El próximo domingo
Alemania vota. Hasta ahora la actual canciller Angela Merkel ha contado con una
cómoda ventaja en las encuestas, pero por cada día que pasa su posición
dominante no deja de menguar. Empieza la cuenta atrás. ¿Quién ganará? ¿Qué
escenarios políticos se abren? ¿Qué pasará con Europa? ¿Qué quieren los
alemanes? Aquí propongo algunas claves.
Los medios de comunicación alemanes son unánimes al calificar
la campaña electoral de intrascendente e incluso de previsible y aburrida. Al
menos hasta hace dos semanas, cuando Peer Steinbrück, el candidato
socialdemócrata y aspirante a derrotar a Angela Merkel, hizo una actuación más
que notable en el único debate televisado entre ambos, y después del cual se
han ido recortando las distancias que comenzaron por ser casi abismales. Y es
que hay razones para Merkel para no bajar la guardia.
En Alemania no hay crisis económica y los temas de la campaña
electoral son los clásicos que enfrentan a la derecha y a la izquierda: crecimiento
económico frente a protección social y medioambiental. Pero la crisis sí está
presente, inconscientemente y siempre amenazando como una espada de Damocles.
Los alemanes ya no viven tan bien como antes. Es la cuarta economía mundial,
pero la precariedad laboral ya afecta al 22% y los recortes en los sistemas de
la seguridad social y en la prestación de seguro de desempleo son una realidad
palpable. Con una tasa de paro de sólo el 5,3% ahora la inmensa mayoría tiene
un empleo que le proporciona ingresos, pero ¿qué pasaría si la crisis llega a
Alemania y los trabajadores se encuentran desprotegidos y con una red social
recortada? Esa es la gran baza discursiva de la izquierda, que se centra en las
injusticias sociales y el recorte del estado del bienestar, mientras que la
derecha confía en que la economía alemana resistirá a largo plazo.
¿Quién ganará?
En política nunca se debería dar nada por sentado. Es cierto
que en Alemania la tendencia en los últimos meses ha sido la de una hegemonía
prácticamente monolítica de Angela Merkel en las encuestas. Sin embargo, en los
últimos días hay estudios que comienzan a romper esa imagen. Por ejemplo, el
SPD de Steinbrück ha subido en intención de voto. Es cierto que el 28% del SPD es
bastante inferior al 40% de la CDU, el partido de Merkel, sin embargo en
Alemania los gobiernos se hacen con coaliciones, y en los últimos días las
diferencias entre las dos grandes coaliciones está menguando. Al final, si la
suma de los tres partidos de izquierda (SPD, Verdes y Linke) supera a la de la
derecha (CDU y FDP), Merkel puede tener problemas, y hoy la izquierda tiene un
46% mientras que la derecha un 45% según una encuesta de la televisión pública alemana ARD.
¿Qué coaliciones políticas son posibles?
Merkel desea
fervientemente mantenerse en el poder junto a sus socios actuales del FDP. Son
los socios naturales de la CDU desde los años 80 y comparten la inmensa mayoría
de su discurso económico y político. De hecho, la propia FDP ha enfocado su
campaña electoral en la movilización de los votantes de la CDU en su favor
atizando el miedo a una posible coalición de izquierdas. Necesitan superar la
barrera electoral del 5% de los votos para poder tener representación
parlamentaria y entrar así en el Gobierno. Por el momento eso no está claro, ya
que el FDP no consigue remontar desde hace meses precisamente del 5% en las
encuestas de intención de voto, lo que supone un margen muy estrecho para el
día de las elecciones en el que todo puede pasar, incluso no llegar a ese 5%.
En ese caso Merkel tendría un grave problema ya que podría ser superada por la
coalición de izquierdas.
Para que la izquierda
gobierne Alemania hoy por hoy necesitaría contar con Die Linke, un partido que
se escapa de la tradicional colaboración entre SPD y Verdes. De hecho, es la
heredera de los comunistas de la antigua República Democrática Alemana y se
fundó con la unión éstos con socialdemócratas y sindicalistas desencantados
como una oposición izquierdista a las reformas que el canciller socialdemócrata
Gerhard Schröder efectuó en el mercado laboral durante la primera mitad de la
década de 2000. Es decir, es una organización en muchos sentidos enfrentada a
los socialdemócratas, que tampoco se fían de ellos. No está claro que pueda
existir un entendimiento entre ambas partes y menos para formar el gobierno que
dirigirá Europa, y no está claro que Steinbrück quiera firmar una hipoteca con
este partido, aunque sería su única oportunidad para ser canciller.
Sin embargo,
existiría una oportunidad para el SPD de entrar en el Gobierno, aunque sin su
candidato a la cabeza: reeditando la gran coalición con Merkel, un gobierno CDU
y SPD como el que ya gobernó entre 2005 y 2009. Merkel vería esta solución como
un mal menor ya que ella seguiría siendo canciller y el SPD a largo plazo
acabaría completamente desacreditado como opción de izquierdas. Los
socialdemócratas perderían toda su credibilidad al pactar de nuevo con una CDU
a la que responsabilizan de la injusticia social en Alemania. Ya en las
elecciones de 2009 la participación del SPD en la gran coalición fue castigada
con un 23% de los votos, el peor resultado de su historia, y eso podría
repetirse en 2017 si vuelven a pactar.
Sin embargo, existen
otras posibilidades más exóticas, como entre CDU y los Verdes. Muchos autores
apuntan a una posible colaboración entre ambos, que no estaría mal vista por
Merkel, pero que sigue siendo rechazada masivamente en el seno de los Verdes.
Es muy poco probable, por ahora.
¿Por qué ha
paralizado Merkel la política europea?
El miedo de Merkel a actuar en Europa de manera que pueda
perjudicar a su campaña es evidente. Ella ha utilizado el relato de que “Alemania
es el país responsable que hace los deberes y paga sus facturas a tiempo frente
a los demás países menos serios, sobre todo los del sur, que engañan en las
cuentas y viven del dinero del contribuyente alemán”. Ese es el discurso con el
que justifica su política de austeridad. Sin embargo, la realidad es que
Alemania es el país más fuerte de la UE y eso le convierte de facto en su
líder. Ese liderazgo implica tomar medidas y realizar compromisos para combatir
la crisis, o mejor dicho, para limitar sus consecuencias. Y eso a su vez cuesta
dinero que solamente puede salir del contribuyente alemán.
Actuar en Europa contra la crisis supondría así una grave
contradicción para Merkel, por lo que prefiere no hacer nada. Un ejemplo de los
riesgos que corre es la metedura de pata (¿involuntaria?) de su ministro de
finanzas, Wolfgang Schäuble, que anunció públicamente la necesidad de un nuevo
rescate a Grecia, fundamentalmente con dinero alemán. Esto abrió una profunda
crisis de credibilidad en el Gobierno en plena campaña electoral.
¿Qué puede esperar
Europa si gana la izquierda?
Por otro lado, en caso de ganar una coalición de izquierdas deberían
cambiar los parámetros utilizados para combatir la crisis en Europa. Al menos
ese es el compromiso electoral de SPD, que asegura que pondrá fin a la política
de austeridad de Merkel. En concreto, Steinbrück ha afirmado textualmente que
“la superación de la
crisis europea va a costar dinero. Y será así: a Alemania solamente le irá bien
si la va bien a nuestros vecinos”. El SPD se presenta frente a Merkel como la
opción de la justicia social. Eso incluye también la relación de Alemania con el
resto de Europa, aunque el discurso del contribuyente agraviado es demasiado
poderoso y popular como para rechazarlo sin esperar un importante desgaste e
impopularidad.
Sin
embargo, no olvidemos que, hoy por hoy, Steinbrück sólo pude ser canciller si
le apoya el partido de izquierda Die Linke, que se caracteriza por su crítica directa
y brutal contra el sistema financiero y el origen de la crisis. Steinbrück
tendría que cambiar las reglas del juego en Europa aunque sólo fuera porque sus
socios minoritarios se lo exigirían para mantener su Gobierno. Se abriría así
una nueva fase en Europa que implicaría no sólo cambios en la lucha contra la
crisis sino en el propio diseño de la UE. Por lo tanto, la reacción del resto
de estados europeos a una derrota de Merkel sería, seguramente, de expectativa
y de incertidumbre. La pregunta sería ¿y ahora qué? A ello se añadirían los
correspondientes castigos en las bolsas al nuevo gobierno de izquierdas y
ataques desde los mercados, que no aceptarían tranquilamente un cambio de las
reglas que les perjudicaría claramente.
En
resumen, en caso de ganar, Steinbrück tendría un problema grave: por un lado
una izquierda que sostendría su gobierno y que le exigiría actuar contra la
impunidad del poder financiero y cambiar las relaciones alemanas con sus
vecinos, y una población mayoritaria que no estaría dispuesta a cargar con los
costes económicos que supondría reconstruir la economía europea sin
compensación, y sobre todo un poder financiero que no aceptaría cambios en sus
privilegios.
¿Seguirá imponiendo Alemania su
política de austeridad a Europa?
Depende
de si Merkel es reelegida y de cómo los sea. Si la combinación CDU y FDP logra
una victoria clara, será interpretada como la confirmación de la actual
política de austeridad y de mano firme, por lo que Merkel seguirá aplicándola.
Si Merkel necesita pactar con otros para gobernar tendrá que adaptar las líneas
maestras de su política europea a las necesidades del pacto de Gobierno, y si
pierde, la credibilidad del nuevo Ejecutivo dependerá de que sea capaz de
marcar un ritmo y una política diferentes. Al final todos son esclavos de sus
discursos. Si gana la coalición actual de gobierno, Europa tendrá más
austeridad y más condiciones draconianas para los rescates. A Merkel se lo
impone su discurso muy popular de madre protectora de los intereses de los
contribuyentes alemanes frente a los irresponsables y manirrotos del sur de
europa. Si no lo hiciera, perdería su credibilidad y con ello a la larga el
poder.
En
caso de un cambio de Gobierno hacia la izquierda, Steinbrück tendría que buscar
un elemento diferenciador y cambiar la política alemana con respecto a Merkel.
¿Supone eso que adoptaría un discurso de defensa del interés europeo común,
aunque sea a costa de rescatar otras economías a fondo perdido? Eso cambiaría
radicalmente la imagen de Alemania en el exterior, pero a costa de un desgaste político
interno desaconsejable. ¿Y una gran coalición? Sería el escenario más
complicado, ya que ambos polos opuestos tendrían que cooperar y encontrar un
punto en común en el que ambas partes tendrían que ceder. La lucha por ver
quién cede menos sería atroz.
¿Cuál es la relación de Alemania con
Europa?
Alemania está
absolutamente enraizada en Europa, por lo que su crecimiento está totalmente
supeditado al crecimiento de Europa. Así pues, Alemania crecerá en la medida en
que lo haga Europa como bloque económico y político. Alemania necesita el euro
y necesita el inmenso territorio de libre mercado para sus exportaciones. Sin
embargo, el discurso populista de Merkel de la austeridad y de la defensa del
dinero del contribuyente alemán es nacionalista y atenta directamente contra el
principio básico de la interdependencia Alemania-Europa.
Merkel justifica su
política dando lecciones a los demás. Dice que la economía de Alemania va bien
porque realizó una serie de reformas en su sistema de la seguridad social y en
el mercado laboral que han permitido a sus empresas rebajar los costes de
producción y ganar en competitividad. Sin embargo, lo que no dice es que eso se
ha hecho a costa del nivel adquisitivo de los trabajadores, un proceso que, por
otra parte, se está realizando ahora en el sur de Europa de manera traumática.
Esta rebaja del coste
de producción basado en la moderación salarial ha permitido a las empresas
alemanas mantener su competitividad en un escenario internacional en el que las
economías de los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)
presentan cifras espectaculares de crecimiento económico. Pero sobre todo, ha
permitido a Alemania mantener unas cifras de exportación y una balanza
comercial con muy buenos resultados.
Sin embargo, las
ventajas sólo son a corto y medio plazo, ya que los terribles costes sociales en forma de
trabajos muy mal remunerados (minijobs) e insuficientes para cubrir las
necesidades de cada vez más trabajadores, en realidad están creando un
escenario en el que estos trabajadores se están quedando desprotegidos frente a
la próxima crisis que tarde o temprano llegará a Alemania cuando no sea capaz
de mantener sus cifras de exportación y su balanza comercial por sí misma.
Por lo tanto, tarde o
temprano dejará su camino en solitario y necesitará a Europa para crecer y
protegerse, y evitar así un derrumbe de su sociedad. Y entonces la cuestión
será: ¿el crecimiento alemán será europeo? O por el contrario ¿el crecimiento
europeo será alemán? Cuando Alemania necesite a la UE para seguir siendo una
potencia, entonces es cuando realmente se abrirá un debate sobre el poder en
Europa, ya que ahora Alemania está actuando por su cuenta.
¿Qué esperan los
alemanes?
En general los alemanes son muy conservadores. Esperan
estabilidad política y bienestar económico. Los gobiernos se caracterizan por
sus largos años de existencia. La República Federal de Alemania tiene 64 años,
30 de los cuales fueron gobernados por sólo dos cancilleres: Adenauer
(1949-1963) y Kohl (1982-1998). Son dos ejemplos de la cultura de la
estabilidad, que hizo también posible la gran coalición SPD y CDU entre 2005 y
2009 para evitar una nueva cita electoral cuando no hubo posibilidad de crear
gobiernos de otra manera. Por eso a partir de septiembre los alemanes exigirán
mantener esa estabilidad, lo que hace que no se deba descartar una nueva gran
coalición teniendo en cuenta las actuales previsiones de resultados que impiden
una hegemonía clara para alguno de los dos grandes polos políticos.
Esa estabilidad política tiene que venir acompañada de la
continuidad de los buenos datos económicos. Aunque de manera general ha bajado
el nivel salarial y ha aumentado la precariedad, es cierto que la actual tasa
del paro del 5,3% es prácticamente pleno empleo, lo que crea confianza a una
población que vive con la conciencia de que la economía de Alemania va bien y
que tienen trabajo, mientras están rodeados de países en los que la economía va
mal y el paro es altísimo. Esto da una sensación de privilegio y también de
temor de que la crisis se pueda contagiar a Alemania. Aquí es donde el discurso
maternal y protector de Merkel ha conseguido una aceptación altísima, ya que
está diciendo a los alemanes que están haciendo bien las cosas y que por eso no
pagarán las consecuencias.
Esta es la razón por la que la o el canciller que gobernará
Alemania entre 2013 y 2017 tendrá muy difícil apartarse de este discurso si no
quiere sufrir las consecuencias de una enorme impopularidad. Es decir, los
alemanes esperan que el próximo mandatario alemán ofrezca estabilidad y
garantice el bienestar, aunque sea a costa de todo lo demás.
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