Tras el año
2016, el año del Brexit, de Trump y del No en Italia, 2017 se presenta
fundamental para medir la fuerza de la ola populista que acecha a Europa. Tras
las elecciones presidenciales en Francia, en septiembre de 2017 se celebrarán
elecciones federales en Alemania, el país fundamental para la estabilidad de
Europa. Merkel se volverá a presentar en un contexto político muy diferente al
que le ha estado acompañando en sus pasadas citas electorales: el ascenso de un
partido populista de extrema derecha que se nutre de los votantes que hasta
hace poco consideraban a la canciller la “Mutti” (madre) de Alemania.
El pasado 1 de diciembre la canciller alemana y presidenta del partido
cristianodemócrata CDU se sometió a las preguntas de sus afiliados por
videoconferencia. En vez de encontrarse con loas a su gestión por parte de sus
militantes tras once años de gobierno y una situación económica y política
envidiable en medio de un continente azotado por las crisis, Merkel tuvo que
escuchar muchos reproches, todos ellos relacionados con su política de acogida
de refugiados. Todos repetían el mismo argumento: se han abierto las fronteras
de manera irresponsable para dejar entrar en Alemania a cientos de miles de
personas sin ningún control.
Estos reproches se produjeron poco antes del congreso de la CDU que ha sancionado una nueva candidatura de Merkel a las elecciones federales que se
celebrarán en septiembre de 2017. A pesar de las muestras de unidad y de
lealtad a la canciller y líder “ad eternum” del partido (que ha sido reelegida una vez más por casi el 90% de los delegados) ya se muestran algunas
críticas relacionadas con su gestión de la crisis de los refugiados. En este
sentido, la ‘número dos’ de la CDU a nivel federal, Julia Klöckner, afirmó
recientemente en una entrevista a la revista Der Spiegel que desde el partido
se había “esperado demasiada comprensión” por parte de los militantes con
respecto a la llegada masiva de refugiados. Otro alto cargo de la CDU, Thomas
Strobl, aseguró en una entrevista al periódico Die Zeit que habría que
endurecer la política con respecto a los refugiados, y en concreto no dudar en
expulsarlos de manera masiva, incluso a los que se encuentren enfermos. Declaraciones
previas a un congreso en el que la élite de la CDU teme un distanciamiento de
la base que no se identifica con la “Willkommenskultur” (cultura de la
bienvenida) que propugna Merkel, y que está encontrando refugio en otra
formación política en pleno auge.
La crítica frontal a la política de acogida a los refugiados es precisamente
el principal argumento del nuevo partido populista de orientación de extrema
derecha Alternative für Deutschland (Alternativa por Alemania). Este partido se
presentó por primera vez a unas elecciones en el año 2013 y no entró en el
parlamento federal (Bundestag) por muy poco al rozar el límite legal del 5%
necesario según la ley electoral alemana para tener representación. En ese
momento su relato se centraba en la crítica al Euro y a los países del sur de
Europa que, según la AfD, se aprovechan de la fortaleza económica de Alemania y
de sus contribuyentes.
"La inmigración precisa reglas estrictas", cartel de AfD. |
En los últimos tres años este partido ha sufrido ciertas
transformaciones e incluso crisis de liderazgo hasta encontrar su hueco
definitivo en el sistema de partidos alemán: es el partido protesta
(Protestpartei) de la clase media de las zonas rurales y de las regiones con
menos presencia porcentual de inmigrantes como son los Länder del este. Así, en
las elecciones regionales celebradas en 2016 la AfD ha cosechado unos
resultados increíblemente altos para una formación de reciente creación,
llegando al 24% en Sajonia Anhalt o al 20,8% en Mecklenburgo Antepomerania. En
el oeste más urbano y con mayor presencia de inmigrantes, la subida también ha
sido importante, pero no llega a las cifras orientales: en las elecciones de
Berlín llegaron al 13,5%, en el rico Baden Württemberg (sede de Mercedes y
Porsche) al 15,1% y en Renania Palatinado al 12,6%.
Auge populista
en las encuestas
A nivel federal la AfD también está en auge. Según el último sondeo
publicado por el instituto Emnid el pasado 3 de diciembre, la intención de voto
a la CDU es del 37%, mientras que a la AfD le votaría el 12%. Hace justo un
año, el 5 de diciembre de 2015, Emnid daba a la CDU el mismo porcentaje,
mientras que la AfD tenía el 8%.
La Alternativa para Alemania es, según estos sondeos, el único partido
que ha aumentado significativamente en intención de voto en el último año. Los
socialdemócratas del SPD tenían el 25% en diciembre de 2015 y ahora el 22%; los
Verdes (Grüne) pasan del 10% al 11%, mientras que la izquierda (Die Linke) se
queda estancada en el 10%.
Estos números añaden un problema al auge del populismo de extrema
derecha en Alemania y es el de la gobernabilidad. La alternativa a la CDU en la
actualidad es muy débil, ya que Grüne y Linke no suman más que el 20%, mientras
que el SPD no parece capaz de superar su resultado electoral de 2013 del 25,7%,
números que casi descartarían un gobierno alternativo de izquierdas. La CDU se
mantendría como el partido mayoritario, pero la aparición de la AfD en el
panorama de partidos alemán, ya de por sí muy fraccionado, añade una dificultad
más, ya que limita las posibilidades de pactos para la formación de Merkel a la
vez que le resta porcentaje de votos.
Hasta 2013 el aliado natural de la CDU eran los liberales de la FDP.
Sin embargo, cayeron fulminados en las elecciones y desaparecieron del
parlamento. Hoy las encuestas no garantizan un regreso a las instituciones de
este pequeño partido, por lo que la CDU, que se va a alejando del 41,5%
cosechado en la última cita electoral, necesita un socio diferente para
mantenerse en el gobierno. Comienzan así las especulaciones: ¿Una nueva gran
coalición a riesgo de que el SPD se precipite hacia una crisis que podría ser
letal? ¿Un gobierno en minoría? ¿Una alianza inédita con los Grüne, cada día
más pragmáticos? O incluso, ¿un giro espectacular pero muy improbable para
abrazar al AfD?
Aunque hoy en día la presencia de la AfD en el Gobierno alemán está
prácticamente descartada (existe un consenso de base entre el resto de partidos
para no acercarse a los populistas), pase lo que pase su irrupción en el
sistema de partidos está provocando que los resultados de las elecciones
federales del próximo mes de septiembre se planteen desde un prisma de
incertidumbre sobre la gobernabilidad del país, lo podría tener consecuencias
sobre la estabilidad de una Unión Europea que no deja de recibir golpes.
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