miércoles, 30 de julio de 2014

El voto a Podemos, ¿consecuencia de la incertidumbre y el miedo al futuro?

La encuesta del CIS elaborada después de las elecciones europeas del pasado 25 de mayo revela una serie de datos fundamentales para conocer un poco mejor al votante de Podemos. Según este estudio, estas personas son las que más temor sienten sobre su futuro laboral y las que reconocen sentirse menos felices en comparación con los votantes de otros partidos. Sufren lo que el sociólogo Zygmunt Bauman denomina la “profana trinidad”: incertidumbre, inseguridad y desprotección ante el futuro. ¿Es el auge de Podemos la expresión en las urnas de las consecuencias de la llamada modernidad líquida?   

A medias del mes de julio el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicó su estudio poselectoral de las elecciones europeas celebradas el pasado 25 de mayo. En esas elecciones la gran sorpresa fue Podemos, que consiguió más de 1,2 millones de votos prácticamente sin previo aviso en ningún sondeo preelectoral. Según el estudio del CIS, estos votantes son, sobre todo, urbanos, de clase media y jóvenes. Pero lo que les diferencia de los votantes del resto de partidos es su sentimiento de miedo e incertidumbre respecto a su futuro laboral inmediato, lo que podría explicar que sean estas personas las que sufren un mayor grado de infelicidad comparado con el resto.

En concreto, los datos del CIS dicen que Podemos fue el partido que contó con apoyos mayoritarios en las franjas de edad de los 18 y 24 años (25%) y la de los 25 y 34 años (19,4%), además de una importante presencia entre los 35 y 44 años (14,9%) y los 45 y 54 años (15,3%). También lidera entre los votantes con estudios de segunda etapa de Secundaria (17,5%) y FP (15,2%), y tiene una gran presencia entre los votantes con estudios superiores (14%). Las ciudades a partir de 100.000 habitantes son sus hábitats mayoritarios, y se ubican, sobre todo, como miembros de las nuevas clases medias (14,4%) y como obreros no cualificados (14,4%), pero también con una importante presencia en la clase alta/media-alta (12,7%).

Pero donde los votantes de Podemos destacan por encima del resto es en su pesimismo con respecto a sus expectativas de futuro laboral. Así, en la pregunta “¿Piensa usted que es muy probable, bastante, poco o nada probable que durante los próximos doce meses pierda su empleo actual?”, la proporción de los votantes de Podemos que creen que es ‘probable (muy o bastante)’ que pierdan su empleo es mayor que en los demás partidos (23,5%). Por otro lado, la proporción de los que creen que es ‘nada probable’ es menor entre los votantes de Podemos (24,5%) que en el resto.



Una de las consecuencias de esta percepción podría ser el menor grado de felicidad entre los votantes de Podemos. En la pregunta “En términos generales, ¿en qué medida se considera usted una persona feliz o infeliz?”, la media de los electores de Podemos en una escala de 0 (completamente infeliz) a 10 (completamente feliz) es del 6,93. Es decir, se consideran más infelices que los votantes del PP (7,49), PSOE (7,04), Izquierda Plural (7,23), o UPyD (7,34). En concreto, los votantes de Podemos se sienten más infelices que la media de los votantes (6,93 frente a 7,12).



En resumen, a pesar de encontrarse en la plenitud de su vida, contar con una buena base de estudios y formación, de vivir en las zonas con mayor riqueza y oportunidades del país y de ubicarse entre las clases sociales con mejor nivel de vida, los votantes de Podemos son los más pesimistas con respecto a su futuro laboral y se sienten más infelices. ¿Por qué?

En el pre-borrador de su ponencia política, publicado en la prensa, Podemos apunta a la causa de estos miedos y la identifica como la clave de su éxito: “Una buena parte de la contestación social hoy existente deriva de una crisis de expectativas que ya no se repetirá para las siguientes generaciones”. Para Podemos su voto es una expresión de contestación social y su auge es consecuencia de la crisis de expectativas de futuro entre la generación joven, de clase media, con estudios y urbana. ¿Cómo se ha llegado a esa crisis?


Incertidumbre, inseguridad y desprotección

El sociólogo Zygmunt Bauman describe la sociedad actual utilizando tres palabras que denomina como “la profana trinidad”: incertidumbre, inseguridad y desprotección, y explica que “cada una de las cuales genera una angustia aguda y dolorosa al ignorar su procedencia”. Esta es una de las consecuencias de lo que Bauman califica como ‘modernidad líquida’, que es también el nombre de una de sus obras clave.

Lo sólido se resquebraja y es inundado por lo líquido que es, por definición, móvil y constante. Las relaciones sociales, el trabajo, la identidad, las expectativas, todo es inundado por la nueva realidad líquida y es arrasado sin contemplación. Los valores que servían de referencia para las generaciones anteriores hoy no sirven, como ocurre por ejemplo en el mundo del trabajo. “Los códigos y conductas que uno podía elegir como puntos de orientación estables, y por los cuales era posible guiarse, escasean cada vez más en la actualidad”, afirma Bauman en su obra.

Zygmunt Bauman
En la época llamada de la modernidad sólida, Bauman explica que el trabajo era el elemento clave contra la incertidumbre y para la participación del individuo en la sociedad. En el llamado modelo de producción fordista existía una dependencia mutua entre el capital y el trabajo que anclaba a ambos sobre el terreno y hacía de la previsibilidad y de la falta de movilidad un valor fundamental. El capital necesitaba contar con sus trabajadores a largo plazo para asegurar la producción, y éstos podían presionar a través de la acción colectiva y los sindicatos para conseguir mejoras en las condiciones de trabajo.

Era una época en la que el individuo se percibía como productor y la ética del trabajo lo convertía en un fin. El trabajo marcaba la vida, se era alguien en la sociedad en función del tipo de trabajo que se tenía y la utilidad de una persona en el seno de la sociedad se medía en función de su productividad. Las carreras profesionales a largo plazo estaban aseguradas en los empleos cualificados. Era un mundo en el que se podía planificar el futuro con bastantes posibilidades de acierto. 

Sin embargo, en las últimas décadas la sociedad ha cambiado. “La sociedad posmoderna considera a sus miembros primordialmente en calidad de consumidores, no de productores. Esa diferencia es crucial”, asegura Bauman.

En la era de la posmodernidad o modernidad líquida “la flexibilidad es el eslogan de la época, que cuando es aplicado al mercado de trabajo presagia el fin del empleo tal y como lo conocemos”, caracterizado por “contratos breves, renovables o directamente sin contratos”, afirma el sociólogo. Esta flexibilidad ha cambiado el carácter del trabajo. Todo es a corto plazo y “es más el resultado de una oportunidad que de una planificación”, escribe Bauman.

El capital ha dejado de depender del trabajo. Ahora el capital es “ligero, liviano, viaja sin equipaje y es móvil”. El capital ha dejado de estar atado a un territorio y como consecuencia viene y va de un lugar a otro sin compromisos ni ataduras. La deslocalización de la producción, las fusiones de empresas, o la simple eliminación de plantillas enteras que ya no se necesitan, marcan el fin de la posibilidad de vivir una carrera profesional en el seno de una misma empresa a lo largo de la vida laboral.

Esta ruptura con los compromisos hacia los trabajadores tiene como consecuencia que el trabajo haya dejado de ser el fundamento ético de la sociedad y el elemento que define a las personas para convertirse en un instrumento que, simplemente, permite actuar a los individuos como consumidores. Como dice Bauman, “el trabajo ya no puede ofrecer un huso seguro en el cual enrollar y fijar definiciones del yo, identidades y proyectos de vida”.

El Estado tampoco puede cumplir ya su papel protector, horadado implacablemente por las fuerzas móviles del capital que marcan el paso y ponen las condiciones bajo la amenaza de marcharse del lugar de producción y dejar un páramo sin posibilidad de recuperación. Las condiciones impuestas al Estado son tajantes: rebajas fiscales, reformas laborales, privatización de servicios, cambios en el ordenamiento jurídico para controlar la deuda, etc. “Parece haber poca esperanza de rescatar los servicios estatales que proporcionaban certidumbre y seguridad”, lamenta Bauman.

De la previsibilidad, seguridad y rutina en el trabajo (hablando en términos generales) se ha pasado a la incertidumbre, inseguridad y desprotección. La incertidumbre provocada por la falta de control sobre el presente provoca que la planificación sólo sea a corto plazo: “Cuanto menos control tenemos del presente, menos abarcadora será la planificación del futuro. La franja de tiempo llamada ‘futuro’ se acorta, y el lapso total de una vida se fragmenta en episodios que son majeados ‘de una sola vez’”, explica Bauman.


Crisis de expectativas

Como afirma el documento de Podemos, se ha producido una “crisis de expectativas” que afecta, sobre todo, a aquellos que se educaron con los antiguos valores y objetivos vitales sin llegar a percibir y comprender las consecuencias del actual cambio social. Es decir, la franja de edad en la que predominan sus votantes, entre los 18 y 44 años, son personas que se han visto impedidas a cumplir sus deseos de emancipación o que están sufriendo incertidumbre e inseguridad, sobre todo en sus ámbitos laborales, lo que les impide una planificación a largo plazo de sus objetivos vitales (por ejemplo, sufren la inseguridad de poder cumplir con el pago de hipotecas a lo largo de 20 o 30 años). Esto explicaría, por un lado, su temor a perder sus empleos y, sobre todo, su insatisfacción e infelicidad porque no ven el momento de llegar a la meta de sus aspiraciones.

Zygmunt Bauman describe así esta situación en la sociedad “líquida”: “Existe más bien una variedad del juego de las sillas en las que dichas sillas tienen diversos tamaños y estilos, cuya cantidad y ubicación varían, obligando a hombres y mujeres a estar en permanente movimiento sin prometerles completud alguna, ni el descanso o la satisfacción de haber llegado, de haber alcanzado la meta final donde uno pueda deponer las armas, relajarse y dejar de preocuparse”.

Mientras la economía funcionaba y era factible y verosímil encontrar un empleo con unos ingresos que permitían hacer frente a los gastos de la sociedad de consumo y de las expectativas vitales (vivienda, coche, vacaciones, educación de los hijos, etc.), la incertidumbre no tenía por qué transformarse en temor. Sin embargo, debido a la crisis económica y con un paro superior al 25%, la inseguridad laboral se transforma en terror, alimentado por las imágenes y mensajes repetidos en los medios de comunicación sobre desahucios, paro de larga duración, etc.


¿Un futuro a corto plazo para Podemos?

Podemos ha conseguido conectar con este temor y debido a sus críticas y ataques a lo que llama “régimen de 1978” y “casta” (y a una masiva presencia mediática que le ha permitido trasladar su mensaje), es capaz de proyectar ante sus votantes la imagen de un culpable concreto de sus frustraciones y miedos.

Podemos ha capitalizado el voto del segmento de población afectado por la incertidumbre y la inseguridad, sin embargo prevé que su actual momento de auge tendrá un fin inevitable. En el mismo pre-borrador de la ponencia política, esta formación augura que la crisis de expectativas que ahora le nutre de votos “ya no se repetirá para las siguientes generaciones”, porque, según su análisis, “les hace mella el efecto domesticador del miedo y del empobrecimiento”. En otras palabras, según Podemos, las siguientes generaciones ya educadas en la modernidad líquida carecerán de las frustraciones políticamente movilizables de los actuales votantes de Podemos y aceptarán la nueva realidad postcrisis caracterizada por la precariedad y el empobrecimiento.

Pero Podemos no sólo se preocupa de la presumible pérdida de gancho electoral a largo plazo, sino que, al más puro estilo del pensamiento cortoplacista posmoderno que describe Zygmunt Bauman, ya alerta sobre lo que podrían ser las causas inmediatas de un posible parón en su crecimiento: “La crisis política puede tener mucha menos duración que la económica: no tenemos todo el tiempo del mundo”. No pueden esperar a que pase una generación para instalarse definitivamente en el espectro político español, y tampoco pueden contar con que los insatisfechos de hoy con los partidos tradicionales no lo vayan a estar mañana con Podemos si no cumple con las expectativas que ha despertado. Es decir, si Podemos consigue instalarse en las instituciones y el miedo y la incertidumbre de sus votantes sigue existiendo, ¿qué le diferenciaría del resto de partidos?

La base electoral de Podemos entre el segmento del ciudadano atemorizado e indignado por la crisis de expectativas, provoca la formulación de una serie de cuestiones sobre su futuro: ¿Puede sobrevivir a largo plazo en una sociedad cuyas próximas generaciones podrían aceptar la incertidumbre y la inseguridad en sus vidas? ¿Ha alcanzado ya el límite de crecimiento o puede encontrar apoyos en otros segmentos sociales? ¿Es una expresión política coyuntural de un segmento insatisfecho que podría negarle su apoyo a medio o corto plazo?

Artículo disponible en la web Ssociologos 

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