martes, 19 de febrero de 2013

LA PRENSA Y LOS ESCÁNDALOS POLÍTICOS: EL CÓMPLICE NECESARIO


La política española está siendo sacudida por una tormenta de escándalos de corrupción que diariamente son publicados en los medios de comunicación. La sensación que dejan estos escándalos en la opinión pública es que la corrupción se ha apoderado del país, por lo que la confianza de los ciudadanos en sus instituciones y en sus políticos está sufriendo un durísimo golpe. Pero esa desconfianza también afecta a los medios de comunicación, el mensajero suicida que traslada estos escándalos hasta los ciudadanos.   


El caso Bárcenas sólo es el último de una larga lista de escándalos de corrupción españoles. La lista de los que actualmente copan las páginas de los periódicos y los minutos en las radios y televisiones es preocupantemente larga: el caso Noos que implica a la Familia Real española, el caso Gürtel –emparentado con el caso Bárcenas-, el caso Palma Arena, el caso Pallerols de financiación ilegal de Unió Democràtica de Catalunya, etc. Estos casos, entre otros, son noticia hoy. Ayer fueron otros y antes de ayer otros. Los españoles conviven con los escándalos de corrupción en los medios de comunicación prácticamente desde hace veinte años. Y no es casualidad.

 

El catedrático de sociología Manuel Castells explica que los medios de comunicación han sustituido al parlamento o la plaza pública como el lugar del debate político. Como dice en su libro Comunicación y poder: “Los medios de comunicación son el espacio donde se crea el poder”. La consecuencia de la política mediática es la adaptación de la política a las necesidades de los medios. Estos necesitan contar historias atractivas y “entretenidas”, y eso se hace mejor con un rostro humano que con las siglas de un partido. Así pues, la consecuencia es la personalización de la política.

 

Ataque a la honradez del rival


Los electores buscan líderes de los que se puedan fiar, por lo que la (imagen de) honradez se convierte en uno de los pilares fundamentales para cualquier carrera política. O al revés, destruir la (imagen de) honradez del rival se convierte así en una de las prioridades de los contendientes políticos en su lucha por el poder. Aquí entran en juego los medios de comunicación, fundamentales para llevar a cabo el ataque decisivo entre políticos y difundirlo entre sus electores: el escándalo.

 

El problema es que este enfrentamiento basado en el escándalo se ha generalizado de tal manera que ya es lo habitual. Como dice Castells, “la política del escándalo es una forma de lucha por el poder más enraizada y típica que el desarrollo ordenado de la competencia política de acuerdo con las leyes del estado”.



Es decir, el escándalo de corrupción es parte de la munición habitual en la lucha diaria por el poder, un hábito que en España comenzó a partir de 1993 cuando el socialista Felipe González ganó las elecciones contra todo pronóstico y el PP comenzó a usar los escándalos para hacer caer su gobierno (casos Roldán, Filesa, GAL, Mariano Rubio, etc.).  



La política como “problema”

El escándalo político en España es pues un arma que se utiliza de manera indiscriminada y abusiva, sin tener en cuenta las consecuencias. Existen y son muy peligrosas, ya que como explica Castells, “Parece haber una conexión, si bien mediada y compleja, entre la política mediática, la política del escándalo y la disminución de la confianza en las instituciones políticas”.


Teniendo en cuenta el constante bombardeo al que están expuestos, no es casualidad que los españoles confíen cada vez menos en sus representantes públicos. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, “Los políticos en general, los partidos políticos y la política” son considerados por los encuestados el tercer problema más importante de España desde octubre de 2009.


La percepción de la política como un problema está aumentando. Así, si hace tres años y medio lo pensaba un 13,3% de los encuestados, en febrero de este año lo consideran así el 30,3%. En comparación, en septiembre de 1993 –el año de la última victoria electoral de Felipe González- sólo el 2,8% de los encuestados identificaron a los políticos como un problema. En cambio, en marzo de 1996, el mes de la primera victoria electoral del PP en una generales tras los escándalos que salpicaron al PSOE, un 14,7% de los encuestados desconfiaba de la política. ¿Casualidad o fruto de un proceso mediático basado en la política del escándalo?
 

El “mensajero suicida”

Los medios de comunicación son, por lo tanto, fundamentales en las luchas por el poder de las organizaciones políticas y cómplices necesarios para la puesta en práctica de la política del escándalo. Sin embargo, los medios deben tener cuidado ya que juegan con fuego. Manuel Castells afirma que “lo irónico es que como los medios de comunicación desempeñan un papel en la propagación de los escándalos y la deslegitimación de  las instituciones, corren el riesgo de perder su propia legitimidad ante su audiencia”. Es lo que el profesor David Fan llama el mensajero suicida.


Los medios de comunicación se han convertido en el lugar central en el que se desarrolla la lucha política. Eso tiene la ventaja de que así se aseguran una audiencia millonaria y que se convierten en actores con una gran influencia. Sin embargo, arrastran el mismo desgaste que sus cómplices.


Según una encuesta de Gallup publicada en septiembre de 2012, un 60% de los estadounidenses –país en el que la política del escándalo es una constante- desconfía de los medios de comunicación de masas. En España la cifra de los que no confían en los medios de masas es del 50%, según el último “Trustbarometer” de la consultora Edelman publicado el pasado 20 de enero.


Los medios de comunicación y la lucha política han entrado en una espiral autodestructiva muy preocupante para sus intereses. Tanto más si se tiene en cuenta que la revolución de internet ha roto los monopolios tradicionales de la comunicación.

miércoles, 13 de febrero de 2013

PP Y PSOE, SE ROMPE EL BALANCÍN ELECTORAL II

(Con datos actualizados de las últimas encuestas de Metroscopia, GESOP y el Barómetro del CIS de enero)

El año 2013 comienza con una incógnita que preocupa a los grandes partidos políticos. El gran desgaste que está sufriendo el PP en el Gobierno no está siendo recogido por el PSOE. ¿A dónde van los electores que ahora no confían en ambas formaciones? ¿A los partidos emergentes de IU y UPyD? ¿A la abstención?, o ¿volverán a alguno de los grandes en las siguientes citas electorales?


Los expertos hablan del ‘efecto balancín’ para explicar el comportamiento electoral de los españoles desde la Transición. Tradicionalmente, cuando un gobierno estaba quemado, se votaba en contra de su gestión y automáticamente el principal partido de la oposición se beneficiaba de ello. Es decir, cuanto peor le iba al partido en el poder, mejor le iba a su oponente. Sin embargo, según los datos de las últimas encuestas, la espectacular bajada de apoyos al PP no está beneficiando a un PSOE que no consigue remontar. Parece que el balancín se está rompiendo. 


El 20 de noviembre de 2011 el PP ganó las elecciones generales con una mayoría absoluta del 44,6% y el PSOE pasó a la oposición con un 28,8%. Un año después el desgaste del PP es evidente. Según las encuestas de Metroscopia (para El país) y GESOP (para El Periódico) publicadas el pasado 3 de febrero, y según el Barómetro del CIS del mes de enero publicado el pasado 6 de febrero, la bajada ha sido espectacular:


Metroscopia
 

Según Metroscopia, que basa sus datos partiendo de una participación del 53%, de la más baja registrada y tiene en cuenta el estado de opinión generado por el ‘caso Bárcenas’, el PP baja a un 23,9% de intención de voto, colocándose prácticamente igual que el PSOE, al que machacó en las elecciones generales de noviembre de 2011 con casi cuatro millones de votos de diferencia. Según la encuesta de GESOP esto se traduciría en la pérdida de 50 escaños por el PP que solamente le sacaría una decena de diputados a un PSOE que en la actualidad sufre una diferencia de 76 diputados en el Congreso.


Por su parte, el CIS es más benévolo con el PP (la encuesta se hizo antes de que estallara el ‘caso Bárcenas’), al que otorga unas expectativas de voto del 35%. Pero son nueve puntos menos que su resultado en las generales.

 

El PSOE no se beneficia del desgaste

En el pasado estos datos habrían significado automáticamente una buena noticia para el principal partido de la oposición, el PSOE. El llamado ‘efecto balancín’ habría llevado el voto descontento con el PP hacia la influencia socialista. No es un secreto que, por ejemplo, las elecciones de 1996 no las ganó Aznar sino que las perdió Felipe González (por los casos de corrupción, Roldán y Filesa), y que en 2004 no venció Zapatero, sino que perdió el PP por haber mentido en su gestión del 11-M (además de sucesos anteriores como el hundimiento del Prestige o el accidente del Yak 42).


Sin embargo, esta vez la pérdida de apoyos al PP no significa que vayan al PSOE. Los datos son elocuentes. Así, según el CIS, el PSOE tendría un respaldo del 30,2 %, casi dos puntos más que en octubre y que en las elecciones de 2011. Ganaría dos puntos, pero el PP perdería nueve. Hay siete puntos de diferencia que no pasan a los socialistas. Metroscopia habla de un 23,5% de intención de voto para el PSOE –empate con el PP- y GESOP de una subida de sólo una decena de escaños en el Grupo Socialista del Congreso.
 

Los datos son pues elocuentes: el PP se hunde y el PSOE se estanca o sube muy levemente. La pregunta entonces es, ¿a dónde van los votos que huyen del PP? La respuesta fácil sería hacia los partidos emergentes, en especial IU y UPyD a nivel nacional. Habrá que comprobarlo con datos.

 

El auge de los partidos ‘medianos’

En las generales de noviembre de 2011 Izquierda Unida consiguió el 6,9% de los votos y UPyD el 4,7%. Las encuestas actuales hablan, efectivamente, de una fuerte subida en ambos casos, tanta que ya comienza difícil referirse a ellos como partidos “pequeños”.


Izquierda Unida llegaría en torno al 15% de la intención de voto según Metroscopia,  y según GESOP podría doblar su número de escaños en el Congreso de los Diputados llegando a 22-25. El Barómetro del CIS es más moderado y afirma que obtendría el 9,4 % de los votos,  2,48 puntos más que en los comicios de 2011.


Con respecto a UPyD, según Metroscopia la intención de voto es del 13,6% (con una participación del 53%, hay que recordar). Es una subida espectacular que confirma una tendencia ascendente y que, según GESOP, podría hoy proporcionarle a esta formación entre 23 y 26 diputados en el Congreso donde sólo tiene cinco. Además, su líder Rosa Díez es la mejor valorada de los dirigentes políticos, según Metroscopia. El CIS, más comedido, dice que UPyD aumentaría 2,11 puntos respecto a las generales y obtendría el 6,8 % de los votos.

 

En el escenario más optimista para ambas formaciones, el de Metroscopia, el crecimiento conjunto sumaría casi un 18% de los votos y el PP habría perdido 20,7 puntos desde 2011. ¿Significa esto que los que votaron al PP ahora pasan a IU y a UPyD? Dudoso, sobre todo en el caso de Izquierda Unida, cuya política explícitamente de izquierdas para desmarcarse del PSOE haría muy extraño un cambio tan radical en el voto tan sólo un año después de apoyar a la derecha.


Por el otro lado, según los datos más moderados del CIS ambas formaciones solamente aumentarían conjuntamente en un 4,6%. Si el PSOE, como mucho, sólo aumenta en un 2% según el CIS pero el PP baja un 9%, ¿a dónde van los votos restantes?

 
Los ciudadanos, desencantados

La abstención puede ser el lugar natural de estos votantes en un clima en el que la política y los partidos son percibidos con cada vez mayor hostilidad por parte de los ciudadanos. El CIS muestra que un 21,5% de los encuestados tiene decidido que se abstendría y otro 19,7% no sabe o no contesta.


Este Barómetro del CIS revela que una amplia mayoría de encuestados se refiere a la situación política actual como mala o muy mala (77,4%) e igual o peor que hace un año (90%). Son datos espectaculares que se rematan con una percepción muy negativa del futuro, ya que un 76,7% de los encuestados asegura que la situación política será igual o peor dentro de un año. Nada bueno para los partidos de la oposición que pretenden conseguir el cambio en el gobierno.


Una de las causas de este sentimiento es la nefasta percepción que se tiene de los partidos y de los políticos, que ya son calificados como el tercer problema de los españoles detrás del paro y la economía. Un factor que, sin duda, ha contribuido a minar el prestigio del sistema de partidos es el de la corrupción, que en esta encuesta se sitúa en el cuarto lugar en el ranking de preocupaciones con tendencia a crecer teniendo en cuenta que este barómetro se realizó antes de que se hiciera público el ‘Caso Bárcenas’.


El balancín electoral se ha roto. La crisis está cambiando el sistema político que valía en España desde la Transición. El PP y el PSOE están perdiendo apoyos. Un nuevo partido, UPyD, se está consolidando y otros como IU, que parecían hace poco desahuciados, están recuperando terreno con rapidez. A nivel regional otras fuerzas con un mensaje radical como Amaiur o ERC también crecen a expensas de los partidos nacionalistas tradicionales.


¿Es una tendencia pasajera o se consolidará? Habrá que esperar hasta la siguiente cita electoral en junio de 2014 para el parlamento Europeo para comprobarlo.

martes, 5 de febrero de 2013

EL SECRETO DEL ÉXITO DE UPyD: EL MARCO DE “TODOS LOS POLÍTICOS SON CORRUPTOS”


Estos días resulta difícil para los políticos reconocer públicamente su condición. El ‘caso Bárcenas’ es un terremoto que está sacudiendo el sistema de partidos de España y golpeando seriamente la reputación de los representantes públicos, ya muy maltrecha por la crisis. Se ha impuesto el marco de “todos son unos ladrones”. Pero no todos los políticos lo sufren por igual. Según las encuestas de Metroscopia para El País y de GESOP para El Periódico publicadas el pasado 3 de febrero, el PP se desploma, el PSOE se mantiene igual y UPyD sube como la espuma.

 
Según Metroscopia (que basa sus datos partiendo de una participación del 53%, de la más baja registrada) el PP baja en febrero a un 23,9% de intención de voto, colocándose prácticamente igual que el PSOE al que machacó en las elecciones generales de noviembre de 2011 con casi cuatro millones de votos de diferencia. Según la encuesta de GESOP, este desplome del PP se traduciría en la pérdida de 50 escaños en el Congreso.

 
La bajada del PP fue especialmente acuciante en el mes de enero, durante el cual se ha escenificado el ‘caso Bárcenas’, y del que en apariencia el PSOE no sale perjudicado -ya que mantiene la misma intención de voto en torno al 23%- pero del que tampoco se beneficia. Es la ruptura del llamado ‘balancín electoral’ ya anunciada hace meses.
 

Barómetro de GESOP.


Encuesta de Metroscopia.


 
Si hay un gran vencedor de esta crisis este es UPyD. Según Metroscopia, en enero su intención de voto subió en un 3,5%, pasando del 10,1% al 13,6% actual. Es una subida espectacular en sólo un mes que confirma una tendencia ascendente y que, según GESOP, podría hoy proporcionarle a esta formación entre 23 y 26 diputados en el Congreso donde ahora sólo tiene cinco. Además, su líder Rosa Díez es la mejor valorada de los dirigentes políticos, según Metroscopia.


A por los ‘engañados’

Las causas de este ascenso son muchas y variadas. Por un lado, una vez nutrido de votantes del PSOE desencantados durante las elecciones de 2011, UPyD se está centrando ahora en captar a votantes del PP enfadados, muchos de los cuales apostaron por la derecha en 2011 decepcionados con la gestión de Zapatero y que ahora se sienten a su vez engañados por Rajoy. Son votantes que desconfían de los dos grandes partidos de los que se sienten defraudados.  


En su estrategia de captación de votos desencantados UPyD tiene un objetivo claro: los airados. Manuel Castells explica en su libro Comunicación y Poder que los sentimientos son fundamentales para explicar la toma de partido por parte de la opinión pública. En un contexto de crisis, los sentimientos más presentes son la ira y el miedo causado por la angustia y la incertidumbre. Explica Castells que “incluso en una crisis económica, lo que organiza el pensamiento y la práctica política de la gente es la respuesta emocional personal y no un cálculo razonado sobre cómo responder mejor a una crisis”.   


UPyD lo sabe y basa su discurso en los asuntos que más ira despiertan entre el electorado: el ataque a la llamada “clase política”, a sus privilegios, y a la corrupción. No se centran en los asuntos que mayor miedo provocan, como el desempleo. Por lo tanto no proponen planes de empleo o proyectos de cómo salir de la crisis. Saben que no lo necesitan. Según Castells, el público busca confirmar sus sentimientos, no información: “Las personas suelen recordar mejor la información que confirma los resultados u objetivos que desean”. Por eso UPyD sólo se centra en la ira que siente la opinión pública. Y esa estrategia funciona.


Un marco ‘antisistema’: “los políticos son unos ladrones”

UPyD es el gran beneficiario del marco actualmente en boga: “Todos los políticos son unos corruptos”, un proceso que es, al fin y al cabo, mental. Manuel Castells explica así el protagonismo de la mente en la teoría de marcos del científico George Lakoff: “Los marcos son redes neuronales de asociación (…). Enmarcar significa activar redes neuronales”. Estos marcos se nutren de imágenes y discursos que asociamos previamente y que situamos juntos en un mapa mental. Es decir, son las imágenes que asociamos y sumamos inconscientemente hasta crear un marco.


Por ejemplo, durante años los marcos clásicos en política eran el de la justicia social en la izquierda o el de la buena gestión económica en la derecha. Teníamos en mente que si algún partido iba a tender a buscar la igualdad serían los de izquierda, y que si alguien iba a bajar impuestos sería la derecha. Ahora ambos marcos están siendo derrotados por el de “los políticos son unos ladrones” y que afecta tanto a PSOE como a PP.   


El proceso hasta llegar a asociar a “los políticos” con la corrupción y el despilfarro comenzó hace tiempo, pero explotó con el 15 M en 2011. Evidentemente se creó al margen de las élites políticas, pero sorprendentemente gracias a la inestimable  colaboración de los medios de comunicación tradicionales y sustentados por los grandes grupos mediáticos. No en vano, como dice Castells, “los medios de comunicación son el espacio donde se crea el poder”.


En concreto, los medios adscritos a la izquierda fueron los que primero “dignificaron” estas protestas en la Puerta del Sol. Hace unos años, una protesta contra el sistema político hubiera sido marginal y marginada por estos medios. Hoy cuenta con la cobertura en directo no sólo de los medios de autocomunicación de masas en internet (medios alternativos, blogs, vídeos, redes sociales), sino con la presencia de cámaras de televisión que contribuyen a situarlas en la agenda, a convertirlas en legítimas y en multiplicar así el número de asistentes gracias a un efecto llamada: una manifestación que sale en la tele y de la que se habla bien sólo puede ser buena.


¿Por qué apoyan estos medios de comunicación a estas movilizaciones? La lucha entre el Grupo Prisa y Mediapro –ahora el Grupo Planeta- sería fundamental para comprenderlo. El País y la Cadena Ser por un lado, y La Sexta (y antes Público) por el otro, pugnan por el mismo perfil de audiencia. Y en su lucha hacen lo mismo que UPyD: se dirigen a los airados y tratan de confirmar sus creencias en las noticias que publican. Así, las noticias que tienen preferencia son siempre aquellas que sirven para fortalecer el marco de que los “políticos son unos ladrones”. Es la pescadilla que se muerde la cola.


Paradójicamente el mayor beneficiario de la construcción de este marco, UPyD, se sitúa al margen del circuito de estos medios más activos en la retransmisión de las protestas y de las organizaciones que las convocan. UPyD rompe la ley de “lo que no sale en los medios no existe”. Sus dirigentes no fueron a la Puerta del Sol el 15 M, no rodearon el Congreso y no van a Génova a manifestarse. Pero sí están en las mismas instituciones que se critican tan ferozmente y aún así cosechan los beneficios de  estos actos de protesta.