miércoles, 8 de mayo de 2013

MERKEL O LA ESTRATEGIA DEL CONGELADOR



Angela Merkel.
La canciller alemana Angela Merkel congela todo lo que le rodea. Su estrategia es no tomar decisiones importantes hasta después de las elecciones federales del próximo 22 de septiembre. Ni en Europa, a pesar de la necesidad de un liderazgo resolutivo contra la crisis, ni en Alemania, donde cuenta con un amplio respaldo popular. Se trata de no perder ese apoyo. Sin embargo, poco a poco, como un goteo, se acerca la amenaza de un cambio de gobierno a pesar de todo.

A Angela Merkel le apoya la mayoría de los alemanes. Según una encuesta de la televisión pública ARD realizada entre el 29 y el 30 de abril, un 59% de los votantes prefieren a la canciller a su rival directo, el candidato del SPD Peer Steinbrück, que sólo cuenta con el 28% del apoyo. En esa misma encuesta hasta el 25% de los encuestados que dicen ser votantes del SPD prefieren a Merkel antes que a su propio candidato.

“Angie”, como se presentó la canciller hace ocho años en las primeras elecciones que ganó, se ha convertido en un símbolo de Alemania. Merkel, que comenzó con una imagen bastante pobre y poco convincente, se ha transformado en la encarnación de la nueva voluntad de Alemania en la escena internacional y a la cabeza de la Unión Europea. Si hace tan sólo una década los alemanes debatían si debían o no reivindicar un mayor prestigio y liderazgo internacional, hoy ese liderazgo y esa autoconfianza recuperada se identifican con Merkel.

Peer Steinbrück.
Ella lo sabe muy bien, y sabe perfectamente que si gana las elecciones del próximo mes de septiembre será gracias a su imagen, y no a la de su partido de los cristianodemócratas de la CDU, ni de sus socios en el Gobierno, los liberales de la FDP. Por eso la estrategia de Merkel pasa por congelarlo todo hasta septiembre, no tocar nada que pueda minar sus expectativas.

Sin embargo, la aplicación de esa estrategia no es fácil. Los deberes comienzan a amontonarse sobre la mesa y, precisamente a causa de ese liderazgo de Alemania y que encarna Merkel, se espera de ella que tome decisiones en estos momentos difíciles. Lo esperan sus socios europeos. Ya en octubre del año pasado hizo fracasar la cumbre de Bruselas en la que se esperaba que se tomaran una serie de decisiones para facilitar a los países en crisis que pudieran acceder a financiación. Merkel lo paró ante el miedo a la reacción de sus votantes que no quieren poner ni un euro más porque se les ha dicho que, mientras ellos estaban pagando religiosamente durante años, el resto de europeos se estaban aprovechando. Es un discurso que emana de la derecha alemana y ha cuajado en la opinión pública, y que ahora está condicionando la política del gobierno en todos los sentidos.

Un país paralizado
Pero Merkel también lo congela todo en Alemania. En ese país hace semanas que no se toman decisiones de calado. Los medios de comunicación se impacientan. La prestigiosa e influyente revista Der Spiegel criticó recientemente lo que llamó la “política de símbolos” de la canciller, completamente vacía de contenido y solamente destinada a ofrecer imágenes propagandísticas que refuercen su imagen a la espera de las elecciones. Los medios alemanes alertan que el país no puede permitirse estar casi un año paralizado a la espera de la cita electoral. No sólo de la federal, sino de todas las regionales que van sucediéndose hasta la fecha clave.

Ahí Merkel lo tiene difícil. Baviera elije parlamento el 15 de septiembre y Hesse lo hace el mismo día 22 que a nivel federal. En un principio la derecha surge como clara favorita, sobre todo en Baviera que es un feudo conservador desde siempre. Sin embargo, una ola de nepotismo en el partido hermano de Merkel, la CSU, está dañando seriamente su imagen.

Y es que no puede bajar la guardia, ni siquiera en Baviera. En Alemania los márgenes entre las mayorías parlamentarias se ha reducido a un mínimo, lo que tiene consecuencias muchas veces impredecibles. Por ejemplo,    hace un año, en mayo de 2012, la derecha alemana sufrió un duro golpe al perder por muy poco el gobierno del Land de Renania del Norte Westfalia, el más poblado del país. Ahora manda allí una coalición rojiverde, la misma que está amenazando el futuro de la canciller.
  
Las últimas encuestas hablan de una ligera bajada del apoyo a la CDU a pesar de la muy buena imagen de su líder, y de la no recuperación de su socio FDP. Así, según una encuesta de Forsa publicada el pasado 7 de mayo, la CDU obtendría un 39%, FDP un 4% -quedaría fuera del parlamento al no superar la barrera legal del 5% para tener representación-, SPD un 24% y los Verdes un 15%.

Es decir, la coalición rojiverde –reforzada la semana pasada en el congreso programático de los Verdes que contó con la presencia y ovación del líder del SPD Sigmar Gabriel- y la CDU obtendrían un empate del 39% que sólo rompería el partido de Die Linke, que obtendría un 8%. Sin embargo, a pesar de ser de izquierdas, su enfrentamiento secular con los socialdemócratas descarta su inclusión en la coalición e incluso no es descartable que la propia SPD rechace su apoyo tácito en el Bundestag.  

La CDU está bajando en apoyos, poco a poco. El pasado 24 de abril el mismo instituto Forsa le daba un 42% y un 5% a sus socios del FDP. SPD y Verdes tenían entonces un punto menos cada uno. Es decir, la izquierda sube poco a poco y la derecha pierde poco a poco. ¿A un ritmo suficiente para poner en peligro a Angela Merkel? 

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