Alemania
tendrá su cuarta GroKo, gran coalición, desde la fundación de la República
Federal en 1949. Así lo han decidido dos tercios de los votos de los militantes
socialdemócratas, en total casi 240.000 personas de los más de 463.000 miembros
del SPD. Atrás quedan meses de un debate interno muy intenso, la dimisión de su
líder Martin Schulz, y el riesgo de división de este partido centenario. Por
delante, la participación en el gobierno federal con el control sobre dos
ministerios de primera categoría y con gran influencia en Europa, Finanzas y Asuntos
Exteriores, y el reto de constituir una nueva dirección que evite la sangría de
votos en las elecciones y la gibarización del partido.
Alemania no ha dado la
sorpresa. Tras meses de incertidumbre sobre el destino del nuevo gobierno
federal, habrá ejecutivo liderado por Angela Merkel. En él participarán los
socialdemócratas. Será la tercera coalición entre socialdemócratas y conservadores
en la era Merkel, desde que ella fue elegida por primera vez canciller en 2005.
Así lo han decidido las bases del SPD: 239.604 militantes con derecho a voto
han votado Sí, el 66% del total de las papeletas. Han dicho No 123.329 militantes, el 33,98%.
Papeleta para los militantes del SPD. |
El resultado es contundente, pero peor que en la consulta de
2013, en la que el 76% de la militancia dio su visto bueno para una gran
coalición. Entonces el partido se mantuvo unido y la participación en el
Gobierno se percibió como una oportunidad para influir en las políticas del
país, a pesar de conseguir cada vez peores resultados electorales. Esta vez se
ha repetido el guion, pero han surgido resistencias. Desde las juventudes del
SPD se han liderado las fuerzas contrarias a la alianza con Merkel, y en el
congreso exprés de finales de enero, un 44% de los delegados votó No a las negociaciones
con la derecha. ¿Cómo actuarán los contrarios a la GroKo? ¿Aceptarán la
derrota? ¿Se constituirá una oposición interna? ¿Habrá fuga de afiliados?
La oposición ya ha abierto sus puertas en las redes sociales
a los posibles descontentos, animando a los militantes socialdemócratas a
abandonar su partido centenario y a sumarse a sus filas. Lo hacen desde los dos
extremos del arco parlamentario: tanto la izquierda poscomunista de Die Linke
como la extrema derecha de AfD. Ambas organizaciones se presentan como las
defensoras del ‘alemán común’ frente a los poderes de todo tipo, y entre ambas
constituyen el 21,8% del Bundestag, el Parlamento alemán. Todo un síntoma de
que, para cada vez más personas, el conflicto político ya no es el tradicional
izquierda-derecha, sino el recurrente arriba-abajo utilizado por los críticos
de la democracia parlamentaria actual.
“Los de arriba contra los de abajo”, en
el SPD
Precisamente el conflicto arriba-abajo ha influido de pleno
en el proceso interno del SPD, y se ha cobrado una víctima de renombre: Martin
Schulz. En las elecciones
del pasado mes de septiembre Merkel volvió a ganar y el SPD cosechó uno de sus
peores resultados históricos, lo que llevó a su entonces líder a desechar una
nueva coalición con los conservadores. El No de Schulz venía motivado por tratar
de ser coherente con su discurso en la campaña electoral, donde quiso mostrar la
diferencia fundamental del SPD con respecto a la CDU de Merkel con el clásico
discurso de la izquierda social frente a la derecha neoliberal. El mensaje era
que no se podía señalar con el dedo a Merkel y pactar con ella después. Pero,
sobre todo, había cuajado entre la militancia y el mundo socialdemócrata y
progresista alemán el convencimiento de que la gran coalición es letal para la
salud del SPD. Los resultados electorales así lo parecen confirmar, ya que cada
vez que se celebran elecciones, los socialdemócratas salen escaldados después
de compartir consejo de ministros con la derecha.
La alternativa al SPD para
Merkel era una coalición inverosímil con los (neo) liberales del FDP y los
verdes. Tras semanas de negociación, fue la FDP la que hizo saltar las alarmas
al negarse a seguir hablando. Merkel tenía tres opciones: o gobierno en solitario,
con todas sus inseguridades, o su tercera GroKo, o repetir elecciones metiendo
a Alemania de cabeza en la incertidumbre política que azota a Occidente, y con
ella a toda la Unión Europea. Ante estas opciones Schulz dijo que se iba a
pensar, soltando la liebre en su partido.
Los resultados de las
negociaciones son brillantes para el SPD, que esta vez sí ha sabido capitalizar
la desesperada necesidad de Merkel de un socio fiable: los socialdemócratas
tendrán al ministro o ministra de Asuntos Exteriores (siempre reservado tradicionalmente
al socio menor de las coaliciones de gobierno en Alemania), y, sobre todo, de
Finanzas. Desde este último sillón es donde Wolfgang Schäuble dirigió la
respuesta europea a la crisis del Euro entre 2012-2013, demostrando que este
ministerio es sinónimo de poder.
La prensa alemana
aplaudió la capacidad de negociación de Schulz y criticó la de Merkel, que por
primera vez en 15 años ha tenido que soportar resistencias internas en su
propio partido. La imagen de una Angela Merkel imbatible y omnipotente se había
roto. Ya se alzaban las primeras voces que reclamaban renovación en la derecha
alemana. Y entonces empezó el desastre en el SPD.
La hemeroteca salió a
relucir y recordó que Martin Schulz había no solo prometido en septiembre que
el SPD nunca repetiría la GroKo, sino que él personalmente no entraría jamás en
el Gobierno. Estas declaraciones le estallaron en la cara cuando se hizo pública
su intención de ocupar el cargo de ministro de exteriores, actualmente bajo el
mando del ex líder socialdemócrata y ex amigo de Schulz, Sigmar Gabriel. Estalló
una bronca monumental en la que la imagen de Schulz acabó hecho trizas, ya que
se le acusó de estar en política para cazar puestos golosos y no el servicio
público. Discurso “arriba contra los de abajo” puro y duro.
Schulz dimitió de todos
sus cargos, pero en el último momento trató de dejar la dirección del SPD en manos
de su aliada Andrea Nahles. Enseguida estalló otro escándalo, ya que se recordó
que Nahles pasó en la última década de encabezar la izquierda del SPD a ser una
presencia constante en la dirección y en los gobiernos federales. Se le acusó
de defender los mismos intereses egoístas que Schulz, y el partido ha tenido
que elegir a Olaf Scholz, alcalde de Hamburgo, como líder provisional, dejando
abierta la cuestión del liderazgo.
El
SPD, una historia al servicio del Estado
Portada del Programa de Bad Godesberg |
Mientras tanto se ha
celebrado la consulta vinculante entre los militantes y, a pesar de la bronca
interna, ha ganado el Sí a la GroKo, ¿por qué? La cultura política del SPD
siempre ha sido de servicio al Estado. Hace un siglo, tras la rendición de
Alemania en la Primera Guerra Mundial y la abdicación del Káiser en 1918,
fueron los socialdemócratas quienes tomaron las riendas del Estado y
construyeron la nueva República de Weimar, enfrentándose a muerte a sus
enemigos en la ultraizquierda y ultraderecha. Años más tarde, ya en la
República Federal, se sumaron al consenso que vinculaba a Alemania occidental a
la OTAN. En el histórico congreso de Bad Godesberg de 1959, el SPD dio un giro
ideológico fundamental, renunciando definitivamente al marxismo y dejando de
ser un partido únicamente obrero, abriéndose a las clases medias. El objetivo
era gobernar para todos.
Esto ocurrió pocos años
después. Entre 1966 y 1969 los socialdemócratas entraron a formar parte del Gobierno
con Willy Brandt como ministro de Asuntos Exteriores. Fue una experiencia muy
positiva, ya que el SPD consiguió ganar las elecciones de 1969 por primera vez desde
la Segunda Guerra Mundial, manteniendo el poder hasta 1982.
La crisis interna de la
CDU de Merkel, fruto de años de gobierno y de desgaste, así como el control de
dos ministerios estratégicos, podría dar al SPD la oportunidad de perfilarse como
la alternativa real de Gobierno en 2021, cuando se celebrarán las próximas
elecciones. Hasta entonces tendrá que constituir una dirección eficaz y creíble,
y defenderse de la oposición que les atacará desde todos los flancos utilizando
el discurso de “los de arriba contra los de abajo” para tratar de debilitar su
base electoral y militante.
No ha habido sorpresa en
Alemania, y la militancia del SPD ha mantenido una tradición de servicio al
Estado de su partido que ya es histórica.
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