lunes, 13 de febrero de 2012

20 AÑOS DESPUÉS DE MAASTRICHT, ¿SE ESTÁ MURIENDO EUROPA?

El pasado 7 de febrero se cumplieron 20 años de la firma del Tratado de Maastricht. Ese día nació la Unión Europea, fue el fin de las fronteras entre los estados miembros y el principio de una nueva moneda, el Euro. Dos décadas después, las calles de Atenas se encuentran en llamas tras las protestas de los griegos contra las medidas draconianas que la UE y Francia y Alemania les quieren imponer para evitar la quiebra de su país. 20 años después el Euro está en peligro y el propio proyecto de Europa no tiene asegurado su futuro.

Cuando el 7 de febrero de 1992 los jefes de Gobierno de los entonces 12 estados miembros de la Comunidad Económica Europea (CEE) firmaron el Tratado de Maastricht, el futuro parecía brillante. Tan sólo un par de años antes había caído el impresionante telón de acero como lo había llamado Winston Churchill. Aunque todos los analistas y políticos occidentales sabían que la economía del bloque oriental estaba en quiebra, nadie pudo prever que el imperio comunista de la URSS caería tan deprisa y con (relativa) falta de violencia. Europa dejaba de estar dividida por barreras ideológicas y militares, y el futuro del continente parecía próspero y prometedor.   

En el caso de Alemania la caída del Muro de Berlín supuso la recuperación de los territorios de la antigua República Democrática, con más de 16 millones de habitantes e importantes ciudades y centros industriales. Pero su estado era tan lamentable que necesitaban rehabilitación e incluso su reconstrucción. Fábricas, carreteras, edificios, e incluso las infraestructuras sociales y educativas tuvieron que ser recuperadas. Alemania estaba otra vez unificada pero a un coste tremendo. La reconstrucción del este de Alemania costó dinero, mucho dinero. Se estima en un estudio de la Universidad Libre de Berlín que entre 1,3 y 1,6 billones de euros. Pero también tuvo otros costes para el Gobierno alemán.

El Euro a cambio de la reunificación
Como reveló en octubre de 2010 el semanario alemán Der Spiegel,  el Euro nació realmente el día de la unificación alemana y no con la firma del Tratado de Maastricht. La moneda única fue el pago del Gobierno alemán para conseguir el visto bueno de sus vecinos a la reunificación, en concreto de Francia. Los franceses recelaban de las consecuencias de la reunificación y del enorme poder económico (y político) que Alemania alcanzaría, rompiendo así la preponderancia francesa en el eje franco-alemán.

Los jefes de Gobierno de la CEE en 1992.
El presidente francés François Mitterrand temía que el socio menor se convirtiera en el principal, y, sobre todo, que basara su poder en una moneda altamente solvente y fuerte, el Marco. París aceptó la reunificación alemana a cambio de matar el Marco y sustituirlo por el Euro, asegurándose así poder seguir participando en la toma de decisiones financieras de Europa y mantener su papel en la élite política europea.

Dos décadas después los temores franceses se han materializado. Francia es claramente el socio menor del eje franco-alemán, pero ha conseguido algo que en 1992 no se podía ni imaginar: la Alemania reacia a crear una moneda única europea es ahora su principal defensora, incluso a costa de un tremendo coste de imagen exterior.

Europa, un proyecto ante todo económico
La Unión Europea de 2012 no es la pequeña CEE de 1992. Si entonces eran 12 estados miembros, ahora son 27 miembros de todos los tamaños y con economías en muy diferentes estados de desarrollo. Si en 1992 era posible el mantenimiento y el desarrollo de economías más modestas por parte de las economías más pudientes de la Unión, dos décadas después esta ‘subvención’ es la causa del mayor riesgo que ha sufrido el proyecto europeo desde su creación.

Europa es un continente territorialmente pequeño pero cultural y étnicamente muy diverso. La idea de la unión europea se formó a principios del S. XX entre las élites intelectuales europeas y alcanzó cierto prestigio tras la Primera Guerra Mundial. Pero no fue hasta después de la II Guerra Mundial que el proyecto de unidad europeo comenzó a materializarse, sobre todo para poner fin al enfrentamiento secular entre Francia y Alemania. El proyecto de unidad tenía entonces, sobre todo, un enfoque económico. El Tratado de Roma de 1957 supuso la paulatina retirada de aranceles y facilitó el intercambio comercial entre los estados miembros.

Con el tiempo la CEE fue sinónimo de riqueza, por lo que se convirtió en un proyecto muy atractivo para los países más humildes, entre ellos España, Portugal y Grecia, y después de 1992, los antiguos satélites de la URSS en Europa del este. La UE se había convertido en una especie de gran benefactor mediante el cual se protegía la agricultura y se recibía fondos para la construcción y modernización de infraestructuras. En una palabra, Europa era sinónimo de dinero a falta de crear otra identidad común. Y eso tiene su precio.

El fracaso de la UE
Dos décadas después de la firma del Tratado de Maastricht, la Unión Europea ha fracasado como organización regional en la que impera la igualdad en la toma de decisiones, ya que éstas se toman más en Berlín y París, y sus instituciones están gravemente heridas. El Parlamento Europeo no existe en las tomas de decisiones que afectan directamente al futuro de millones de personas. La Comisión Europea se ha retirado a sus despachos en Bruselas, y las instituciones de la Unión Europea como la Presidencia del Consejo y el Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de hecho han cedido sus funciones a Alemania y Francia.

Disturbios en Atenas.
Por otro lado, la UE ya no puede subvencionar generosamente a sus estados miembros y, de hecho, ahora exige medidas drásticas en las economías con problemas para que éstas continúen recibiendo fondos, ahora más necesarios que nunca. Miles de personas salieron a la calle en Atenas para protestar contra estas medidas draconianas, que golpearán el bienestar de los ciudadanos griegos y posiblemente de millones de personas en otros países con economías igual de frágiles. Por lo tanto, Europa también ha fracasado como proyecto de nivelación de los desequilibrios económicos.

El de hoy es un escenario muy lejano de aquel de hace 20 años. Han cambiado las reglas y los actores. En definitiva, el proyecto político y económico de la UE ya no es el de 1992. El proyecto que nació en Maastricht puede que haya muerto. ¿Qué lo sustituirá?

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