Cuando
el candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, se presentó
a la investidura en el Congreso de los Diputados lo hizo con el apoyo del Grupo
Parlamentario de Ciudadanos además del Socialista. Juntos no sumaban suficientes
votos para ganar, por lo que necesitaban el apoyo de al menos un tercer grupo
amplio, en concreto el de Podemos. Este votó en contra y Pablo Iglesias, su líder,
lo justificó con un discurso muy duro contra el PSOE por haber cedido y llegado
a un acuerdo con Ciudadanos mientras destacaba la importancia de la coherencia
ideológica. En un mapa político marcado por la diversidad y la falta de
mayorías claras se plantea el siguiente dilema: ¿Coherencia ideológica a costa
de no crecer o cesión para llegar a acuerdos y alcanzar el poder?
Después de las
elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, las negociaciones para
alcanzar un acuerdo de investidura para formar un gobierno han demostrado el
alto grado disensión entre los principales actores de la política española. Ya
en la misma noche electoral, algunos portavoces destacaron la existencia de “líneas
rojas” para expresar la voluntad de establecer límites en las negociaciones,
cuando los resultados electorales decían que los partidos debían llegar
obligatoriamente a un acuerdo, ya que ninguno gozaba de una mayoría suficiente para
liderar en solitario la formación del Ejecutivo. Desde la misma noche electoral
se planteó el siguiente conflicto: ¿ceder para llegar a acuerdos o mantener la
coherencia ideológica?
El filósofo y profesor Daniel Innerarity explica en su libro “La política en tiempos de indignación” (Galaxia
Gutenberg, 2015) que “una democracia, más que un régimen de acuerdo, es un
sistema para convivir en condiciones de profundo y persistente desacuerdo”. Es
decir, el desacuerdo entre los diferentes actores es lo normal y eso explica
que existan actores diferentes que persiguen intereses e interpretan la realidad
de forma distinta. Sin embargo, en una democracia esos actores diferentes deben
convivir y eso implica tomar decisiones importantes si se quiere alcanzar de
manera pacífica el objetivo último de cada partido: el poder.
Existe un problema
importante de partida: “El desacuerdo en política goza de un prestigio
exagerado”, según Innerarity, que asegura en este sentido que “el antagonismo
ritualizado, elemental y previsible, convierte a la política en un combate en
el que no se trata de discutir asuntos más o menos objetivos sino de
escenificar unas diferencias necesarias para mantenerse o conquistar el poder”.
Es decir, “los que
discuten no dialogan entre ellos sino que pugnan por la aprobación de un
tercero”, lo que significa que “los discursos no se realizan para discutir con
el adversario o tratar de convencerle, sino que adquieren un carácter
plebiscitario, de legitimación ante el público. La comunicación política
representa un tipo de confrontación elemental donde el acontecimiento está por
encima del argumento, el espectáculo sobre el debate, la dramaturgia sobre la
comunicación”, afirma Innerarity.
La escenificación de la
falta de acuerdo es pues un método para llegar a los votantes, y también, y
sobre todo, para mantener unidos y movilizados a los propios. Como escribe Innerarity, “los actores sociales viven de la
controversia y el desacuerdo. Con ello tratan de obtener no sólo la atención de
la opinión pública sino también el liderazgo de la propia hinchada, que premia
la intransigencia, la victimización y la firmeza. Con frecuencia esto conduce a
un estilo dramatizador y de denuncia, que mantiene unida a la facción en torno
a un eje elemental pero que dificulta mucho la consecución de acuerdos más allá
de la propia parroquia”.
Sin embargo, a pesar de
las ventajas a corto plazo que presenta el desacuerdo, a la hora de alcanzar el
poder puede resultar contraproducente. “Los desacuerdos son más conservadores
que los acuerdos; cuanto más polarizada esté una sociedad menos capaz es de transformarse.
Ser fiel a los propios principios es una conducta admirable, pero defenderlos
sin flexibilidad es condenarse al estancamiento”, dice Innerarity, que incluso
advierte sobre las consecuencias de la falta de flexibilidad en la vida
orgánica de los partidos: “El antagonismo del espacio social se reproduce en el
interior de los grupos en una versión no menos simple y empobrecedora. Por eso
es frecuente que se produzca un dualismo en el seno de los grupos políticos, entre
quienes prefieren el prestigio externo y quienes viven de la aclamación
interior”.
Sumar
o consolidarse
¿Pactar y crecer hacia
fuera a costa de la coherencia interna, o no pactar y no crecer pero mantener la
coherencia interna? Esta es la cuestión a la que Innerarity responde: “Lo que
favorece la coherencia interior suele impedir el crecimiento hacia fuera; en la
radicalidad todos -es decir, más bien pocos- se mantienen unidos, mientras que
las políticas flexibles permiten recabar mayores adhesiones aunque la unidad
propia está menos garantizada”. Pero, “en cualquier caso, lo que nunca debería
olvidarse es que un partido vale la suma de sus votos y de sus alianzas
potenciales, que el poder es tanto lo uno como lo otro”.
La dificultad a la que
se enfrentan los líderes políticos que quieren alcanzar un acuerdo es el giro a
veces excesivamente brusco que deben llevar a cabo en su discurso tras una
campaña electoral en la que los demás actores políticos son criticados y
señalados, porque al fin y al cabo, “las campañas apenas proporcionan la
posibilidad de diálogos constructivos porque sirven fundamentalmente para
agudizar el contraste y polarizar, simplificando la elección que viene después”.
En todo caso, los
líderes no deben olvidar jamás que “la retórica de las campañas forma parte de
nuestras prácticas democráticas, pero gobernar es algo diferente, que obliga a
pactar y hacer concesiones; quien gobierna necesita oponentes con los que
colaborar y no tanto enemigos a quienes desacreditar en todo momento”.
¿Y cuándo ceder y cuándo
no hacerlo?: “La política es el arte de distinguir correctamente en cada caso
entre aquello en lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello en lo que podemos
e incluso debemos mantener el desacuerdo”. Como dice Daniel Innerarity: “Nuestros
ideales dicen algo acerca de lo que queremos ser, pero nuestros compromisos
revelan quiénes somos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.