lunes, 28 de noviembre de 2011

REVOLUCIÓN DIPLOMÁTICA EN ASIA

Afganistán abraza al enemigo histórico de Pakistán
El pasado 4 de octubre el New York Times informaba en su edición digital sobre el nuevo acuerdo estratégico firmado entre Afganistán e India. El NYT titulaba: “Afganistán favorece a India y denigra a Pakistán”. Este escueto titular esconde toda una revolución en las relaciones exteriores de Asia y puede ser el principio de una etapa más en la larga historia de inestabilidad en una zona del mundo en la que proliferan las armas nucleares.

Afganistán ha sido un Estado muy influido por Pakistán desde el fin de la ocupación soviética en 1988. Como muy bien ha explicado el periodista pakistaní Ahmed Rashid en su libro “los Talibán”, ya aparecido desde hace una década, Pakistán consiguió dominar a su vecino durante y después de la lucha contra el Ejército Rojo. El país musulmán se convirtió en el filtro por el que pasaban las armas y suministros de EE UU destinados a los insurgentes, lo que le proporcionó un gran poder a la hora de influir qué grupos de guerrilleros eran beneficiados en detrimento de otros. Pakistán, o mejor dicho su servicio secreto, apostó por los fundamentalistas islámicos –entre ellos el origen de Al Queda- que se impusieron a los demás grupos en una cruenta guerra civil que siguió a la retirada soviética y que culminó con la toma del poder por los talibanes.
 
Pakistán controlaba Afganistán, pero ¿por qué ese interés? El gran enemigo pakistaní es la India, país con el que se encuentra en continuo conflicto desde la independencia en 1947 y con el que ha librado ya cuatro guerras. A diferencia de India, que cuenta con un inmenso territorio (3,2 millones de kilómetros cuadrados) y unos 1.200 millones de habitantes, Pakistán solamente tiene 804.000 kilómetros cuadrados de territorio y casi 172 millones de habitantes (dato estimado para 2011). La superioridad india además estuvo muchos años apuntalada por sus armas nucleares, a lo que Pakistán respondió en 1998 con su propio arsenal.

Afganistán juega un papel importante en la doctrina militar pakistaní, que considera a su país vecino como su “hinterland” estratégico. Es decir, la montañosa y pobre Afganistán debía servir al ejército pakistaní de lugar hacia el que retirarse en caso de ataque convencional de la India. Pakistán necesitaba cubrir sus espaldas y rodear las de su enemigo, estrategia con la que durante décadas consiguió aliarse con China rodeando así a India.

Sin embargo, el pasado 4 de octubre todo esto ha dado un vuelco espectacular. Según informó el NYT, el presidente afgano Karzai firmó en Nueva Delhi un acuerdo estratégico por el que India se compromete, entre otras cuestiones, entrenar las fuerzas afganas una vez que la OTAN se retire de Afganistán. La causa de este giro, según explicaron los afganos, es que Pakistán no está contribuyendo a la lucha contra los talibanes, que en demasiados casos cuentan con la protección pakistaní.

Es decir, Pakistán continúa aferrada a su doctrina estratégica de dominar Afganistán a través del islamismo, lo que ahora le costado encontrarse rodeada por su enemiga, que en pocos años controlará a su vez al ejército afgano.

Parece que con el acuerdo del 4 de octubre se puede haber iniciado un nuevo capítulo en el interminable conflicto entre las potencias nucleares del subcontinente indio, un conflicto que no para de alimentarse.    

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