martes, 17 de septiembre de 2013

ELECCIONES EN ALEMANIA, EMPIEZA LA CUENTA ATRÁS

El próximo domingo Alemania vota. Hasta ahora la actual canciller Angela Merkel ha contado con una cómoda ventaja en las encuestas, pero por cada día que pasa su posición dominante no deja de menguar. Empieza la cuenta atrás. ¿Quién ganará? ¿Qué escenarios políticos se abren? ¿Qué pasará con Europa? ¿Qué quieren los alemanes? Aquí propongo algunas claves.

Los medios de comunicación alemanes son unánimes al calificar la campaña electoral de intrascendente e incluso de previsible y aburrida. Al menos hasta hace dos semanas, cuando Peer Steinbrück, el candidato socialdemócrata y aspirante a derrotar a Angela Merkel, hizo una actuación más que notable en el único debate televisado entre ambos, y después del cual se han ido recortando las distancias que comenzaron por ser casi abismales. Y es que hay razones para Merkel para no bajar la guardia.

En Alemania no hay crisis económica y los temas de la campaña electoral son los clásicos que enfrentan a la derecha y a la izquierda: crecimiento económico frente a protección social y medioambiental. Pero la crisis sí está presente, inconscientemente y siempre amenazando como una espada de Damocles. Los alemanes ya no viven tan bien como antes. Es la cuarta economía mundial, pero la precariedad laboral ya afecta al 22% y los recortes en los sistemas de la seguridad social y en la prestación de seguro de desempleo son una realidad palpable. Con una tasa de paro de sólo el 5,3% ahora la inmensa mayoría tiene un empleo que le proporciona ingresos, pero ¿qué pasaría si la crisis llega a Alemania y los trabajadores se encuentran desprotegidos y con una red social recortada? Esa es la gran baza discursiva de la izquierda, que se centra en las injusticias sociales y el recorte del estado del bienestar, mientras que la derecha confía en que la economía alemana resistirá a largo plazo.


¿Quién ganará?
En política nunca se debería dar nada por sentado. Es cierto que en Alemania la tendencia en los últimos meses ha sido la de una hegemonía prácticamente monolítica de Angela Merkel en las encuestas. Sin embargo, en los últimos días hay estudios que comienzan a romper esa imagen. Por ejemplo, el SPD de Steinbrück ha subido en intención de voto. Es cierto que el 28% del SPD es bastante inferior al 40% de la CDU, el partido de Merkel, sin embargo en Alemania los gobiernos se hacen con coaliciones, y en los últimos días las diferencias entre las dos grandes coaliciones está menguando. Al final, si la suma de los tres partidos de izquierda (SPD, Verdes y Linke) supera a la de la derecha (CDU y FDP), Merkel puede tener problemas, y hoy la izquierda tiene un 46% mientras que la derecha un 45% según una encuesta de la televisión pública alemana ARD.  


¿Qué coaliciones políticas son posibles?
Merkel desea fervientemente mantenerse en el poder junto a sus socios actuales del FDP. Son los socios naturales de la CDU desde los años 80 y comparten la inmensa mayoría de su discurso económico y político. De hecho, la propia FDP ha enfocado su campaña electoral en la movilización de los votantes de la CDU en su favor atizando el miedo a una posible coalición de izquierdas. Necesitan superar la barrera electoral del 5% de los votos para poder tener representación parlamentaria y entrar así en el Gobierno. Por el momento eso no está claro, ya que el FDP no consigue remontar desde hace meses precisamente del 5% en las encuestas de intención de voto, lo que supone un margen muy estrecho para el día de las elecciones en el que todo puede pasar, incluso no llegar a ese 5%. En ese caso Merkel tendría un grave problema ya que podría ser superada por la coalición de izquierdas.

Para que la izquierda gobierne Alemania hoy por hoy necesitaría contar con Die Linke, un partido que se escapa de la tradicional colaboración entre SPD y Verdes. De hecho, es la heredera de los comunistas de la antigua República Democrática Alemana y se fundó con la unión éstos con socialdemócratas y sindicalistas desencantados como una oposición izquierdista a las reformas que el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder efectuó en el mercado laboral durante la primera mitad de la década de 2000. Es decir, es una organización en muchos sentidos enfrentada a los socialdemócratas, que tampoco se fían de ellos. No está claro que pueda existir un entendimiento entre ambas partes y menos para formar el gobierno que dirigirá Europa, y no está claro que Steinbrück quiera firmar una hipoteca con este partido, aunque sería su única oportunidad para ser canciller.

Sin embargo, existiría una oportunidad para el SPD de entrar en el Gobierno, aunque sin su candidato a la cabeza: reeditando la gran coalición con Merkel, un gobierno CDU y SPD como el que ya gobernó entre 2005 y 2009. Merkel vería esta solución como un mal menor ya que ella seguiría siendo canciller y el SPD a largo plazo acabaría completamente desacreditado como opción de izquierdas. Los socialdemócratas perderían toda su credibilidad al pactar de nuevo con una CDU a la que responsabilizan de la injusticia social en Alemania. Ya en las elecciones de 2009 la participación del SPD en la gran coalición fue castigada con un 23% de los votos, el peor resultado de su historia, y eso podría repetirse en 2017 si vuelven a pactar.

Sin embargo, existen otras posibilidades más exóticas, como entre CDU y los Verdes. Muchos autores apuntan a una posible colaboración entre ambos, que no estaría mal vista por Merkel, pero que sigue siendo rechazada masivamente en el seno de los Verdes. Es muy poco probable, por ahora. 


¿Por qué ha paralizado Merkel la política europea?
El miedo de Merkel a actuar en Europa de manera que pueda perjudicar a su campaña es evidente. Ella ha utilizado el relato de que “Alemania es el país responsable que hace los deberes y paga sus facturas a tiempo frente a los demás países menos serios, sobre todo los del sur, que engañan en las cuentas y viven del dinero del contribuyente alemán”. Ese es el discurso con el que justifica su política de austeridad. Sin embargo, la realidad es que Alemania es el país más fuerte de la UE y eso le convierte de facto en su líder. Ese liderazgo implica tomar medidas y realizar compromisos para combatir la crisis, o mejor dicho, para limitar sus consecuencias. Y eso a su vez cuesta dinero que solamente puede salir del contribuyente alemán.

Actuar en Europa contra la crisis supondría así una grave contradicción para Merkel, por lo que prefiere no hacer nada. Un ejemplo de los riesgos que corre es la metedura de pata (¿involuntaria?) de su ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, que anunció públicamente la necesidad de un nuevo rescate a Grecia, fundamentalmente con dinero alemán. Esto abrió una profunda crisis de credibilidad en el Gobierno en plena campaña electoral.


¿Qué puede esperar Europa si gana la izquierda?
Por otro lado, en caso de ganar una coalición de izquierdas deberían cambiar los parámetros utilizados para combatir la crisis en Europa. Al menos ese es el compromiso electoral de SPD, que asegura que pondrá fin a la política de austeridad de Merkel. En concreto, Steinbrück ha afirmado textualmente que “la superación de la crisis europea va a costar dinero. Y será así: a Alemania solamente le irá bien si la va bien a nuestros vecinos”. El SPD se presenta frente a Merkel como la opción de la justicia social. Eso incluye también la relación de Alemania con el resto de Europa, aunque el discurso del contribuyente agraviado es demasiado poderoso y popular como para rechazarlo sin esperar un importante desgaste e impopularidad.

Sin embargo, no olvidemos que, hoy por hoy, Steinbrück sólo pude ser canciller si le apoya el partido de izquierda Die Linke, que se caracteriza por su crítica directa y brutal contra el sistema financiero y el origen de la crisis. Steinbrück tendría que cambiar las reglas del juego en Europa aunque sólo fuera porque sus socios minoritarios se lo exigirían para mantener su Gobierno. Se abriría así una nueva fase en Europa que implicaría no sólo cambios en la lucha contra la crisis sino en el propio diseño de la UE. Por lo tanto, la reacción del resto de estados europeos a una derrota de Merkel sería, seguramente, de expectativa y de incertidumbre. La pregunta sería ¿y ahora qué? A ello se añadirían los correspondientes castigos en las bolsas al nuevo gobierno de izquierdas y ataques desde los mercados, que no aceptarían tranquilamente un cambio de las reglas que les perjudicaría claramente.

En resumen, en caso de ganar, Steinbrück tendría un problema grave: por un lado una izquierda que sostendría su gobierno y que le exigiría actuar contra la impunidad del poder financiero y cambiar las relaciones alemanas con sus vecinos, y una población mayoritaria que no estaría dispuesta a cargar con los costes económicos que supondría reconstruir la economía europea sin compensación, y sobre todo un poder financiero que no aceptaría cambios en sus privilegios.      


¿Seguirá imponiendo Alemania su política de austeridad a Europa?
Depende de si Merkel es reelegida y de cómo los sea. Si la combinación CDU y FDP logra una victoria clara, será interpretada como la confirmación de la actual política de austeridad y de mano firme, por lo que Merkel seguirá aplicándola. Si Merkel necesita pactar con otros para gobernar tendrá que adaptar las líneas maestras de su política europea a las necesidades del pacto de Gobierno, y si pierde, la credibilidad del nuevo Ejecutivo dependerá de que sea capaz de marcar un ritmo y una política diferentes. Al final todos son esclavos de sus discursos. Si gana la coalición actual de gobierno, Europa tendrá más austeridad y más condiciones draconianas para los rescates. A Merkel se lo impone su discurso muy popular de madre protectora de los intereses de los contribuyentes alemanes frente a los irresponsables y manirrotos del sur de europa. Si no lo hiciera, perdería su credibilidad y con ello a la larga el poder.

En caso de un cambio de Gobierno hacia la izquierda, Steinbrück tendría que buscar un elemento diferenciador y cambiar la política alemana con respecto a Merkel. ¿Supone eso que adoptaría un discurso de defensa del interés europeo común, aunque sea a costa de rescatar otras economías a fondo perdido? Eso cambiaría radicalmente la imagen de Alemania en el exterior, pero a costa de un desgaste político interno desaconsejable. ¿Y una gran coalición? Sería el escenario más complicado, ya que ambos polos opuestos tendrían que cooperar y encontrar un punto en común en el que ambas partes tendrían que ceder. La lucha por ver quién cede menos sería atroz.


¿Cuál es la relación de Alemania con Europa?
Alemania está absolutamente enraizada en Europa, por lo que su crecimiento está totalmente supeditado al crecimiento de Europa. Así pues, Alemania crecerá en la medida en que lo haga Europa como bloque económico y político. Alemania necesita el euro y necesita el inmenso territorio de libre mercado para sus exportaciones. Sin embargo, el discurso populista de Merkel de la austeridad y de la defensa del dinero del contribuyente alemán es nacionalista y atenta directamente contra el principio básico de la interdependencia Alemania-Europa.

Merkel justifica su política dando lecciones a los demás. Dice que la economía de Alemania va bien porque realizó una serie de reformas en su sistema de la seguridad social y en el mercado laboral que han permitido a sus empresas rebajar los costes de producción y ganar en competitividad. Sin embargo, lo que no dice es que eso se ha hecho a costa del nivel adquisitivo de los trabajadores, un proceso que, por otra parte, se está realizando ahora en el sur de Europa de manera traumática.

Esta rebaja del coste de producción basado en la moderación salarial ha permitido a las empresas alemanas mantener su competitividad en un escenario internacional en el que las economías de los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) presentan cifras espectaculares de crecimiento económico. Pero sobre todo, ha permitido a Alemania mantener unas cifras de exportación y una balanza comercial con muy buenos resultados.


Sin embargo, las ventajas sólo son a corto y medio plazo, ya que  los terribles costes sociales en forma de trabajos muy mal remunerados (minijobs) e insuficientes para cubrir las necesidades de cada vez más trabajadores, en realidad están creando un escenario en el que estos trabajadores se están quedando desprotegidos frente a la próxima crisis que tarde o temprano llegará a Alemania cuando no sea capaz de mantener sus cifras de exportación y su balanza comercial por sí misma.

Por lo tanto, tarde o temprano dejará su camino en solitario y necesitará a Europa para crecer y protegerse, y evitar así un derrumbe de su sociedad. Y entonces la cuestión será: ¿el crecimiento alemán será europeo? O por el contrario ¿el crecimiento europeo será alemán? Cuando Alemania necesite a la UE para seguir siendo una potencia, entonces es cuando realmente se abrirá un debate sobre el poder en Europa, ya que ahora Alemania está actuando por su cuenta.


¿Qué esperan los alemanes?
En general los alemanes son muy conservadores. Esperan estabilidad política y bienestar económico. Los gobiernos se caracterizan por sus largos años de existencia. La República Federal de Alemania tiene 64 años, 30 de los cuales fueron gobernados por sólo dos cancilleres: Adenauer (1949-1963) y Kohl (1982-1998). Son dos ejemplos de la cultura de la estabilidad, que hizo también posible la gran coalición SPD y CDU entre 2005 y 2009 para evitar una nueva cita electoral cuando no hubo posibilidad de crear gobiernos de otra manera. Por eso a partir de septiembre los alemanes exigirán mantener esa estabilidad, lo que hace que no se deba descartar una nueva gran coalición teniendo en cuenta las actuales previsiones de resultados que impiden una hegemonía clara para alguno de los dos grandes polos políticos.

Esa estabilidad política tiene que venir acompañada de la continuidad de los buenos datos económicos. Aunque de manera general ha bajado el nivel salarial y ha aumentado la precariedad, es cierto que la actual tasa del paro del 5,3% es prácticamente pleno empleo, lo que crea confianza a una población que vive con la conciencia de que la economía de Alemania va bien y que tienen trabajo, mientras están rodeados de países en los que la economía va mal y el paro es altísimo. Esto da una sensación de privilegio y también de temor de que la crisis se pueda contagiar a Alemania. Aquí es donde el discurso maternal y protector de Merkel ha conseguido una aceptación altísima, ya que está diciendo a los alemanes que están haciendo bien las cosas y que por eso no pagarán las consecuencias.


Esta es la razón por la que la o el canciller que gobernará Alemania entre 2013 y 2017 tendrá muy difícil apartarse de este discurso si no quiere sufrir las consecuencias de una enorme impopularidad. Es decir, los alemanes esperan que el próximo mandatario alemán ofrezca estabilidad y garantice el bienestar, aunque sea a costa de todo lo demás.   

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