lunes, 7 de mayo de 2012

¿UN NUEVO RUMBO PARA EUROPA?


La victoria de François Hollande abre la cuestión sobre la gobernabilidad de Europa y sobre las recetas contra la crisis. ¿Afectará al eje franco-alemán? ¿Las medidas anticrisis cambiarán tomando un cariz más social y sobrevivirá el Estado del Bienestar? ¿Prevalecerá la política sobre los mercados? Estas son algunas cuestiones que surgen tras la vuelta de los socialistas al Palacio del Eliseo.


Al margen de estas preguntas la victoria socialista en Francia ha dejado claro que una mayoría de franceses –aunque no demasiado holgada del 51,7%- se opone a las políticas de austeridad planteadas por el eje ‘merkozy’. No en vano Hollande aseguró en su discurso de la victoria que “la austeridad no puede ser una condena” y durante la campaña basó su programa en el mantenimiento del Estado del Bienestar.

Había que ofrecer un cambio y una alternativa a la forma de gestionar la crisis, y había que hacerlo en el marco de los partidos políticos comprometidos con las instituciones democráticas y europeas para evitar el riesgo que supone el auge de los partidos extremistas como en Grecia, Holanda y en la propia Francia en la primera vuelta de las elecciones presidenciales.

Ahora el rumbo lo marcará el Partido Socialista francés, al menos en Francia. Pero, ¿podrá imponerse en Europa? Existe una gran oleada de esperanza entre la izquierda europea de que así será. En España, ya conscientes del papel secundario del Estado Español en el entramado de las tomas de decisiones europeas, los progresistas españoles esperan que Hollande imponga unas políticas más benignas con el estado social, mientras que los conservadores temen que se acabe la cobertura europea a sus recortes. Pero en este pensamiento falta el factor Alemania.

El factor alemán
Alemania es la economía más fuerte de Europa y el país más poblado de la UE. Prácticamente su Gobierno presidido por Angela Merkel decide en solitario el rumbo de Europa en esta crisis, pasando por encima de las instituciones europeas y del consenso interestatal. Es el más fuerte, y en momentos extraordinarios se necesitan medidas extraordinarias. Francia solamente ha jugado un papel secundario y basado más bien en legitimar las decisiones de Berlín.

Alemania y los alemanes siguen pagando la tremenda hipoteca que supone la Segunda Guerra Mundial. Saben que en Europa la mayoría de los estados se opondrían a una hegemonía alemana evidente, así como muchos alemanes a los que también les asusta que su país asuma la responsabilidad del mando europeo. Es por ello que Alemania necesita a Francia para legitimar y enmascarar su propia hegemonía, y Francia necesita esta postura de Alemania para seguir manteniendo viva la ficción de la ‘grande nation’. Ya en el tándem ‘Merkozy’ se veía claramente que era la canciller alemana quien llevaba la batuta. Ahora habrá que esperar para saber si Hollande cederá también o tratará de imponer su criterio económico y político.


De todas formas, Merkel ha tomado nota de la demanda de cada vez más ciudadanos europeos antes las políticas de austeridad y recortes, incluso en la propia Alemania. La propia Merkel no tiene asegurada su reelección en 2013 y hace tiempo que perdió la mayoría en la Cámara Alta del Bundesrat en la que están representados los Länder.

La izquierda alemana, dividida
Pero por el momento le salva la incapacidad del SPD de plantear un discurso convincente y, sobre todo, de presentar un líder capaz de aglutinar la oposición a las políticas de la derecha de la CDU. La izquierda alemana está dividida entre los socialdemócratas del SPD, los verdes y los ex comunistas y socialistas de izquierda de Die Linke. Ahora, además, está tomando fuerza una nueva alternativa política, los ‘piratas’, un partido que niega ser un partido y que solamente tiene clara su oposición al sistema político y económico actual. Lo compone una amalgama de personas de diferentes orígenes y con diferentes objetivos. Es lo más parecido a los ‘indignados’ en España y las encuestas les dan un 8% de intención de voto, es decir, presencia parlamentaria.

Con estos mimbres es difícil que la izquierda alemana pueda recuperar el poder el año que viene, sobre todo teniendo en cuenta que en Alemania, al igual que en España, el poder se encuentra concentrado en el Parlamento, que es quien nombra al Gobierno, mientras que en Francia el Presidente de la República es el que atesora la mayoría de las competencias, sobre todo en materia de política exterior. No se debe olvidar que la constitución de la V República francesa se hizo a medida de Charles de Gaulle tras su ‘golpe de estado’ en 1958. Por lo tanto, a diferencias de Francia, en Alemania el Gobierno saldrá de la alianza de una serie de partidos que, sobre todo en la izquierda, no saben o no quieren ponerse de acuerdo. Esto claramente favorece a la derecha.

Esta es la gran baza de Merkel y la razón por la que, al menos hasta el momento, ha estado tomando las decisiones que afectan a toda Europa teniendo en cuenta primordialmente los intereses de sus electores conservadores, no más que el 30% de los votantes alemanes que, sin embargo, no se dispersan en otros partidos. Entre ellos está muy extendido el miedo histórico a la inflación (como la ocurrida en la Alemania de los años 20) y el prejuicio ante los europeos del sur y su supuesto ‘derroche’ del dinero europeo en gran medida pagado por los contribuyentes alemanes. Este es el electorado de Merkel y es a ellos a los que debe convencer si quiere mantener el poder.

Hollande asumirá la Presidencia de Francia y tendrá que aplicar su programa socialista si no quiere perder legitimidad y aumentar la desconfianza hacia los partidos políticos tradicionales en Francia y sumir en la depresión y la impotencia a la izquierda europea. Para ello, sin embargo, necesitará la colaboración y el visto bueno de Merkel, y ella depende de un electorado conservador ajeno e incluso hostil a la demanda de mantener el Estado del bienestar francés y de los países del sur de Europa.

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