miércoles, 16 de noviembre de 2011

¿NUEVA GUERRA CIVIL EN EL PSOE TRAS EL 20–N?

¿Se avecina una nueva guerra civil en el PSOE tras las elecciones generales del próximo 20 de noviembre? Hay muchos indicios de que esto va a ser así, de que los socialistas se enfrentarán de nuevo en una lucha fracticida que debilitará al PSOE aún más tras su previsible derrota electoral.

Los dos bandos corresponderían a los que se enfrentaron hace un año en las primarias en el Partido Socialista de Madrid, un verdadero avance de la guerra que se avecina. Por un lado, los partidarios del actual “aparato” federal dominado por el candidato Alfredo Pérez Rubalcaba y el ministro de Fomento y Portavoz del Gobierno, José Blanco (ambos en una alianza de conveniencia). Ambos pretenderían controlar el PSOE después de las elecciones, aunque se enfrentarán a un resultado nada prometedor, como auguran las encuestas. Sin embargo, es tal el convencimiento de que el PP ganará por mayoría absoluta, que impedir este resultado y obligar a los populares a pactar para poder gobernar sería interpretado como toda una victoria y daría alas y legitimidad a Rubalcaba para imponer su poder en el PSOE.

Frente a esta opción se encuentran los que defendieron la elección del candidato a través de primarias, es decir, los que anunciaron su apoyo a la ministra de Defensa Carme Chacón, que finalmente se retiró de la carrera entre graves acusaciones de pucherazo. Entre los partidarios más acérrimos de la ministra estaba el secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, que ya durante las primarias madrileñas protagonizó un ásperoenfrentamiento con Rubalcaba que, según muchos conocedores de ambos, llegó a influir muy profundamente en sus respectivas precepciones personales.

Miedo a represalias
Gómez, que el pasado 22 de mayo cosechó uno de los peores resultados de los socialistas en unaselecciones autonómicas y municipales –perdiendo feudos tan importantes e históricos como Getafe o Leganés- teme represalias de Blanco y Rubalcaba si ambos se hacen con el poder absoluto del aparato federal tras la marcha de Zapatero como secretario general, que se escenificará previsiblemente en un congreso tras las elecciones. Estas represalias podrían incluso llegar a poner en peligro el puesto de secretario general de Tomás Gómez, que tendrá que enfrentarse a un congreso regional después del federal. No se debe olvidar tampoco que Gómez ganó las primarias en 2010 por poco más de 500 votos de untotal de más de 14.000.

Los partidarios de Gómez y los de Rubalcaba ya están preparando el escenario postelectoral del 21 de noviembre, como se percibe en los recientes enfrentamientos por la configuración de la lista electoral por Madrid, en la que Pedro Sánchez, un partidario de Trinidad Jiménez en las primarias, ha sido ascendido al puesto 11 –con previsibles oportunidades de conseguir escaño, en un principio- en detrimento de Juan Antonio Barrios, histórico dirigente de la corriente Izquierda Socialista. Gómez y sus partidarios escenificaron su protesta en el Comité Federal absteniéndose en la votación de las listas y rompiendo la tradicional unanimidad de este tipo de votaciones.
 
Antes de ello, Gómez escenificó otro grave enfrentamiento al imponer a sus candidatos en la lista electoral socialista al Ayuntamiento de Madrid, encabezada por el gran amigo personal de Rubalcaba, Jaime Lissavetzky, que por una oportuna maniobra de Gómez, se encuentra rodeado de partidarios del secretario general del PSOE madrileño que controla así al Grupo Municipal Socialista. Este control se extiende también al Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid, donde Tomás Gómez es portavoz, y donde solamente contaría con un puñado de detractores, como mucho, en caso de guerra civil.

El enfrentamiento está servido y la línea del frente pasa, a grosso modo, por las mismas trincheras que en el ya histórico enfrentamiento entre ‘guerristas’ y ‘reformadores’ en los años 90. Rubalcaba, un reconocido reformador se enfrentaría a una alianza de ‘viejas glorias’ y ‘jóvenes promesas’ que solamente tienen en común su animadversión por el candidato socialista y el miedo general en el PSOE a perder aún más posiciones de poder e influencia, y con ello cargos públicos, a favor del PP.

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