Cuando
se habla de India y de su espectacular crecimiento económico hay que hablar de
su gente. Hoy supera los 1.200 millones de habitantes y va camino de adelantar
a China como el estado más poblado del mundo a finales de la presente década. Solamente
este dato indica que India es más que un simple país, es un continente con 14 idiomas
oficiales, diferentes culturas y religiones. Todo un ejemplo de diversidad y de
convivencia que durante 65 años ha funcionado razonablemente bien. Sin embargo,
se están levantando sombras que ponen en peligro este respeto y que incluso
podrían poner en duda la viabilidad de este enorme país.
Cuando India se
independizó en la medianoche del 14 de agosto de 1947 sus dirigentes lo tenían
claro: tenía que ser un estado secular. Ninguna religión debía imperar sobre
las demás para que el proyecto del nuevo país independiente fuera viable
después de que el Reino Unido decidiera partir su colonia en dos nuevos estados: India y Pakistán. Los padres de la independencia, Gandhi y Nehru,
conocían muy bien a sus compatriotas, y los siglos de dominación extranjera
basada en criterios religiosos –los mogoles y los británicos- habían impedido
la integración de la sociedad y levantado barreras entre las comunidades
religiosas. Así pues, el nuevo estado tenía que ser secular para evitar que un
grupo religioso se alzara sobre el resto y hacer posible así un futuro para el
nuevo país.
El éxodo de 1947. |
Sin embargo, esta
medida no pudo impedir que se produjera el mayor éxodo de la historia
contemporánea y que 16 millones de musulmanes e hindúes huyeran al Pakistán musulmán
o a India y que muriera más de un millón de personas en el tránsito debido a la
violencia religiosa. Desde entonces, la sombra del odio y de la intolerancia ha
estado planeando sobre India incansablemente.
Esta intolerancia
basada en criterios religiosos –lo que en India se llama ‘comunalism’- resulta
un instrumento político muy peligroso que hoy está siendo utilizado por algunas
organizaciones que ponen en peligro la convivencia en aras de conseguir mayor
rédito político.
Una mezcla de culturas y
religiones
La gobernanza de India
es todo un reto. Los más de 1.200 millones de indios tienen 14 idiomas
oficiales y pertenecen en su mayoría a cuatro grandes grupos religiosos. Son el hinduismo
(80,5%), el Islam (13,4%) –India es el estado con el segundo mayor número de
musulmanes del mundo-, el cristianismo (2,3%) y el sikhismo (1,9%). (Datos del CIA World Factbook).
Musulmanes indios. |
Aunque el estado es
secular, cada individuo está etiquetado de alguna que otra forma por su pertenencia
a alguno de estos grupos ya que, más que una opción religiosa personal, estos
grupos todavía marcan unas pautas culturales y sociales muy fuertes de las que
el individuo no puede sustraerse. Crean identidad en un país en el que sus
habitantes hablan diferentes idiomas, y es precisamente en esa identidad donde
radica el principal desafío a la viabilidad del Estado indio.
Gobernada durante la
mayor parte de su existencia por el Partido del Congreso –continuación del movimiento
independentista e impulsor de la Constitución secular y de sus principios democráticos-
India ha visto crecer en las últimas décadas una alternativa a esta hegemonía
en forma del partido Bharatiya Janata Party (BJP), que traducido significa Partido Popular Indio. El BJP, fundado en 1980, no duda en utilizar
el hinduismo como ideología aglutinadora contra las demás religiones –en concreto
el Islam- lo que pone en peligro no solamente el carácter secular del estado,
sino la convivencia misma.
El BJP, tal y como
explica en su página web, se considera un partido nacionalista y basa su
ideología en el nacionalismo cultural llamado “Hindutva”. Aunque insiste en que
este concepto es en esencia nacionalista y no religioso, construyen este
nacionalismo en torno a la religión hindú. Es decir, según el BJP solamente se es
indio sin ningún tipo de duda si se pertenece a esta religión, lo que deja
fuera al 20% de la población, más de 240 millones de personas. Es un ataque
directo al concepto de convivencia y secularismo establecido en la Constitución
india que ya ha tenido sus consecuencias trágicas.
Odio y violencia religiosa
Gujarat, 2002. |
El odio y la violencia
religiosa desembocaron en febrero de 2002 en una masacre de en el estado de Gujarat, donde más de 1.000 personas fueron asesinadas. El presidente de este
estado, Narendra Modi, es miembro del BJP y se le acusó de, cuanto menos, no
tratar de impedir la masacre y de ordenar a la policía que no interviniese.
Aunque se le ha exigido su dimisión reiteradamente, sigue en su puesto y en el
BJP. Por su parte, la dirección del BJP –que en esas fechas gobernaba el
estado-, nunca condenó claramente la masacre y de alguna manera responsabilizó
a los musulmanes de haberla provocado.
Aunque ha pasado una
década y el sistema judicial y democrático indio supieron superar y afrontar
este desafío directo a la convivencia, hoy los templos y mezquitas en India
parecen en estado de emergencia. En todos ellos la policía monta guardia y
cachea a los fieles ante el riesgo de atentados terroristas. Es una situación
de riesgo constante que en cualquier momento puede estallar, literalmente. Y es
que los templos hindúes y las mezquitas en muchos casos conviven en casi el
mismo terreno: durante las conquistas musulmanas a partir del S. XII, sobre
todo en el norte de India, los sultanes ordenaban demoler los antiguos templos
hindúes para construir sobre sus cimientos las nuevas mezquitas de los conquistadores.
Hoy este episodio de la historia está siendo utilizado por los extremistas para
argumentar su odio hacia el Islam y para exigir la demolición de las mezquitas.
En 2014 habrá elecciones
generales en India. Hoy gobierna el Partido del Congreso con un 27% de los
votos y gracias a una coalición. El BJP está cerca, con un 19%, y aspira a
recuperar el poder que ya tuvo entre 1998 y 2004 y durante el cual se produjo
la masacre de Gujarat. Y tiene
posibilidades, ya que el descontento de los ciudadanos con el gobierno es
grande.
Militantes del BJP. |
Aunque el crecimiento
económico está batiendo récords históricos en India –a pesar de cierta
desaceleración en el último trimestre-, el beneficio de este ‘milagro’ no está
alcanzando ni mucho menos a la mayoría de la población. Sobre todo en las áreas
rurales, donde viven entre el 70 y el 75%, sigue sin haber agua corriente, luz
y servicios básicos como sanidad o educación. Sin embargo sí hay conciencia de
su necesidad, por lo que está creciendo el malestar por la incapacidad del
gobierno de revertir parte de la nueva riqueza en estas infraestructuras sociales
básicas. Un lastre que persigue a India desde antes de su independencia.
El BJP puede ser el
gran beneficiario de este descontento que, además, podría acercar a cada vea
más número de personas -escasamente o nada instruidas- a su visión nacionalista
basada en criterios religiosos. El BJP ya gobierna en ocho de los 28 estados
federales que, según la constitución, gozan de gran autonomía con respecto al
centro político y donde, como ha sucedido en Gujarat, están poniendo en
práctica su visión nacionalista del “Hindutva”. La pregunta es ¿hasta dónde
están dispuestos a llegar en su visión excluyente de la sociedad? Y ¿están
poniendo en peligro la esencia misma de la India y su riqueza tanto cultural
como económica?
Si te ha interesado esta entrada te recomiendo la lectura del libro "India, Democracia y violencia religiosa", editorial Paidós.
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