“No
nos representan” fue el grito de guerra más popular entre los simpatizantes del
movimiento 15-M en 2011. Desde entonces, este eslogan resume la opinión de una
parte importante de la ciudadanía española y una de las claves de la actual
crisis institucional y política. Cada vez son más los ciudadanos que se
consideran poco o nada representados por el actual sistema parlamentario y que preferirían
aumentar su capacidad de decisión directa en detrimento de la llamada “clase
política”. ¿Es posible más democracia? Según Norberto Bobbio sí, pero su
aumento no depende solamente de si las decisiones las toman muchas o pocas
personas, sino sobre todo en qué ámbitos: “El avance de la democracia se medirá
por la conquista de los espacios que hasta ahora están ocupados por los centros
de poder no democráticos”, escribió.
¿Es posible más
democracia? Esta pregunta generalmente se relaciona con el debate entre
democracia representativa y directa. La
inmensa mayoría de los actuales sistemas políticos democráticos son
representativos, es decir, limitan el papel del ciudadano al de elector de
una serie de representantes que toman las decisiones legislativas y ejecutivas
en su nombre. Por ello las demandas de
una mayor democracia suelen estar ligadas a la democracia directa en el que
los ciudadanos toman las decisiones en detrimento del papel de los
representantes políticos.
Norberto Bobbio |
Pero, ¿es la democracia
representativa realmente tan poco democrática? Y ¿es la democracia directa la
solución para aumentar la democracia?
La
democracia representativa
Bobbio entró en este
debate rompiendo algunos mitos e ideas preconcebidas: “La primera equivocación
de la que debemos liberarnos es que democracia representativa signifique lo
mismo que Estado parlamentario”, recordó y puntualizó: “Del mismo modo que no todo Estado representativo es un Estado
parlamentario, así también el Estado
parlamentario puede no ser una democracia representativa”.
El politólogo italiano
explicó que “en términos generales la expresión democracia representativa
quiere decir que las deliberaciones colectivas, es decir, las deliberaciones
que involucran a toda la colectividad, no son tomadas directamente por quienes
forman parte de ella, sino por personas elegidas para ese fin; eso es todo”. En
otras palabras, según Bobbio “un Estado
representativo es un Estado en el que las principales deliberaciones políticas
son realizadas por los representantes elegidos –no importa si los órganos
donde se efectúan tales deliberaciones sean el Parlamento-, el presidente de la
república, el Parlamento junto con los parlamentos locales, etc.”
Democracia representativa. |
En concreto, “lo que
caracteriza a una democracia representativa es que el representante sea un fiduciario y no un delegado; con respecto al
“qué cosa”, que el fiduciario represente los intereses generales y no los
intereses particulares (precisamente porque representa intereses generales y no
intereses particulares de sus electores rige el principio de la prohibición del
mandato imperativo”.
Es decir, se trata de
democracia representativa cuando un grupo o una comunidad eligen a uno o varios
representantes con capacidad para tener flexibilidad y libertad de acción con respecto a los intereses generales de sus
representados, y por lo tanto no deben ceñirse a su voluntad concreta como
si fuera un guión previo establecido por estos. Pueden ser diputados en un
parlamento, un jefe de Estado (como en EEUU o en Francia), o incluso el
presidente de un club deportivo o de una comunidad de propietarios. Son estos
representantes los que toman las decisiones en nombre del conjunto sin tener
que consultar cada paso y el papel de los electores se acaba en el momento que
eligen a su representante.
La
democracia directa
Por otro lado, el
argumento principal de los partidarios de la democracia directa es, citando a
Rousseau, que “la soberanía no puede ser
representada”. Es decir, para que una democracia sea completa, se deben dar
las condiciones en las que solamente cada ciudadano puede y debe tomar sus
propias decisiones políticas sin
intermediarios. Por lo tanto, como escribió Bobbio, “para que haya
democracia directa en el sentido propio de la palabra, es decir, en el sentido
de que directo quiere decir que el individuo participa en primera persona en
las deliberaciones que la atañen, es necesario, en primer lugar, que entre los
individuos deliberantes y la deliberación que lo involucra no haya ningún
intermediario”.
Democracia directa. |
Sin embargo, Bobbio también
advirtió de que “si por democracia directa se entiende estrictamente la
participación de todos los ciudadanos en todas las decisiones que le atañen,
ciertamente la propuesta es insensata.
Es materialmente imposible que todos decidan todo en sociedades cada vez más
complejas”. Aunque es cierto que con este modelo aumenta la democracia en el
sentido de que el ciudadano ve crecer su capacidad de toma de decisiones, según
Bobbio “la democracia directa no es suficiente cuando se considera que las
instituciones de la democracia directa, en el sentido propio de la palabra, son
dos: la asamblea de los ciudadanos deliberantes sin intermediarios y el
referéndum. Ningún sistema complejo, como es el Estado moderno, puede funcionar
solamente con uno o con otro; ni siquiera con ambos al mismo tiempo”.
En resumen, la
democracia representativa es práctica pero otorga menos capacidad de decisión a
los ciudadanos y es menos democrática, y la democracia directa permite al
ciudadano participar en mucha mayor medida, pero no es de aplicación práctica. ¿Son
incompatibles ambas formas de democracia?
Para Bobbio es posible el compromiso entre ambas formas,
ya que “la democracia representativa y la democracia directa no son dos
sistemas alternativos, en el sentido de que allí donde existe uno no puede
existir el otro, sino que son dos sistemas que pueden integrarse
recíprocamente. (…) En un sistema de democracia integral las dos formas de
democracia son necesarias, pero no son, consideradas en sí mismas,
suficientes”. ¿Por qué no son suficientes?
Democratizar
los flujos de poder
La clave de la
democracia para Bobbio no estaba solamente en quién toma las decisiones, sino
sobre todo dónde se toman. Y para ello es imprescindible reconocer lo que
denominó “flujo de poder”: “El flujo
del poder no puede tener más que dos direcciones”, escribió, “o es
descendiente, es decir, se mueve de arriba abajo, o ascendente, es decir, de
abajo hacia arriba”.
Por lo tanto, según
este autor, “si se puede hablar hoy de un proceso de democratización, éste
consiste no tanto, como erróneamente se dice, en el paso de una democracia
representativa a la democracia directa, como en el paso de la democracia política
en sentido estricto a la democracia
social, o sea, en la extensión del poder ascendente, que hasta ahora había
ocupado casi exclusivamente el campo de la gran sociedad política”.
Es decir, según Bobbio,
para aumentar en democracia se debe pasar “de la democratización del Estado a
la democratización de la sociedad”.
Un consejo de administración. |
¿A qué se refería? A
que la democracia debe romper el actual marco político institucional y
adentrarse en otras esferas sociales que no funcionan con criterios democráticos
pero que son clave para la vida de las personas: “Los dos grandes bloques de
poder descendente y jerárquico en toda sociedad compleja, la gran empresa y la administración pública, hasta ahora no han
sido afectados por el proceso de democratización; y hasta que estos dos bloques
resistan la presión de las fuerzas que vienen de abajo, no se puede decir que
la transformación democrática de la sociedad se haya realizado”.
En resumen, según
Bobbio “el avance de la democracia se medirá por la conquista de los espacios
que hasta ahora están ocupados por los
centros de poder no democráticos”. ¿Cómo se consigue?
La
solución: la democracia pluralista frente la concentración del poder
Bobbio lo tenía claro: “La
democracia de un Estado moderno no puede ser más que una democracia pluralista. Veamos por qué: la teoría democrática y la
teoría pluralista tienen en común el ser dos propuestas diferentes, pero no
incompatibles, más aún, pueden coincidir y complementarse contra el abuso de
poder; representan dos soluciones diferentes, pero no necesariamente
incompatibles, contra el poder excesivo”.
¿Qué dicen ambas
teorías?: “La teoría democrática toma en consideración el poder autocrático, es decir, el poder que parte desde arriba, y
considera que la solución a este tipo de poder no puede ser más que el poder desde abajo. La teoría pluralista
toma en consideración el poder
monocrático, es decir, el poder concentrado en una sola mano, y considera
que el remedio a este tipo de poder es el poder
distribuido”.
Por lo tanto, si se
quiere aumentar la democracia no se debe tener en cuenta solamente el duelo
clásico entre gobernantes y gobernados, sino, sobre todo, la lucha contra la suma de poder (económico, social, cultural y no
solamente político) concentrado en cada vez menos manos. En este sentido Bobbio
afirmó que “la democracia de los modernos es el Estado en el que la lucha
contra el abuso de poder se desarrolla en dos frentes, contra el poder desde
arriba en nombre del poder desde abajo y contra el poder concentrado en nombre
del poder distribuido”.
Democracia
es poder disentir
Para Bobbio lo fundamental
para aumentar la democracia es combatir el exceso de poder concentrado. Ello
solamente se consigue haciendo que ese poder se diluya en una sociedad
pluralista, y para conseguir una sociedad pluralista es fundamental la libertad de disentir: “El pluralismo
permite darnos cuenta de una característica fundamental de la democracia de los
modernos con respecto a la de los antiguos: la libertad, más aún, lo lícito del
disenso. (…) Una sociedad en la que el
disenso no esté permitido es una sociedad muerta o condenada a morir”. En
este sentido citó a Franco Alberoni que dijo: “La democracia es un sistema
político que presupone el disenso. Ella requiere únicamente el consenso en un
solo punto, sobre las reglas de la contienda”.
El problema de una sociedad
pluralista es que cada opinión debe ser respetada y por ello resulta muy
difícil llegar a consensos en la toma de decisiones. Pero, por otro lado, si se
llega a esos consensos, éstos serán más duraderos porque se toman desde una
posición de libertad y por lo tanto son reales: “En un régimen que reposa en el
consenso no impuesto desde arriba, alguna forma de disenso es inevitable, y que
solamente allí donde el disenso es libre de manifestarse, el consenso es real y
que, solamente allí donde el consenso es real, el sistema puede llamarse
justamente democrático. Por esto digo que existe
una relación necesaria entre democracia y disenso, porque, repito, una vez
admitido que la democracia significa consenso real y no ficticio, la única
posibilidad que tenemos de aceptar que el consenso es real es aceptar su
contrario”.
Por todo ello Bobbio afirmó
que “solamente en una sociedad
pluralista es posible el disenso; antes bien, no es sólo posible sino
necesario”.
Es decir, según Bobbio,
para que haya más democracia no se trata solamente de que la forma de toma de
decisiones sea directa o a través de representantes, sino más bien que el poder
que hace posible esa toma de decisiones no se encuentre concentrado en pocas
manos. Para ello la democratización debe
ir más allá de las instituciones políticas e incluir otros espacios y agentes
sociales fundamentales, como por ejemplo los consejos de administración de
las grandes empresas que influyen en nuestras vidas. La única manera de evitar
la concentración del poder es a través de una sociedad pluralista, y ésta
solamente es posible aceptando todas las opiniones y posturas por muy
contrarias que sean, con el único requisito de ser capaces de llegar a un
consenso sincero en los temas clave. Si se consigue llegar a esta sociedad pluralista
se habrá conseguido más democracia.
Así, para la reflexión
de Bobbio “todo está completo: caminando el recorrido en sentido inverso, la
libertad de disenso tiene necesidad de una sociedad pluralista, una sociedad pluralista permite una mayor distribución del poder, una
mayor distribución del poder abre las puertas a la democratización de la
sociedad civil y, por último, la democratización de la sociedad civil amplía e
integra la democracia política”.
En resumen: es posible
aumentar la democracia si somos capaces de respetar todas las opiniones
diferentes a las nuestras y construir una sociedad realmente plural capaz de
llegar a consensos sinceros que evite la concentración del poder en pocas
manos. Solamente así cada individuo se verá políticamente integrado y la forma en la que se tomen las
decisiones, ya sea directamente o mediante representantes, no será relevante.
Artículo disponible en Ssociólogos.com
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