lunes, 25 de septiembre de 2017

Alemania ha cambiado

"Recupera tu país", cartel electoral de AfD.
La ultraderecha AfD ha conseguido 94 diputados en el Bundestag. Solamente este dato indica la enorme importancia de las elecciones del pasado 24 de septiembre después de las cuales Alemania ya no es la misma, aunque Merkel ha vuelto a ganar. Es la cuarta vez consecutiva e igualará a Helmut Kohl como la persona que durante más tiempo ha gobernado el país tras la Segunda Guerra Mundial. Pero su victoria es casi pírrica, ya que deberá hacer un verdadero malabarismo político para poder formar gobierno. Los socialdemócratas, por su parte, están en plena caída libre en sintonía con la crisis de la izquierda en Europa. Los dos grandes partidos que han configurado la política alemana desde 1945 han resultado tocados, y ha surgido con fuerza un fantasma que muchos ya daban por enterrado en Alemania.

Los resultados de las elecciones en Alemania han abierto las puertas al parlamento federal, el Bundestag, a un partido de corte populista y de ultraderecha: Alternativa para Alemania, AfD. Nació con el objetivo de protestar contra la política alemana de salvar el Euro y no consiguió por décimas entrar en el parlamento en las elecciones de 2013. Cuatro años después, y tras añadir a su acervo programático anti Euro un discurso claramente xenófobo, nacionalista y antisistema, le han votado el 12,6% de los electores, lo que suponen 94 diputados.

Con este resultado se consolida una evolución que comenzó precisamente tras la fallida entrada parlamentaria en las anteriores elecciones. Desde entonces todas las citas electorales locales y regionales han sido un paseo triunfal para este partido, que desde su fundación no deja de crecer a pesar de sus constantes y endémicas crisis de liderazgo. La AfD ya está en todos los parlamentos regionales y ahora también controla casi una séptima parte del Bundestag, lo que demuestra que a sus electores les da igual quién lidera el partido en cada momento.

¿Quién vota a AfD?

¿Quiénes son esos electores? Según los datos poselectorales, la mayoría son hombres, de Alemania del este (donde incluso han conseguido ser el partido más votado en tres circunscripciones de Sajonia), trabajadores y parados. No es un partido de viejos ni de jóvenes, sino que le votan en su mayor parte gente de entre los 25 y 59 años, especialmente en la franja entre los 35 y 44 años, donde son el 16% del total. Hay menos gente de esa edad que vota a los Verdes, a los liberales del FDP y a la Izquierda, y el mismo número que vota a la SPD. Solamente les supera la CDU de Merkel, que gana en todas las franjas de edad.

Trasvase de votos a AfD.
Pero lo realmente interesante es el trasvase del voto a la AfD según el instituto Infratest Dimap. No es un origen predominantemente conservador, como se podría creer en un principio. La CDU cristianodemócrata ha perdido un millón de votos que en 2013 apostaron por Merkel y que esta vez lo han hecho por la AfD. Pero también la izquierda ha visto como un millón de sus electores de 2013 han elegido esta vez a la ultraderecha: 500.000 ex votantes del SPD, 430.000 de Die Linke (Izquierda) y 40.000 de los Verdes. Es decir, dos millones de ex votantes de los partidos tradicionales alemanes de 2013, tanto de rechas como de izquierda, se han pasado al AfD. A ellos hay que sumar otro millón de abstencionistas que se han movilizado y han elegido a la ultraderecha populista. Es, claramente, un voto protesta tras doce años de gobiernos de Merkel, ocho de ellos en coalición con los socialdemócratas del SPD.

Schulz, el perdedor

Precisamente el SPD es el gran perdedor de estas elecciones. Aunque mantiene la segunda plaza como partido más votado, ya solamente lo han hecho el 20,5% de los electores. Es un 5,2% menos que en 2013, y entonces ya se advertía sobre el mal resultado cosechado. Esta vez los socialdemócratas apostaron fuerte al poner al frente a Martin Schulz, un político con carisma bregado tras años al frente del Parlamento Europeo.

Fuga de votos de SPD.
La candidatura de Schulz no ha evitado el desastre, que se ha manifestado en una pérdida de 40 escaños en el Bundestag y de 1,7 millones de votos. Como ya se ha señalado, 500.000 de esos votos han ido a la AfD, pero también se han perdido 430.000 en favor de los liberales del FDP, 400.000 para los Verdes y 380.000 para Die Linke. Curiosamente, el trasvase de votos con la CDU sale a 20.000 votos en favor del SPD. Es decir, los votantes socialdemócratas de 2013 descontentos se han marchado a todas las fuerzas políticas casi por igual: ha sido una huida hacia todas direcciones, lo que supone una muy mala noticia para el futuro del SPD ya que no existe un solo competidor en el cual concentrarse para recuperar el voto.

Todos los análisis coinciden en culpabilizar a los años de la gran coalición de este desastre, lo que ha provocado que Martin Schulz haya anunciado en la misma noche electoral que ya no habrá más pactos con Merkel. Esto ha provocado una situación difícil para la canciller que tendrá que hacer malabarismos.

“Jamaica”

La palabra más repetida en Alemania tras el 24 de septiembre es “Jamaica”. Así llaman a la única coalición de partidos que puede salvar la gobernabilidad de Merkel. El nombre viene de los colores de los partidos: negro (CDU), amarillo (FDP) y verde (de los Grüne, Verdes). Es la única suma, a parte de la gran coalición, que garantizaría a Merkel una mayoría absoluta para gobernar: 393 diputados, 38 más de los 355 de la mayoría. Existen casos en la política local y regional de coaliciones de este tipo, sin embargo, sigue siendo un escenario muy volátil.

Fuga de votos de CDU.
CDU y FDP son socios naturales. Durante los años de Kohl fue la eterna coalición de gobierno. Después, entre 2009 y 2013 repitieron con Merkel al frente, pero hace cuatro años el FDP no entró en el Bundestag por no alcanzar por poco el 5% de los votos necesario para tener representación parlamentaria. Ahora han vuelto y con fuerza: 80 diputados y el 10,7% de los votos. Pero no son suficientes para gobernar con la CDU entre los dos. El Partido de Merkel ha sido el más votado, con el 32,9% de los votos, pero son un 8,6% menos que en 2013, lo que se traduce en una pérdida de 65 escaños. Paradójicamente, la mayoría de los votos perdidos, 1,3 millones, han ido a parar a la FDP, pero los que faltan son el millón de votos que se han marchado con la AfD.

Ese hueco lo deberían cerrar los Verdes para que Merkel pueda gobernar sin contar con una nueva gran coalición, lo que devuelve a este partido otra vez al centro de la agenda mediática alemana tras su año milagroso de 2012, cuando las encuestas le daban la opción incluso de adelantar al SPD en intención de voto y ganaron las elecciones en el Land muy conservador del suroeste, Baden Württemberg. Desde entonces el entusiasmo por los Verdes se ha congelado, y se han mantenido en un firme, pero inamovible 8 y pico: 8,4 en 2013 y 8,9 en 2017.

La pregunta ahora es si están dispuestos a dejar gobernar a Merkel. Aunque con el tiempo los Verdes han apostado por una política de corte casi exclusivamente medioambiental, dejando en un segundo plano su agenda social, sigue siendo muy difícil para muchos ecologistas hacer tratos con la derecha. El origen izquierdista de los Verdes les ha hecho durante años el socio de gobierno natural con el SPD, pero en los últimos años se han repetido casos de coaliciones con la CDU. Ahora se trata de decidir si quieren dar el salto a nivel federal, lo que sin duda abrirá un debate interno muy profundo en el seno del partido, lo cual puede afectar incluso a su cohesión interna y a su futuro, de la misma forma que afectó el debate por el apoyo al bombardeo de Kosovo en 1999, cuando su líder carismático, Joschka Fischer, era ministro de asuntos exteriores en un gobierno con el SPD.

Merkel no tiene fácil formar gobierno. Y tampoco lo tendrá con la AfD en los escaños de la oposición. Uno de los líderes de la ultraderecha, el ex CDU Alexander Gauland, afirmó que su objetivo a partir de ahora será “cazar” a Merkel, una expresión que adelanta el discurso que la ultraderecha puede empezar a utilizar en el Bundestag y que dista mucho de la cordialidad parlamentaria.

La CDU ha ganado, pero ha sufrido una gran herida, el SPD se está desangrando, los pequeños partidos se han congelado en torno al 8%, y la ultraderecha, con un discurso radical y ofensivo, se ha convertido en el tercer partido más votado. La política alemana ha cambiado. ¿Afectará a Europa?



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