Todos
los años se repite la misma imagen. El rey Juan Carlos vestido de uniforme
militar y en calidad de Capitán General de los Reales Ejércitos, preside la
tribuna de honor. A su lado, también vestido de militar, su heredero el príncipe
Felipe. Ya detrás de la familia real –este matiz es muy importante- están los
representantes de las principales instituciones del Estado. Todos reunidos para
ver desfilar al Ejército entre música militar y aviones de combate sobrevolando
el centro de Madrid. Esta es la imagen de la Fiesta Nacional, y no podría ser menos
integradora.
Según la última
encuesta del CIS el 26,9% de los españoles considera que los políticos son uno de los tres
principales problemas de España. Es una cifra muy alta que ha ido creciendo en
los últimos meses y que los políticos no aciertan a encarar. Por su parte, la
Monarquía también sufrió un suspenso por parte de la ciudadanía en el barómetro
del CIS publicado hace un año, en octubre de 2012. No hay datos posteriores
porque después de este, sencillamente, el CIS no ha vuelto a consultar a los
españoles sobre qué opinan de esta institución. Por último, también según otra encuesta, un 74,1% de los catalanes estaría a favor de un referéndum sobre la
independencia de Cataluña.
La sociedad española
está expresando su desencanto y su falta de identificación con unas instituciones
estatales que han hecho muy pocos esfuerzos por mostrar su cercanía. Se
escenifica su superioridad y alejamiento de la sociedad civil en la mayoría de
los actos públicos, y el de la Fiesta Nacional del 12 de Octubre es el mejor
ejemplo para ello.
Para empezar habría que
revisar el concepto de Fiesta Nacional. En un contexto globalizado y europeo,
las fiestas nacionales tienen cada vez menos sentido excepto para reivindicar
una especificidad y una diferenciación que, por otro lado, de hecho se pierde
cada día que pasa. Por ejemplo, resulta extraño ver al presidente del Gobierno
reivindicando con su presencia en la tribuna la soberanía española, mientras al
día siguiente negocia la pérdida de un poco más de esa soberanía estatal con
respecto a la Unión Europea u otros organismos internacionales de carácter
financiero.
¿Por qué el 12 de Octubre?
Por otro lado, la
elección de la fecha de la celebración debería ser lo más representativa
posible. Resulta cuanto menos cuestionable que el 12 de Octubre represente ya
algo para alguien. La fecha del descubrimiento de América como fecha de la
Fiesta Nacional contiene unas claras connotaciones difícilmente conciliables
con el presente europeo de España. Esta fecha y el homenaje a Colón sirvieron a
los intereses propagandísticos y discursivos del franquismo y de su triste
intento de identificación con el imperio español del S. XVI.
La democracia española
ni se identifica ni tiene nada que ver con la monarquía hispánica de los
Habsburgo ni con el reinado de los reyes católicos. Ni siquiera sirve la
reivindicación de los lazos culturales con América Latina. España no es, ni de
lejos, el referente cultural y económico de los países hispanoamericanos. Como
mucho representa una cómoda puerta de entrada a Europa y a su mercado. Pero
España ni siquiera lidera esta cuestión en el seno europeo, cada vez más
fragmentado, ya que cada estado, a la hora de la verdad, negocia
individualmente sus intereses.
Tampoco estaría de más
preguntarse ¿a quién representa la Fiesta Nacional? ¿Solamente a los
españoles?, o ¿también a los más de cinco millones de extranjeros que, según el
INE, viven en España? El concepto de nación que se deriva de la la ‘Fiesta Nacional’
a priori no incluye a estas personas. En una sociedad cada vez más abierta (son
fronteras físicas en la UE, con libre movimiento y para afincarse, de viajar,
de informarse, etc.) resulta cada vez más importante crear los mecanismos para
integrar a los habitantes de un estado y miembros de una sociedad en sus
valores, independientemente de su origen. Y es que los habitantes de España
disfrutan todos, a priori y ante la ley, los mismos privilegios y las mismas
desventajas, sean españoles con DNI o no.
Por último, habría que
replantearse el formato de la Fiesta Nacional. ¿Por qué un desfile militar? ¿Representa
el Ejército a la nación española? En mi opinión nunca lo ha hecho, al menos en
su totalidad. El actual Ejército es el descendiente directo del ejército
franquista de la Guerra Civil que, y lo dejó muy claro, solamente representaba
a los vencedores. Medio país queda así fuera y nunca se ha creado una cultura
política que identifique al español medio con su ejército independientemente de
su ideología política, ya que esta identificación casi siempre ha venido
acompañada de un determinado punto de vista político.
Hoy, además, tampoco se
puede decir que el actual ejército profesional represente a la sociedad. El
anterior ejército compuesto por quintas al menos sí incluía entre sus filas a
jóvenes de todos los lugares de España que, forzadamente o no, servían en esta
institución. Se podía así crear la ilusión de un Ejército compuesto por
ciudadanos iguales que cumplían su deber de servir al estado. Hoy esto no
existe, ya que el que es soldado lo es como profesión, a cambio de un sueldo
público. Cabe preguntarse entonces, ¿por qué no desfilan también otros trabajadores
públicos como médicos, maestros, funcionarios, etc.?
La sociedad española ha
cambiado mucho desde la Transición y demanda una mayor cercanía y eficacia a
sus instituciones y a sus representantes. Son momentos muy difíciles para los
símbolos y los discursos que tradicionalmente el estado ha ido blandiendo para justificar su poder, y el formato y trasfondo
de la Fiesta Nacional del 12 de Octubre es un ejemplo de ese discurso y
simbolismo ya caduco. El Estado y sus instituciones deben ser más integradoras y
adecuarse a la realidad contemporánea de España. Y para ello no vendría mal
revisar la actual fiesta y adaptarla a la sociedad civil.
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