Los
socialdemócratas alemanes del SPD están viviendo una paradoja: mientras más
éxito tienen a la hora de negociar su peso e influencia en el gobierno federal
de Alemania, más profunda es su crisis de interna, que amenaza incluso con
romper este partido centenario. Se enfrentan a una cuestión que no ha dejado
nunca de ser central en los partidos de las democracias parlamentarias: ¿Se
debe participar en el gobierno cada vez que se tenga oportunidad para hacerlo
para poder aplicar así, aunque sea en parte, el programa político? O, en
cambio, ¿debe ser prioritario preservar la coherencia ideológica para no perder
apoyos en la sociedad a la que se quiere representar?
En las últimas semanas el
SPD ha dado el visto bueno (por la mínima) en un congreso extraordinario a
abrir negociaciones con la CDU de Merkel para reeditar una nueva gran
coalición. En esas negociaciones, los socialdemócratas han logrado arrebatar a
los conservadores el ministerio de Finanzas, el más importante y estratégico,
el mismo desde el cual Merkel y Wolfgang Schäuble dictaron la austeridad a
Europa durante lo peor de la crisis del Euro. Una jugada maestra, teniendo en
cuenta que el SPD consigue así una plataforma de influencia política de primera
mano mucho mayor que desde los ministerios tradicionalmente destinados al socio
menor de las coaliciones de gobierno, como Exteriores o los de carácter social.
En Alemania se hace política con el dinero, por eso el Ministerio de Finanzas
es todo un éxito para un partido que en cada cita electoral no deja de perder
votos y escaños, pero parece capaz de aumentar su poder en la mesa de
negociaciones ante una Angela Merkel impotente y necesitada de socios a toda
costa para poder gobernar.
Pero en vez de provocar
alegría entre los socialdemócratas, -que en las últimas elecciones cosecharon
el peor resultado para el SPD desde el fin de la Segunda Guerra Mundial- este
éxito negociador ha causado estupor entre las bases, sobre todo la decisión del
candidato y jefe del partido, Martin Schulz, de querer asumir la cartera de
Asuntos Exteriores. La causa está en la hemeroteca: el pasado mes de
septiembre, justo después de las últimas elecciones, Schulz aseguró
públicamente que el SPD no reeditaría una nueva gran coalición y que él,
personalmente, nunca entraría a formar parte de un gobierno presidido por
Merkel. En ese momento era consecuente con su discurso electoral. Cinco meses
después las circunstancias han dado un giro de 180º, y ha sido tal el enfado de
las bases del SPD y de algunos dirigentes (entre ellos su ex amigo y ex
secretario general del SPD, Sigmar Gabriel, actual ministro de Exteriores y que
quiere seguir siéndolo), que Schulz ha tenido que renunciar públicamente a ser
ministro. Ha sido poco después de renunciar a la jefatura del SPD, por lo que a
Schulz ya no le queda nada.
Del
milagro Schulz al peor resultado
Hace un año Martin Schulz
estaba lanzado. Las encuestas situaban la intención de voto del SPD en torno al
30% y las bases estaban encantadas. En enero de 2017 fue designado candidato a
la cancillería, y en marzo fue elegido secretario general del partido por el
100% de los delegados de un congreso extraordinario. La gran esperanza del SPD
comenzó una campaña electoral basada en criticar la acción de gobierno de
Merkel centrándose en la denuncia del aumento de los índices de desigualdad en
la sociedad alemana. Schulz buscaba resucitar el antiguo binomio político
derecha-izquierda para situar al SPD como alternativa a Merkel. Pero fracasó:
en Alemania acabó triunfando el discurso transversal de Merkel, y los votantes
que no aceptaron la visión oficial de un país próspero e integrador sin
desigualdades, abrazaron la lógica populista de ‘arriba-abajo’, ‘ellos’ contra
‘nosotros’, y se pasaron en masa a la ultraderecha del AfD que consiguió 94
diputados.
El SPD quedó descolgado y
con el peor resultado electoral de la democracia moderna alemana, el 20,5% y
153 escaños, que son 40 diputados menos que en 2013. Este dato es la confirmación
de una caída libre del SPD en las elecciones federales: en 2013 el 25,7%; en
2009 el 23%; en 2005 el 34,2%; en 2002 el 38,5%; en 1998 el 40,9%. Es decir, en
los últimos veinte años, el SPD ha perdido la mitad de sus votantes. Pero,
mientras ha ido perdiendo votos, solamente ha dejado de gobernar cuatro años:
entre 2009 y 2013. El resto del tiempo ha habido ministros y ministras
socialdemócratas, dos legislaturas (2005-2009 y 2013-2017) bajo el mando de
Merkel.
Un
debate duro
El debate interno en el
SPD es duro: ¿Debe el partido aprovechar cualquier oportunidad para participar
en el gobierno y aplicar así el programa político, aunque sea al precio de
colaborar con Merkel? Aunque sea al precio de perder apoyos sociales. O, por
otro lado, ¿debe el SPD priorizar su coherencia ideológica y su lealtad a esos
apoyos sociales, aunque eso suponga no entrar en el gobierno y, en este caso,
provocar nuevas elecciones con un resultado incierto?
El SPD está partido en
dos y sin liderazgo tras las renuncias de Schulz. Su sucesora designada al
frente del partido, Andrea Nahles, carece de credibilidad para muchos sectores,
ya que comenzó su carrera en el sector más izquierdista de la socialdemocracia,
para acabar abrazando las tesis más posibilistas y ser hoy la mayor defensora
de la gran coalición. Debido a sus virajes, Nahles representa el tipo de
personaje político que muchos militantes y votantes del SPD (y de otros
partidos) no entienden y que refuerza la postura de los contrarios a la gran
coalición que buscan coherencia ideológica desde la oposición. Esta postura
está encabezada por el líder de las juventudes, las Jusos, Kevin Kühnert, que
se ha convertido en la imagen del No a la GroKo (Grosse Koalition).
En el congreso
extraordinario del pasado 21 de enero que aprobó las negociaciones con Merkel,
el No consiguió casi la mitad de los votos de los delegados. El resultado final
de las negociaciones tendrá que ser ratificado por los militantes, y Kühnert y
los suyos confían en que las bases den un portazo a la GroKo. Un dato les
infunde ánimos: desde el 1 de enero hasta el pasado 6 de febrero, la fecha tope
para poder inscribirse como militantes y poder participar en la votación, se
han dado de alta 24.339 personas, lo que aumenta el número de militantes del
SPD a 463.723, el más alto de todos los partidos en Alemania. Los contrarios a
la GroKo dicen que la inmensa mayoría se ha apuntado para decir No.
La votación será por
correo, y los resultados se conocerán presumiblemente el 3-4 de marzo. Los
militantes del SPD podrán decidir si su partido puede jugar un papel
fundamental en la política de Europa a través del ministerio clave de Finanzas,
pero con la condición de hacerlo de la mano de Merkel y de la derecha
conservadora. O, en cambio, cierra la puerta a la GroKo recuperando así
credibilidad entre sus seguidores, pero a cambio de provocar previsiblemente
unas nuevas elecciones con resultado incierto. Las últimas encuestas ya sitúan
al SPD con una intención de voto del 18%.
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