El miedo es una de las emociones más potentes del ser humano. Es capaz de activar todos los instintos de supervivencia. El miedo deja poco margen para una toma de decisiones basada en un análisis racional. Por eso es un arma muy poderosa y muy apetecible a la hora de encauzar la opinión pública a tomar una decisión, y más cuando esa decisión es la elección del futuro presidente de los EEUU. Es lo que ocurrió en las elecciones presidenciales de 1964, en las que el miedo a una guerra nuclear decidió el resultado.
El 24 de mayo de 1964 el senador republicano Barry Goldwater estaba en plena campaña para ser nominado candidato a la Presidencia de los EEUU. Ese día fue entrevistado en un medio de comunicación. Salió el tema del peligro de una guerra nuclear, una amenaza muy real en el contexto de la guerra fría que se vivía entonces, y muy cercana para los votantes de EEUU tras el susto que supuso para el mundo la crisis de los misiles de Cuba tan sólo dos años antes. Ese acontecimiento, en el que ambas partes estuvieron a punto de atacarse, marcó un antes y un después en la percepción que tenía la sociedad sobre el peligro a morir víctima de una explosión nuclear en caso de una guerra entre los EEUU y la URSS. La guerra atómica dejó de ser una hipótesis para convertirse en una posibilidad demasiado real y terrorífica para la mayoría de ciudadanos.
El recuerdo al temor nuclear estaba todavía reciente cuando en la entrevista Goldwater fue preguntado sobre qué opinaba acerca del uso de la bomba atómica. Entonces el senador cometió el fallo que marcaría su carrera política: dijo que era un arma más en el arsenal de los EEUU y que como tal no dudaría en utilizarla contra sus enemigos, en especial en el conflicto de Viernam en el que los EEUU estaban entrando de lleno en ese momento. Fue su sentencia.
Goldwater ganó la nominación republicana a la candidatura para la Presidencia de los EEUU. Entonces los demócratas pusieron en marcha su maquinaría. El presidente Lyndon B. Johnson -que se presentaba a las elecciones como candidato demócrata después de suceder a Kennedy tras su asesinato- aprovechó el fallo de su rival hasta exprimir la última gota.
Los demócratas basaron su estrategia electoral en movilizar la emoción del miedo a una guerra nuclear y presentaron a Golwater como un irresponsable y una persona que con su actitud belicista provocaría un holocausto nuclear. Era un discurso basado en la movilización del miedo como emoción fundamental para evitar la victoria de Golwater.
Esta estrategia era posible porque era verosímil. Goldwater se había labrado durante su carrera política la fama de anticomunista duro e intransigente, y de "halcón" partidario de las políticas de fuerza e intervenciones militares. Por lo tanto, a nadie le extrañó lo que decían los demócratas sobre él y lo creyeron sin ponerlo en duda.
Johnson no se centró en explicar a sus votantes su programa para crear el embrión de un Estado del Bienestar en los EEUU, que llamaba "la Gran Sociedad". Tampoco ofreció un programa de política exterior basado en la paz, ya que su administración se estaba involucrando precisamente cada vez más en el conflicto de Vietnam.
Se limitó a centrar su campaña en alimentar el miedo del votante a una guerra nuclear. Su eslogan de campaña era: "El próximo 3 de noviembre vota por el presidente Johnson. Los riesgos de quedarse en casa son muy altos". Y acompañó esta frase con unas imágenes que han quedado para la historia de la comunicación política como un ejemplo de movilización basado en la emoción.
El spot de un minuto presenta a una niña pequeña (y blanca) llamada Daisy desojando una margarita y contando los pétalos que va arrancando. De repente, su voz infantil e inocente es sustituida por una cuenta atrás de tono militar que termina en una explosión nuclear. El mensaje es muy sencillo: Daisy muere por una bomba atómica lanzada por la irresponsabilidad de Goldwater. Nada más. Y nada menos.
Lyndon B. Johnson |
Johnson no se centró en explicar a sus votantes su programa para crear el embrión de un Estado del Bienestar en los EEUU, que llamaba "la Gran Sociedad". Tampoco ofreció un programa de política exterior basado en la paz, ya que su administración se estaba involucrando precisamente cada vez más en el conflicto de Vietnam.
Se limitó a centrar su campaña en alimentar el miedo del votante a una guerra nuclear. Su eslogan de campaña era: "El próximo 3 de noviembre vota por el presidente Johnson. Los riesgos de quedarse en casa son muy altos". Y acompañó esta frase con unas imágenes que han quedado para la historia de la comunicación política como un ejemplo de movilización basado en la emoción.
El spot de un minuto presenta a una niña pequeña (y blanca) llamada Daisy desojando una margarita y contando los pétalos que va arrancando. De repente, su voz infantil e inocente es sustituida por una cuenta atrás de tono militar que termina en una explosión nuclear. El mensaje es muy sencillo: Daisy muere por una bomba atómica lanzada por la irresponsabilidad de Goldwater. Nada más. Y nada menos.
La efectividad de este mensaje fue aplastante: Johnson fue reelegido con el 61,1% de los votos y Goldwater nunca pudo quitarse la imagen de belicista que le supuso su derrota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.