Ya no es posible la manipulación de la información de los hechos, al menos de
la manera tradicional, aunque la Delegación del Gobierno insistió en los viejos
e inútiles métodos al prohibir el 29S la presencia de las televisiones en Neptuno.
Había miles de móviles para reemplazar a las cámaras.
Las redes sociales e
internet suponen el cambio de paradigma de nuestro tiempo, con un impacto
parecido al de la aparición de la imprenta de Gutenberg en el S. XV. Las trabas
al acceso de la información van desapareciendo y en el caso de la movilización
política ya han demostrado su fuerza, aunque es cierto que para ello el contexto
social y político debe ser propicio (“las condiciones objetivas”, según Lenin).
Pero las redes no dejan
de ser continente al que hay que dotar de contenido. Y ese, en el caso de las
protestas del 25S y 29S, todavía está por definir.
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