El pasado 20 de noviembre el PSOE sufrió uno de los peores descalabros electorales de su historia. De ser el partido más votado en 2008 con más de once millones de papeletas y 169 escaños, el 43,75% del total, pasó a tener el apoyo de solamente el 28,73% de los votantes, unos, 6,9 millones, y 110 escaños. En menos de cuatro años ha llegado a perder más de cuatro millones de apoyos y la supremacía en regiones estratégicas y de supuesta cultura política socialista firme, como Andalucía o Extremadura. Solamente las provincias de Sevilla y Barcelona mantuvieron su fidelidad.
No cabe duda de que este vuelco tan espectacular en tan poco tiempo se debe primordialmente a la crisis económica que castiga a todo el mundo y que en los últimos meses está poniendo en riesgo la existencia misma del Euro y el futuro de la Unión Europea. Sin embargo, tampoco se deben olvidar graves errores del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quizás no tanto en su gestión, como en la explicación de la misma.
Seguramente en un futuro alguien pondrá en valor que las medidas tomadas por el casi ex presidente evitaron una intervención de la economía española. Pero resultó imposible para millones de votantes de izquierda seguir confiando en unas siglas que aumentaron la edad de jubilación hasta los 67 años, quitaron trabas al despido, dieron millones de euros de dinero público a la banca privada para financiar su deuda y no pudieron evitar que el paro se estabilizara por encima del 20%. El PSOE pagó con su fracaso electoral y su credibilidad los intentos de apagar las llamas de la crisis en España. La pregunta que se hacen ahora los socialistas es cuánto tiempo durará esta travesía en el desierto.
Paralelismo alemán
Aunque cada país mantiene sus peculiaridades, las semejanzas culturales, económicas y la proximidad geográfica e histórica permiten fijarnos en algunos acontecimientos pretéritos y establecer algunos paralelismos, aunque siempre con la debida cautela. Así, por ejemplo, en septiembre de 2009 el SPD, el Partido Socialdemócrata de Alemania, sufrió un descalabro similar al pasar de formar parte del Gobierno a recibir solamente un 23% de los votos.
Las causas fueron similares a las del PSOE. Durante once años los socialdemócratas estuvieron gobernando Alemania y llevaron a cabo una profunda política de reformas que afectaron profundamente al sistema de jubilación y de prestación de desempleo. El canciller Schröder abrazó recetas liberales y cosechó críticas durísimas entre sus electores tradicionales que fueron abandonando al SPD en masa.
Al igual que ocurre en España con Izquierda Unida o UPyD, en Alemania el desangrado del SPD benefició (o propició) la eclosión de otros partidos de izquierda, como los Verdes o la Izquierda, formada tras la unión de los poscomunistas del este con sindicalistas y ex socialdemócratas desencantados del oeste. Al final la causa del descalabro fue explicada perfectamente por un votante desengañado del SPD: “Para votar a la izquierda voto a Lafontaine (ex dirigente del SPD pasado a la Izquierda) y para votar a la derecha voto a la marca original, la CDU”. No había espacio para el SPD. Había perdido la batalla ideológica y con ella la de la credibilidad.
Los dirigentes del SPD: Gabriel y Steinmeier |
Hace unos días el diario El País publicó un reportaje en el que analizaba como el SPD estaba superando esta tendencia y volvía a renacer de sus cenizas. La causa de esta afirmación la daba una encuesta que devolvía a los socialdemócratas por encima del 30% de la intención de votos. El reportaje daba voz a opiniones de expertos que explicaban que esta remontada se debía, entre otros factores, en la estabilidad del partido tras su derrota, la colaboración entre los diferentes líderes y corrientes, y, sobre todo, a no renegar del pasado reformista a pesar de todo. Mantener la coherencia con sus acciones más recientes. Sin embargo, también se mencionaba el factor, a mi juicio, determinante: el desgaste del Gobierno de Angela Merkel por la crisis, al igual que le ocurre a la inmensa mayoría de gobiernos europeos.
Por lo tanto, habría que ser cauto a la hora de poner al SPD como ejemplo a seguir por el socialismo español, ya que los compañeros alemanes no han realizado ningún cambio o reforma imprescindible tras su derrota. Simplemente se están aprovechando del cambio de ciclo político hiper acelerado por la crisis.
Sangría de militantes
Para empezar, el SPD continúa perdiendo militantes sin parar. El pasado mes de mayo, se hizo pública la noticia de que la militancia de este partido centenario y clásico de la socialdemocracia europea “había descendido a menos de 500.000 afiliados por primera vez desde 1906”. El pacto de no agresión entre los barones y la supuesta estabilidad conseguida en el seno del partido no ha podido invertir el proceso de abandono y de desilusión de los militantes, muchos de ellos hartos de no poder participar de manera activa y real en los órganos excesivamente burocratizados del partido.
Votantes del SPD en las elecciones de 2009. |
Además, como muy bien señala el reportaje de El País, el pacto de no agresión de los barones del SPD todavía no se ha puesto a prueba con el debate de la candidatura a canciller. Ya se están postulando algunos, pero aún es pronto. A medida que las encuestas continúen dando predicciones positivas la lucha por el poder estará servida.
En resumen: el SPD no ha aprendido nada de su derrota aplastante en 2009. Ni se han revisado los procedimientos de participación y democracia interna, ni se ha producido ningún proceso de crítica entre las élites responsables del descalabro, ni tampoco se ha hecho ningún intento por elaborar un discurso y una alternativa ideológica socialdemócrata apta para el siglo XXI. Y es que la izquierda de raíz marxista está sufriendo la peor crisis de su historia. Si hace 100 años era la representante y defensora de la clase trabajadora, ahora no tiene muy claro cuál es su papel histórico en la sociedad actual.
Resulta sorprendente la similitud con el caso español. El PSOE sucumbió por las mismas razones que el SPD y, dependiendo de los avatares que le esperan a Mariano Rajoy, su travesía por el desierto será más o menos larga. Lo que decida un ciclo político completamente alterado y enloquecido por la crisis.
Sin embargo, si no se analizan como es debido las causas de la derrota y no se articulan los remedios necesarios, sobre todo en el plano ideológico y organizativo, todo será pan para hoy y hambre para mañana.
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