La actual composición
del Congreso de los Diputados ha abierto la caja de pandora de los pactos. De
ser un parlamento que en los últimos 30 años ha funcionado al albur del poder
ejecutivo como consecuencia de las mayorías absolutas o simples que permitían
al partido más votado controlar las instituciones, hoy un puzle de muy difícil
combinación marca el trabajo parlamentario. El primero y más importante y
urgente de ellos la investidura del nuevo Presidente del Gobierno.
En los medios, en los
análisis y en las tertulias se habla de dos bloques ideológicos, incluso de
tres. Estarían representados por PP y Ciudadanos (derecha); PSOE, Podemos (y
sus mareas) e IU (izquierda); y los nacionalistas, una amalgama heterogénea que
incluye tanto a los conservadores del PNV, a izquierdas independentistas como
Bildu o Esquerra Republicana, a conservadores independentistas como Democracia
y Libertad (la antigua CiU), y a la diputada de Coalición Canaria.
Este esquema por
afinidades ideológicas se ha impuesto en el imaginario colectivo de aquellos
que aspiran a comprender este escenario altamente confuso. Sin embargo, para
disgusto de los amantes de la simplificación, es un esquema que no se ajusta a
la realidad, o mejor dicho, la realidad no tiene por qué ajustarse a él.
Comenzando por el
bloque de la derecha. ¿Es homogéneo? ¿Supone esta asignación ideológica que PP
y Ciudadanos están obligados a entenderse en exclusiva y a ser socios porque
comparten ideario y rechazar la negociación con otros? Lo mismo podría decirse
del bloque de la izquierda, en el que la desavenencia es lo único que hasta el
momento ha caracterizado la comunicación entre PSOE y Podemos, lo que aleja el
llamado ‘pacto a la portuguesa’ a pesar de que ambos comparten buena parte del
perfil de su electorado.
Por el momento los
hechos han demostrado que los supuestos bloques ideológicos no deben servir
como guía para comprender la realidad política española, ya que el primer
acuerdo firme y con consecuencias prácticas ha sido al que han llegado PSOE y
Ciudadanos para nombrar al socialista Patxi López presidente del Congreso, con
la abstención del PP y los votos en contra de Podemos. Es decir, un miembro del
bloque de derechas y un miembro del bloque de izquierdas han conseguido llegar
a un acuerdo sin el apoyo de sus ‘compañeros’ ideológicos. ¿Y si este acuerdo
fuera el primer paso hacia un pacto mucho más relevante?
Los
números frente a la ideología
Para ser Presidente del
Congreso hacen falta más votos a favor que en contra. Se trata de una cuestión
de pura aritmética y no ideológica. En el Congreso de los Diputados hay 350 parlamentarios.
Para elegir al Presidente del Gobierno en una primera vuelta son necesarios 176
votos como mínimo, es decir, la mayoría absoluta. Como esa cifra se antoja
imposible por la actual composición de la Cámara, se pasaría a una segunda
vuelta de votación en la que ya solamente es necesaria una mayoría simple, y
esa es la cuestión clave.
A partir de aquí sigue
la mera especulación.
El PP presentaría a
Mariano Rajoy en una primera vuelta que fracasaría ya que, a priori solamente
conseguiría los votos positivos propios, 123 (122 si Gómez de la Serna no vota),
más los 40 de Ciudadanos si seguimos apostando por la solidaridad entre los
bloques ideológicos. En total serían 163 votos, 13 menos de la mayoría absoluta
y 24 menos de la suma de los votos de PSOE, Podemos y los nacionalistas, 187
votos que presumiblemente dirían ‘No’ a un nuevo gobierno del PP. En total 163 ‘síes’
frente a 187 ‘noes’ para Rajoy.
Se pasaría a una segunda
fase. Patxi López podría presentar al rey la candidatura a la investidura del
líder del PSOE, Pedro Sánchez. Con 90 diputados, 33 menos que el PP, podría
parecer una operación condenada al fracaso. Sin embargo, si se activara de
nuevo el acuerdo que ha permitido al PSOE presidir el Congreso, esos 90
diputados del PSOE podrían contar con el apoyo de los 40 de Ciudadanos, es
decir, 130 votos para Pedro Sánchez contra 123 del PP que seguramente votarían ‘No’.
Ni mucho menos sería
suficiente para una investidura en una primera ronda porque faltarían 46 votos
para la mayoría absoluta. Pero, ¿y en una segunda vuelta en la que sólo es
necesaria una mayoría simple? PSOE y Ciudadanos superan al PP, y ¿qué harían
Podemos y los nacionalistas?
Podemos cuenta con 42
diputados propios más otros 27 de las ‘mareas’ regionales. En total 69
diputados que tendrán que elegir si permiten un gobierno del PSOE o lo tumban
directamente sumando sus votos negativos a los del PP. ¿Estaría dispuesto Pablo
Iglesias a ponerse en el mismo lado de Rajoy contra el PSOE? Podemos también
podría abstenerse, lo que con la abstención nacionalista sería suficiente para
hacer de Pero Sánchez presidente con el siguiente resultado: a favor 130, en
contra 123, abstención 97 (aunque seguramente algún diputado nacionalista
votaría a favor, como la de Coalición Canaria que gobierna en las islas con el
apoyo socialista).
Para llegar a este
escenario deben darse muchas carambolas y se debe negociar mucho. Por ejemplo,
Ciudadanos ha apoyado la presidencia del Congreso por parte del PSOE para que
presida la Cámara un partido diferente al del Gobierno. ¿Cambiaría de parecer Albert
Rivera para apoyar a Pedro Sánchez? ¿Qué papel jugaría Podemos? Y los 17
diputados nacionalistas catalanes que apoyan la llamada ‘desconexión’,
¿apoyarían al PSOE o al menos se abstendrían facilitando así la investidura de
Pedro Sánchez?
Este sería un desenlace
difícil, puede que improbable, pero no imposible.
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