martes, 17 de marzo de 2015

Nueva política: la hoguera de los candidatos



Algo insólito ha ocurrido en la política madrileña. A menos de dos meses de las elecciones autonómicas y municipales, los partidos han esperado hasta el último minuto para presentar a sus candidatos. En el caso del PP, PSOE e IU podría interpretarse como un síntoma de crisis y de nervios ante la pujanza de los nuevos partidos, que ponen en serio riesgo el bipartidismo. Sin embargo, también Podemos, Ciudadanos o Ahora Madrid han apurado los tiempos.

Mariano Rajoy ha anunciado los nombres de Cristina Cifuentes y de Esperanza Aguirre a tan sólo 70 días antes de que se celebren las elecciones a la Asamblea de Madrid y al Consistorio de la capital, respectivamente. La mayoría de los comentarios sobre esta decisión han estado relacionados con su tardanza, buscando en ella síntomas de debilidad, crisis y dudas por parte del líder del PP.

El próximo 31 de marzo se firma el decreto de convocatoria electoral y el PSOE también ha cambiado de candidato a la Presidencia regional en el último momento, pasando de Tomás Gómez al exministro Ángel Gabilondo. Tras la espantada de Tania Sánchez, que ha impulsado una lista de convergencia –en la que no participará- para integrar a la izquierda en Podemos, IU se ha sacado de la manga al poeta Luis García Montero.

Lo que hasta hace no mucho parecía un acto suicida en cualquier campaña electoral, como es retrasar el nombramiento del candidato todo lo que se pueda, ahora parece un fenómeno buscado, independientemente de los problemas internos que lo provoquen. Pero, incluso sin los conflictos internos, está cada vez más claro que retrasar el nombre del candidato tiene más ventajas que inconvenientes. ¿Por qué?

Rosa Díez, “chamuscada”

En la era de las tertulias, las redes sociales y los programas políticos de sábado noche. Los políticos se abrasan más rápido que nunca. Y sin motivo aparente.

Es el caso, por ejemplo, de Rosa Díez. La portavoz de UPyD ha pasado de ser la más valorada por los españoles a ser una política del montón.

En noviembre de 2011, a tan solo días de las elecciones generales, era la líder más popular con una nota de 4,95. Tres meses después, descendió al 4,91 sobre 10. En noviembre de 2012, la caída comenzaba a preocupar: 4,31. Su puntuación fue de 4,28 pasado un año. En noviembre de 2014 bajó al cuarto puesto con un 3,63. En febrero de 2015, el último barómetro del CIS publicado con valoración de políticos, Rosa Díez era tercera con un 3,66.

Durante este período, Mariano Rajoy ha vivido una auténtica caída en barrena, pasando del 4,43 en noviembre de 2011 (mes en el que conseguiría la mayoría absoluta) al 2,24 del pasado febrero.

La caída de la popularidad del presidente del Gobierno se debe, como es lógico, al desgaste de su gestión, ¿pero cómo se explica la caída de Rosa Díez? ¿Qué había hecho desde la oposición –aparte de hacer propuestas, poner la cara colorada al PP e iniciar una ofensiva por el caso Bankia- para perder casi 1,30 puntos en tres años y medio?

La respuesta es nada; simplemente, dejar de ser la novedad o paradójicamente, hacerse conocida, desgastarse en el campo político. Quemarse, en definitiva.

Ahora, los encuestados premian la novedad –y aparentemente la falta de notoriedad-. Lo demuestra la nota a Pedro Sánchez, secretario general del PSOE desde julio de 2014 y que en su primer CIS en noviembre de 2014 ya superaba en popularidad a Mariano Rajoy (aunque con un precario 3,85, muy celebrado en Ferraz, frente al 2,31 del presidente). En ese momento Sánchez solamente era superado por Uxue Barkos, pero sería una cifra efímera, porque el CIS del pasado febrero rebajó su calificación al 3,68 en tan sólo tres meses.

La única política que ha conseguido estar siempre en los primeros puestos de popularidad es la navarra Uxue Barkos, de Geroa Bai, que nunca ha bajado del 4 a pesar de ser una desconocida para la inmensa mayoría del electorado español. De hecho, ocho de cada diez encuestados no saben quién es.


Pablo Iglesias y Albert Rivera, fuera del Congreso

El CIS es uno de los instrumentos más fiables para medir la intención de voto porque realiza la encuesta con la muestra más amplia. Sin embargo, tiene la desventaja de no computar a los partidos sin representación parlamentaria, y son Podemos y Ciudadanos los que han revolucionado las encuestas en los últimos meses.

El barómetro de Metroscopia del mes de marzo de 2015 coloca a Podemos, PSOE, PP y a Ciudadanos prácticamente empatados, con una diferencia de cuatro puntos entre los dos más alejados.
  
Según este sondeo, el político más popular y el único al que aprueban más que desaprueban los votantes es el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, se encuentra en quinto lugar. Sin embargo, al igual que pasa con Uxue Barkos, Rivera es el más popular pero también el menos conocido con un nada despreciable 71%. A Iglesias le ponen rostro el 98% de los consultados. A Rosa Díez, el 91%. Rajoy es conocido por el 100% de ellos, pese a que le ponen la peor nota. La estrategia del nuevo equipo de Ferraz para aumentar la visibilidad de Pedro Sánchez parece hacer funcionado: 94% de conocimiento.

Albert Rivera ya era el político más valorado, según Metroscopia, en enero de 2015, aunque solo le conocía el 58%. El resto superaba el 90% de conocimiento y mantenía la misma popularidad que en marzo (a excepción de Pedro Sánchez, que entonces era quinto, dos puestos por detrás del barómetro más actual). Tan solo 30 días antes de esa encuesta, en diciembre de 2014, Albert Rivera no aparecía en la terna de políticos más valorados y el más popular era Pablo Iglesias, entonces ya conocido por el 96%. Sólo un mes después era el cuarto entre las preferencias de los españoles.

La espiral de pérdida de legitimidad

De nuevo, la misma pregunta: ¿Por qué Pablo Iglesias, el más popular durante prácticamente toda la segunda mitad de 2014, o Rosa Díez, que lo ha sido casi ininterrumpidamente durante dos años, han pasado al ‘montón’ de políticos? ¿Cómo les ha superado literalmente en el último momento –justo antes de unas elecciones autonómicas y municipales decisivas- un Albert Rivera que, excepto en Cataluña, era un auténtico extraño?

El autor francés Cristian Salmon esgrimiría como respuesta que los políticos se han convertido en un producto de entretenimiento más. Ya no actúan en los escenarios tradicionales en los que se desplegaba el poder político, sino que han tenido que subir al escenario común de la sociedad de la información junto a las demás mercancías mediáticas. Los programas importan menos que la imagen y la promesa de cambio.

La consecuencia es lo que Salmon denomina la “espiral de pérdida de legitimidad”, que destruye la política desarrollada durante siglos convirtiéndola en un bien de consumo más. Sus líderes ya no son respetados hombres y mujeres de Estado, sino personajes que surgen en función de la demanda mediática y que juegan un papel en función a la misma. Y, al igual que cualquier otro producto, caducan cuando no cumplen las expectativas o cuando surge un nuevo producto más atractivo y, sobre todo, más novedoso.

La política ha dejado de ser lo que se hace en el parlamento o en las sedes de los partidos. El ciudadano ha recuperado su espacio y la discusión lo invade todo. En un momento convulso, de crisis económica y social, el debate sobre lo público lo invade todo y está en la calle, en las redes sociales y en las tertulias y programas sobre política del fin de semana, que han tomado el prime time televisivo. El desinterés ha dejado paso a la sobreexposición.

Así pues, no se puede calificar de torpeza o incluso de debilidad nombrar a un candidato a tan sólo dos meses de las elecciones. Se trata, más bien, de un acto de prudencia, ya que, incluso en ese escaso periodo de tiempo, nada impide que los candidatos acaben carbonizados en la hoguera mediática.


Publicado en el blog "Las Malas Noticias".

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