Angela Merkel. |
La
canciller alemana Angela Merkel congela todo lo que le rodea. Su estrategia es
no tomar decisiones importantes hasta después de las elecciones federales del
próximo 22 de septiembre. Ni en Europa, a pesar de la necesidad de un liderazgo
resolutivo contra la crisis, ni en Alemania, donde cuenta con un amplio
respaldo popular. Se trata de no perder ese apoyo. Sin embargo, poco a poco,
como un goteo, se acerca la amenaza de un cambio de gobierno a pesar de todo.
A Angela Merkel le
apoya la mayoría de los alemanes. Según una encuesta de la televisión pública ARD realizada entre el 29 y el 30 de abril, un 59% de los votantes prefieren a
la canciller a su rival directo, el candidato del SPD Peer Steinbrück, que sólo
cuenta con el 28% del apoyo. En esa misma encuesta hasta el 25% de los encuestados
que dicen ser votantes del SPD prefieren a Merkel antes que a su propio
candidato.
“Angie”, como se
presentó la canciller hace ocho años en las primeras elecciones que ganó, se ha
convertido en un símbolo de Alemania. Merkel, que comenzó con una imagen
bastante pobre y poco convincente, se ha transformado en la encarnación de la
nueva voluntad de Alemania en la escena internacional y a la cabeza de la Unión
Europea. Si hace tan sólo una década los alemanes debatían si debían o no
reivindicar un mayor prestigio y liderazgo internacional, hoy ese liderazgo y
esa autoconfianza recuperada se identifican con Merkel.
Peer Steinbrück. |
Ella lo sabe muy bien,
y sabe perfectamente que si gana las elecciones del próximo mes de septiembre
será gracias a su imagen, y no a la de su partido de los cristianodemócratas de
la CDU, ni de sus socios en el Gobierno, los liberales de la FDP. Por eso la
estrategia de Merkel pasa por congelarlo todo hasta septiembre, no tocar nada
que pueda minar sus expectativas.
Sin embargo, la
aplicación de esa estrategia no es fácil. Los deberes comienzan a amontonarse
sobre la mesa y, precisamente a causa de ese liderazgo de Alemania y que
encarna Merkel, se espera de ella que tome decisiones en estos momentos
difíciles. Lo esperan sus socios europeos. Ya en octubre del año pasado hizo
fracasar la cumbre de Bruselas en la que se esperaba que se tomaran una serie
de decisiones para facilitar a los países en crisis que pudieran acceder a
financiación. Merkel lo paró ante el miedo a la reacción de sus votantes que no
quieren poner ni un euro más porque se les ha dicho que, mientras ellos estaban
pagando religiosamente durante años, el resto de europeos se estaban aprovechando.
Es un discurso que emana de la derecha alemana y ha cuajado en la opinión
pública, y que ahora está condicionando la política del gobierno en todos los
sentidos.
Un país paralizado
Pero Merkel también lo
congela todo en Alemania. En ese país hace semanas que no se toman decisiones
de calado. Los medios de comunicación se impacientan. La prestigiosa e influyente
revista Der Spiegel criticó recientemente lo que llamó la “política de símbolos”
de la canciller, completamente vacía de contenido y solamente destinada a
ofrecer imágenes propagandísticas que refuercen su imagen a la espera de las
elecciones. Los medios alemanes alertan que el país no puede permitirse estar
casi un año paralizado a la espera de la cita electoral. No sólo de la federal,
sino de todas las regionales que van sucediéndose hasta la fecha clave.
Ahí Merkel lo tiene
difícil. Baviera elije parlamento el 15 de septiembre y Hesse lo hace el mismo día
22 que a nivel federal. En un principio la derecha surge como clara favorita,
sobre todo en Baviera que es un feudo conservador desde siempre. Sin embargo,
una ola de nepotismo en el partido hermano de Merkel, la CSU, está dañando
seriamente su imagen.
Y es que no puede bajar
la guardia, ni siquiera en Baviera. En Alemania los márgenes entre las mayorías
parlamentarias se ha reducido a un mínimo, lo que tiene consecuencias muchas
veces impredecibles. Por ejemplo, hace un
año, en mayo de 2012, la derecha alemana sufrió un duro golpe al perder por muy
poco el gobierno del Land de Renania del Norte Westfalia, el más poblado del
país. Ahora manda allí una coalición rojiverde, la misma que está amenazando el
futuro de la canciller.
Las últimas encuestas
hablan de una ligera bajada del apoyo a la CDU a pesar de la muy buena imagen
de su líder, y de la no recuperación de su socio FDP. Así, según una encuesta
de Forsa publicada el pasado 7 de mayo, la CDU obtendría un 39%, FDP un 4%
-quedaría fuera del parlamento al no superar la barrera legal del 5% para tener
representación-, SPD un 24% y los Verdes un 15%.
Es decir, la coalición
rojiverde –reforzada la semana pasada en el congreso programático de los Verdes
que contó con la presencia y ovación del líder del SPD Sigmar Gabriel- y la CDU
obtendrían un empate del 39% que sólo rompería el partido de Die Linke, que
obtendría un 8%. Sin embargo, a pesar de ser de izquierdas, su enfrentamiento secular
con los socialdemócratas descarta su inclusión en la coalición e incluso no es
descartable que la propia SPD rechace su apoyo tácito en el Bundestag.
La CDU está bajando en
apoyos, poco a poco. El pasado 24 de abril el mismo instituto Forsa le daba un
42% y un 5% a sus socios del FDP. SPD y Verdes tenían entonces u n punto menos
cada uno. Es decir, la izquierda sube poco a poco y la derecha pierde poco a
poco. ¿A un ritmo suficiente para poner en peligro a Angela Merkel?
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