El
Partido Socialista comienza 2017 en crisis, pero paradójicamente,
mientras ha ido perdiendo apoyos electorales en las últimas citas en
las urnas, ha visto como se ha ampliado su influencia y poder en las
instituciones: después de la debacle de 2011, en 2015 consiguió
recuperar varios gobiernos autonómicos y muchos grandes municipios
perdidos, y tras el intenso año 2016 y la celebración de dos
elecciones generales consecutivas, tiene capacidad para influir
decisivamente en la agenda de La Moncloa. El PSOE en crisis está
consiguiendo más con menos.
El
PSOE está en crisis. Así lo dicen los números. Las últimas
encuestas revelan que los socialistas sufren por mantenerse alrededor
del 20% en intención de voto, cuando hace tan solo unos años, en
las elecciones generales de 2008, el 43,87% de los votantes eligieron
una papeleta del PSOE. Esta sangría en los resultados ha sido la que
ha provocado una crisis de liderazgo que persiste en la cúpula del
partido desde que el ex presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez
Zapatero, declinara presentarse a las elecciones generales de 2011.
Desde entonces, en cinco años los socialistas han tenido dos
candidatos, dos secretarios generales y una gestora que debe
organizar un nuevo congreso que dará paso a un liderazgo en 2017. En
ese proceso, el PSOE ha perdido casi seis millones de votantes y, lo
que es más grave, la imagen de partido ganador, teniendo que pugnar
ahora por el protagonismo en la oposición con los partidos
emergentes.
Sondeo de Sigma Dos, enero 2017. |
Sin
embargo, aunque parezca paradójico, en esos mismos cinco años el
PSOE ha visto cómo, a pesar de perder la mitad de sus votantes, ha
recuperado un importantísimo poder institucional y, lo que es
crucial en el nuevo sistema de partidos, se ha situado en una
posición envidiable en el centro del tablero político que le otorga
una influencia fundamental en las agendas gubernamentales, con
capacidad de diálogo a su derecha y a su izquierda.
Este
fenómeno es muy evidente a nivel local. En las elecciones
municipales de 2015 el PSOE recibió 5.603.823
votos que se tradujeron en un total de 20.823 concejales y
concejalas. En las municipales de 2011 los socialistas consiguieron
6.276.087 votos y 21.767 ediles. El contraste con 2007 es aún más
fuerte, ya que ese año salieron elegidos 24.029 ediles socialistas
con 7.760.865 votos. Es decir, en cuatro años, el PSOE perdió a
nivel municipal más de un millón de votos y más de tres mil
ediles. Sin embargo, a pesar de que los resultados globales en 2015
son peores, el resultado en clave de poder es mucho más positivo: En
las municipales de 2011 el PSOE perdió 19 alcaldías en las
capitales de provincia (entre ellas Barcelona y Sevilla) y solamente
mantuvo el poder en cuatro: Toledo, Cuenca, Soria y Zaragoza. Cuatro
años después, los socialistas gobiernan en 19 capitales y grandes
ciudades gracias a coaliciones y acuerdos con otras formaciones
políticas, y son socios fundamentales de gobierno en otras siete,
entre ellas Madrid, Barcelona, Valencia o Zaragoza.
Poder
autonómico y legislativo
A
nivel autonómico ocurre algo parecido. En las elecciones autonómicas
de mayo de 2011 el PSOE obtuvo en total 256 diputados en los
parlamentos regionales que se sometían a las elecciones (todos
excepto Andalucía, Euskadi, Galicia y Cataluña). Fue una debacle
que hizo perder al PSOE en sus feudos regionales como Extremadura y
Castilla la Mancha, quedando reducidos los gobiernos autonómicos
socialistas de seis a dos: Asturias y Andalucía. Cuatro años
después, en mayo de 2015, los socialistas consiguieron un total de
225 diputados autonómicos, es decir 31 menos que en 2011. Sin
embargo se hicieron con el gobierno de seis comunidades gracias a
coaliciones o acuerdos con otros partidos: Extremadura, Castilla la
Mancha, Baleares, Asturias, Aragón y la Comunidad Valenciana, además
del gobierno de Andalucía que ya había defendido con éxito en las
urnas unos meses antes. Por lo tanto, el PSOE terminó el año 2015
con siete gobiernos autonómicos, uno más que en el año 2007 y
siendo el socio fundamental en dos más: Canarias y Cantabria.
Por
último, a nivel de las elecciones generales, la sangría de votos y
de escaños socialistas es más flagrante: Si en 2008 votaron al PSOE
11,2 millones de españoles y los socialistas consiguieron 169
diputados en el Congreso, en 2011 fueron solamente siete millones los
que eligieron al PSOE y su Grupo Parlamentario menguó hasta 110
representantes. Los socialistas perdieron el Gobierno y pasaron a la
oposición frente a una mayoría absoluta del PP de 186 diputados, lo
que le permitió aprobar una serie de leyes y medidas que provocaron
el espanto de una oposición absolutamente impotente en el
parlamento.
En
las elecciones de junio de 2016, la repetición de los comicios
debido a la imposibilidad de formar Gobierno tras las elecciones de
diciembre de 2015, los socialistas perdieron aún más votos y
escaños: solamente votaron al PSOE 5,4 millones de españoles (unos
2,6 millones menos que en 2011 y 5,8 millones menos que en 2008). El
resultado fueron 85 diputados, 25 menos que en la debacle de 2011, y
casi la mitad que los conseguidos en 2008. Sin embargo, a pesar de
contar con menos escaños que hace cuatro años, el PSOE tiene ahora
la capacidad de influir notablemente en la agenda del Gobierno del
PP, al que ha permitido formarse debido a su abstención en la
investidura. El PP necesita al PSOE, y éste ya está empezando a
abordar la derogación o el cambio de las leyes y medidas polémicas
aprobadas en solitario por el PP en la pasada legislatura cuando los
socialistas, con más diputados que ahora, no podían impedirlo:
LOMCE, Ley Mordaza, Reforma Laboral, etc.
Mayor
flexibilidad
A
modo de conclusión se puede afirmar que el PSOE está sufriendo una
grave crisis cuantitativa desde 2011, perdiendo votos y
representantes de forma constante en cada cita electoral, ya sea
local, autonómica o nacional. Sin embargo, a pesar de esta sangría,
el PSOE ha sido capaz de recuperar desde 2015, e incluso superar, el
poder institucional que tenía cuando ostentaba el Gobierno central
entre 2004 y 2011. Es decir, está compensando la crisis cuantitativa
con éxitos cualitativos. La causa es el cambio sustancial que está
viviendo el sistema de partidos español, que ha pasado de un
bipartidismo imperfecto a nivel nacional a un sistema
multipartidista. Esto ha permitido repartir los votos y los escaños
de manera diferente a la anterior etapa, haciendo casi imposible
alcanzar una mayoría absoluta que era la premisa del PP para
gobernar y que condenaba al ostracismo al partido de la oposición.
Hoy
se puede conseguir más con menos. En 2015 y 2016 el PP ha superado
al PSOE en prácticamente todas las citas electorales (excepto en
Andalucía y en Euskadi), pero ha visto menguado su poder
institucional de manera notable, mientras que los socialistas han
llegado a multitud de alcaldías y gobiernos autonómicos porque han
tenido la capacidad de alcanzar acuerdos con los nuevos partidos,
tanto con Podemos como con Ciudadanos, mientras que el PP carece de
esa flexibilidad con ambos. Hoy es el PP el que, a pesar de ganar,
está en la oposición, como ocurre en el Ayuntamiento de Madrid, o
en los parlamentos de Castilla la Mancha, Comunidad Valenciana,
aragón, Baleares, etc.
El
PSOE se enfrenta en 2017 al reto de elegir su liderazgo, pero también
de redefinir su perfil en el sistema de partidos español. La época
de las grandes mayorías y de los apoyos masivos han terminado y los
socialistas ya no repetirán más sus resultados espectaculares e
históricos de los años 80, 90 y 2000. Sin embargo, el éxito
cuantitativo ha dado paso al cualitativo. Puede conseguir más con
menos. Sobre todo porque el PSOE es el único partido con capacidad
de negociar y alcanzar acuerdos con todos los demás.
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