Cuando
Esperanza Aguirre dimitió de su puesto como presidenta de la Comunidad de
Madrid pasó al mito. En un acto meditado y con un discurso potente y bien
armado, la ex presidenta anunció que deja la política. Sin embargo, hay muchas
razones para sospechar que no será así y que Aguirre ha pasado a un nivel
superior de la escena política española. La pregunta que surge ahora es ¿quién
debe temer a Esperanza Aguirre?
Fue un acto de
apariencia improvisada pero muy estudiado. El mismo día en el que iba a
realizarse una entrevista en directo en TVE al líder de la oposición Alfredo
Pérez Rubalcaba, Aguirre convocó una rueda de prensa por sorpresa y con urgencia
sin especificar por qué. Un golpe de efecto muy eficaz y manido por los
servicios de comunicación de la Puerta del Sol y que crean una expectación en
los medios de comunicación que rara vez se decepciona.
El lunes 17 de
septiembre de 2012 la noticia estuvo a la altura. Esperanza Aguirre anunció su
dimisión por razones personales y su retirada de la política. Aunque enseguida
se especuló y se le preguntó si su enfermedad tenía algo que ver en su decisión
–ella lo negó-, cada vez hay menos personas que comienzan a sospechar que
Aguirre realmente no deja la política, simplemente pasa a un siguiente nivel.
El anuncio fue un acto de
liberación para Aguirre, ya que se deshace de la pesada mochila del Gobierno
regional de Madrid. Si este cargo le había servido como catapulta para su
carrera política y como ariete contra el gobierno de José Luis Rodríguez
Zapatero, una vez que Mariano Rajoy ganó las elecciones nacionales en noviembre
del año pasado, el sillón presidencial se había convertido en un lastre para su
siguiente misión: ser la portavoz de los críticos del PP con la gestión del
presidente del Gobierno.
La cuestión de ETA
Esa crítica ya ha
comenzado el pasado verano con la cuestión sobre la excarcelación del preso de
ETA Josu Uribetxebarria Bolinaga. Mientras el sector ‘duro’
del PP se oponía a esta medida –entre ellos el ex ministro Jaime Mayor Oreja y
Esperanza Aguirre- el Gobierno advirtió que estaba obligado a acatar la
decisión de los tribunales. Comenzó así la primera trifulca en el seno del PP
sobre la cuestión más difícil para Rayo en clave interna: la gestión del fin de
ETA.
El adelanto
de las elecciones vascas al próximo 21 de octubre garantizan que la cuestión de
ETA se sume a los muchos frentes mediáticos abiertos para el Gobierno, ya de
por sí cada vez más debilitado debido a la crisis económica. Y es que el sector
‘duro’ o anti Rajoy no puede atacar a su líder por sus políticas económicas y
reformas, todas de un estricto corte neoliberal, y por ello tendrá que hacerlo a
través de las cesiones que, inevitablemente, se tendrán que hacer frente al
mundo abertzale para garantizar la paz. Tampoco hay que olvidar el órdago
lanzado por el nacionalismo catalán. Y aquí entra Aguirre.
Si no
quiere desgastar su imagen y su legitimidad dentro del partido, Aguirre no
podía encabezar la oposición a Rajoy al frente de una administración pública
obligada a aplicar las leyes redactas en la Moncloa. Aguirre no podía acompañar
su insumisión en el discurso con una insumisión política y legislativa como
hizo con José Luis Rodríguez Zapatero, cuyas normas eran sistemáticamente
recurridas. Una vez libre del cargo de presidenta y en el limbo del mito de la
derecha española, Aguirre es hoy más peligrosa para Rajoy.
Un
enfrentamiento sin tregua
Francisco Granados. |
Es para todos conocido
el enfrentamiento y la animadversión que Aguirre siente por Mariano Rajoy y sus
aliados, sobre todo el ex alcalde de Madrid y actual ministro de Justicia
Alberto Ruiz-Gallardón. Aguirre encabezó en 2008 a los críticos con la
continuidad de Rajoy al frente del PP tras perder las elecciones de ese año y pagó
por ello. Rajoy ganó el congreso y apartó a sus críticos de los máximos cargos orgánicos
nacionales del PP –entre ellos a Ignacio González, el sucesor de Aguirre- y
apostó claramente por los rivales de la presidenta madrileña.
Aguirre respondió
atrincherándose en el PP de Madrid, apartando y marginando a los partidarios de
Rajoy en el partido regional, entre ellos quien fue vicepresidente regional y
consejero Alfredo Prada. Es más, en torno a esas fechas conflictivas de junio
de 2008 -cuando se celebró el congreso del PP- se produjo el turbio episodio de
los espionajes a miembros del PP fieles a Rajoy con personal adscrito a la
Comunidad de Madrid. Aunque la Justicia ha dado carpetazo al caso, las
sospechas recayeron en Francisco Granados, entonces un fiel de Aguirre, que
habría ordenado el espionaje a Alfredo Prada y al entonces ‘número dos’ de
Gallardón, Manuel Cobo.
Sin riesgos en Madrid
Precisamente Granados e
Ignacio González protagonizaron durante años un enconado enfrentamiento interno
en el seno del PP y del gobierno madrileño por el favor de Aguirre. Ambos querían
ser sus sucesores, pero ganó González. Granados se pasó al bando de Rajoy y fue apartado del Gobierno primero y de la Secretaría General del PP de Madrid después
a favor de González. Esto ocurrió justo después de las elecciones generales de
noviembre. El debate sucesorio estaba cerrado. Ya había un único delfín y
Aguirre podía alejarse del mando directo de Madrid sin el riesgo de que
provocara un vacío de poder y una guerra civil.
Ignacio González. |
Otro elemento a favor
de la dimisión de Aguirre es que, al igual que Ignacio González no tiene nada
que temer de su propio partido en Madrid, tampoco tiene que tener ningún miedo
de la oposición. El Partido Socialista de Madrid, dividido y menguado tras cada
cita electoral, no es ninguna amenaza para que el sucesor de Aguirre –apenas conocido
y sin el carisma de su jefa- mantenga el poder. El secretario general de los
socialistas de Madrid y su portavoz en el Parlamento regional, Tomás Gómez, ha
llevado al partido prácticamente a la ruina, a la división y está ahora más
pendiente de enfrentarse con el PSOE federal para pelear por su supervivencia
política que de hacer oposición. De hecho, la dimisión de Aguirre le cogió
totalmente por sorpresa, sin discurso y sin una posición clara al respecto, a
pesar de que era un escenario muy probable. Nada que temer pues desde la
izquierda.
La pregunta que surge
ahora es ¿qué hará Rajoy si Aguirre ataca? Y, ¿cuándo se producirá ese ataque?
No tardará mucho ya que las elecciones vascas y gallegas están a la vuelta de
la esquina. Será un buen momento para examinar la capacidad electoral del PP –en
cierta manera tocada tras los fracasos en Andalucía y Asturias- y sin duda los
críticos con Rajoy estarán al quite para atacar a su líder si los resultados no
son los esperados. Y seguramente Esperanza Aguirre tendrá un papel protagonista.
Y es que no dejará nunca de ser la ‘Presidenta’ para sus fieles seguidores.
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