lunes, 23 de enero de 2012

RUSIA, LA ENERGÍA DE EUROPA

Si Rusia cerrara en pleno invierno sus gasoductos, Europa se congelaría. Es lo que ocurrió en enero de 2009, cuando Moscú cerró el grifo del gasoducto que transcurre por Ucrania por una disputa económica entre los dos países. Las consecuencias se hicieron notar en gran parte de Europa central y del este, totalmente dependientes del gas ruso. Las calefacciones de medio continente no funcionaron y la dureza del invierno hizo imposible que la vida transcurriera con normalidad. Sólo fueron pocos días, pero los suficientes para recordar a Europa que depende de Rusia y de sus materias primas para funcionar.

Rusia es uno de los mayores productores y exportadores de energía del mundo. Solamente en los primeros ocho meses de 2011 exportó un total de 109.400 millones de metros cúbicos de gas por un monto de 36.862 millones de dólares. Son cantidades desorbitantes que, más o menos, cubren el 33% del total de las necesidades energéticas de la Unión Europea. Esta cifra es una media, ya que la dependencia del gas ruso oscila, por ejemplo, entre el 40% del consumo en Alemania a casi el 0% en España (que se nutre del gas argelino). Por lo tanto, no es descabellado decir que la principal economía de la Unión Europea, Alemania, depende energéticamente de Rusia, lo que sería prácticamente lo mismo que decir que Rusia tiene una gran influencia energética y por lo tanto política en la UE.

Un ejemplo de esta influencia ocurrió en agosto de 2008 cuando Rusia invadió Georgia. Los tanques rusos entraron en Tiblisi con la excusa de ayudar a Osetia del Sur, pero con el objetivo claro y descarado de mantener a Georgia lejos de la OTAN y de la esfera de influencia de Occidente. Hubo una guerra y una invasión militar en toda regla, pero la Unión Europea mantuvo un silencio cómplice que de hecho avaló el ataque.

Otro ejemplo ocurrió hace escasas semanas cuando surgieron protestas en Rusia debido al fraude electoral en las legislativas. Se organizó un movimiento ciudadano, hubo manifestaciones y centenares de detenciones, y la popularidad del primer ministro Vladimir Putin –que ha anunciado que volverá a presentarse a las presidenciales en marzo- bajó a porcentajes inimaginables hace pocos años. Sin embargo, y pese a los evidentes casos de irregularidad electoral, la Unión Europea solamente alzó la voz de forma muy tímida, en contraste con las denuncias vehementes lanzadas en otros casos de fraude en las urnas.

Rusia controla la energía europea
Rusia controla la energía de Europa y la Unión Europea lo sabe. Gran culpa de ello lo tienen los gasoductos rusos, diseñados y construidos en gran parte en época de la URSS. Éstos garantizan la dependencia europea de Rusia ya que canalizan por territorio ruso no solamente el gas extraído de las profundidades de Siberia, sino también el que procede de los países independientes de Asia Central, antaño repúblicas soviéticas.  


El Proyecto Nabucco.
Por ello Bruselas lanzó en 2002 un proyecto estratégico de primer nivel para conseguir la diversificación de la procedencia energética, es decir, lograr que el gas que consuma Europa provenga de otras fuentes que no sean Rusia. Este es el llamado Proyecto Nabucco, un gasoducto que trata de llegar directamente desde Europa central a la zona del Cáucaso y a Asia Central sin pasar por territorio ruso. Este proyecto, sin embargo, está sufriendo grandes trabas y retrasos. No ha sido hasta 2010 que Turquía, el país clave del proyecto, ha aprobado y ratificado el paso de esta infraestructura por su territorio. Así, según la página web oficial del proyecto, se prevé que la construcción del gaseoducto comience en 2013 y que entre en funcionamiento en 2017.

Pero Rusia no espera quieta. Recientemente la propia Turquía ha echado un jarro de agua fría sobre la UE al firmar un acuerdo con Rusia para permitir el paso de otro proyecto de gasoducto por su territorio, el llamado South Stream, la competencia directa de Nabucco. Moscú está contraatacando. Sabe que Bruselas busca disminuir su dependencia de Rusia y por ello también se ha embarcado en un ambicioso proyecto de infraestructuras para adelantarse a su competencia, cubrir las posibles rutas alternativas y continuar así con el monopolio y su influencia política sobre la UE.

Es el caso del nuevo gasoducto North Stream, inaugurado el pasado noviembre por la canciller alemana Angela Merkel y el presidente ruso Dmitri Medvédev. Transcurre desde el norte de Alemania, por las profundidades del Mar Báltico, hasta Rusia y sus tierras del extremo norte ricas en yacimientos de gas natural. Gracias al North Stream Rusia puede suministrar gas directamente a Alemania sin intermediarios, especialmente la problemática Ucrania.

Nuevos horizontes: el Lejano Oriente
Por lo tanto la UE está lejos de escapar de su dependencia energética rusa. Es más, ésta parece consolidarse e incluso aumentar gracias a estos nuevos gasoductos lo que le proporciona a Rusia una ventaja estratégica a medio e incluso largo plazo. No es Bruselas la que puede diversificar sus importaciones, sino que es Moscú quien busca diversificar sus clientes y extender así su influencia energética y política a otras áreas, entre ellas la economía más pujante del mundo: China.

Valery Yazev, presidente de la Sociedad de Gas de Rusia, afirmó el pasado mes de noviembre que “Rusia necesita diversificar sus clientes y la dirección hacia el Oriente es la más prometedora para el sector energético ruso, debido a numerosas razones”. “Los programas de desarrollo de infraestructura de gas en Siberia, en el Lejano Oriente, ya están preparados, así como las exportaciones de gas hacia la región de Asia Pacífico”, aseguró.

Las economías más avanzadas y dinámicas son grandes productoras y exportadoras de bienes. Pero para mantener su producción, y por lo tanto su riqueza y nivel de vida, necesitan energía. Rusia tiene energía de sobra y las previsiones hablan de la capacidad rusa de poder exportar gas durante muchos años más. Según la UNCTAD (Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) Rusia dispone del 27% de las reservas mundiales de gas natural. Suficiente para seguir abasteciendo a la Unión Europea –que según las previsiones incrementará su dependencia del gas ruso en un 50% en 2030- y continuar así influyendo en su política.

Rusia sigue siendo una gran potencia y es ahora más influyente que nunca en la política europea. Lo que no consiguieron los partidos comunistas ni el Ejército Rojo durante la guerra fría,  lo está consiguiendo el gas.

lunes, 16 de enero de 2012

¿SOPLAN VIENTOS DE GUERRA CONTRA IRÁN?

En los últimos días las noticias sobre Irán se suceden, y no precisamente en un tono optimista. Un joven científico que trabajaba en el proyecto nuclear iraní murió en Teherán víctima de un atentado, la flota de EEUU protagoniza las mayores maniobras militares en la historia del Estrecho de Ormuz, Occidente presiona para estrangular la exportación de crudo iraní y el presidente Mahmud Ahmadineyad de gira por América latina para firmar alianzas estratégicas con Venezuela y Cuba, los rivales regionales de EEUU. Todos estos acontecimientos se han sucedido en los últimos días. No pasa jornada en la que no tengamos conocimiento de otro suceso que hace temer que en 2012 algo grave pasará en Oriente Medio. La última, un últimatum del presidente Obama a Irán. ¿Soplan vientos de guerra contra Irán?  

La rivalidad entre Irán y EE UU se remonta a 1979, a la revolución que derrocó el régimen del Sha e instauró la República Islámica liderada por los ayatolás. Desde entonces son bastantes los episodios violentos sucedidos entre ambos estados, comenzando por el asalto y secuestro del personal de la embajada estadounidense en Teherán, la llamada crisis de los rehenes, que duró 444 días entre finales de 1979 y enero de 1981. En 1980 un Sadam Hussein aliado de Occidente invadió Irán y provocó una horrible guerra de ocho años, y en 1988 un misil de EEUU derribó un avión comercial iraní matando a sus 290 ocupantes. Fueron hechos dramáticos que configuraron la imagen de ambos bandos y crearon una trinchera que perdura hasta hoy.

Irán está rodeada de enemigos. EEUU, y por extensión Occidente, no son los únicos. En la región de Oriente Medio destaca, sobre todos los demás, Israel. Los ayatolás no cesan de exigir la destrucción del estado hebreo, lo que se ha convertido en uno de los discursos fundamentales de la revolución islámica. Israel, por su parte, teme a Irán y exige a sus aliados que eliminen cualquier amenaza que pueda partir desde ese país. Pero Irán también tiene enemigos entre los musulmanes. En concreto, la confesión chiita iraní es muy mal vista por los sunitas de Arabia Saudí, donde además se profesa una variante bastante radical del Islam, la wahabita. Ambas corrientes se llevan enfrentando desde casi los inicios del Islam, a lo que habría que sumar los lógicos conflictos entre las dos potencias predominantes del Golfo Pérsico, ambas importantísimas exportadoras de petróleo.

Pánico nuclear en Israel
Radio de acción de los misiles iraníes.
Este círculo de enemigos hace que los líderes iraníes se sientan rodeados y amenazados, el ingrediente psicológico necesario para intentar conseguir el arma definitiva que podría disuadir a los demás de atacar: la bomba nuclear. EEUU e Israel denuncian que Irán lleva años investigando para hacerse con armamento nuclear, lo que en el caso de Israel produce algo parecido al pánico ya que se encuentra dentro del radio de acción de los misiles iraníes.

Evitar que llegue a tener este armamento es el objetivo estratégico principal de Occidente e Israel, que no dudan en aplicar métodos de dudosa legalidad como son los atentados ‘selectivos’ de personal vinculado al proyecto nuclear y obstaculizar así su progreso.

Israel incluso ha amenazado varias veces con ataques aéreos unilaterales contra las plantas iraníes si EEUU y Europa no toman medidas contundentes. Las consecuencias de este ataque podrían ser muy graves, y seguramente se produciría una escalada que fácilmente podría descontrolarse ya que, no hay que olvidar, Irán controla a los grupos terroristas de Hizbolá en Líbano y Hamás en Gaza. Ambos grupos llevan años luchando contra Israel, combate que el estado hebreo interpreta como una guerra encubierta con Irán.

Una de las medidas de presión sería el embargo de las exportaciones de petróleo iraní. Precisamente el llamado oro negro es, sin duda, el elemento estratégico fundamental de la zona. Irán es el tercer exportador mundial de crudo, la mayoría con destino a Asia. Allí tiene alguno de los clientes más poderosos del mundo, como China, que importa el 10% de las exportaciones iraníes para satisfacer su creciente demanda de combustible.

Los amigos de Irán
Hay quien expresa la teoría de que el conflicto por Irán sería la primera guerra por sustitución entre EEUU y China en el siglo XXI, la primera confrontación entre la superpotencia mundial y la potencia emergente. EEUU querría dominar el Oriente Medio por completo para cerrar así una fuente de exportación de energía para China e influir así en su crecimiento económico. En este sentido, EEUU lleva desde hace más de una década tratando de asegurar su propio abastecimiento de petróleo, lo que para muchos supone la verdadera causa de la guerra y ocupación de Irak.

Irak, por su parte, es otro escenario del conflicto de EEUU con Irán. Una de las consecuencias de la presencia estadounidense en ese país ha sido la llegada al poder de los chiíes tras décadas de dominación suní. Esta llegada al poder no ha sido ni mucho menos pacífica, ya que ha desatado una enorme oleada de violencia entre ambas facciones provocada por venganzas y miedos. De hecho, una de las estrategias de Al Queda en Irak fue la escalada del terror entre los chiíes para provocar una guerra civil.

Esto ha provocado un caldo de cultivo anti suní entre los chiíes iraquíes –fácilmente desviable contra Arabia Saudí- y antiestadounidense por su prolongada ocupación del país. No hay que olvidar que los ayatolás cuentan con un gran prestigio e influencia entre la élite gubernamental de Bagdad, lo que les convierte en aliados naturales de Irán en caso de conflicto. Y tampoco hay que olvidar que ya no quedan soldados de EEUU en Irak que pudieran frenar el hipotético apoyo chií a Irán en caso de guerra.

Sin embargo, donde Irán ha conseguido un golpe de efecto internacional y con un claro mensaje antiestadounidense ha sido en América latina. Recientemente Mahmud Ahmadineyad ha realizado una gira por Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador donde se ha sumado a la retórica antiimperialista de estos países señalando a EEUU como el opresor de la zona. Pero la verdadera intención de Irán es encontrar nuevos socios en la zona para superar las crecientes sanciones internacionales por su programa nuclear.

Armas nucleares, odio religioso, enfrentamiento geoestratégico y lucha por el petróleo. Los ingredientes del conflicto son muchos y muy peligrosos. Y no se circunscriben a Irán. Este país tiene amigos y algunos muy poderosos. China es uno de ellos, aunque sea por interés. También lo es Rusia, que quiere buenas relaciones con Irán para mantener la estabilidad de su zona de influencia en el Cáucaso, que es la mayor zona de producción de petróleo y gas de la zona y cuyo suministro a través de oleoductos y gaseoductos –construidos en la era soviética- está controlado por Moscú ya que pasan por Rusia. Para ello necesita a Irán que a cambio se beneficia de numerosos programas de intercambio tecnológico que también incluyen el programa nuclear.

Medidas contra el programa nuclear iraní
Los avances en este programa están encendiendo todas las alarmas en Occidente que ya está tomando medidas, probablemente para tratar de calmar a Israel y evitar un ataque por su cuenta. La flota estadounidense está en el Estrecho de Ormuz, el lugar por donde salen todos los petroleros del Golfo Pérsico con destino al mundo entero. Oficialmente la flota está participando en unas maniobras militares, pero se encuentra en una posición perfecta para iniciar un ataque. Además, no hay que olvidar que el ejército de EEUU sigue estacionado en Afganistán, con frontera con Irán.

Washington también está muy activo en el frente diplomático, donde ha conseguido convencer a Japón e incluso a China para que reduzcan sus importaciones de petróleo iraní, y se cuenta con que la Unión Europea próximamente anuncie un embargo.

Irán, por su parte, tampoco espera pasivo un posible ataque. El pasado mes de diciembre anunció haber derribado un avión espía de EEUU sobre su territorio y a principios de enero amenazó con cerrar el Estrecho de Ormuz y paralizar así el suministro de petróleo internacional.

Y mientras tanto su programa nuclear sigue avanzando con la idea desesperada de que si es capaz de ensayar con éxito una detonación nuclear en poco tiempo podrá evitar un ataque. Pero EEUU podría atacar pronto precisamente para evitar ese ensayo.

lunes, 9 de enero de 2012

FRANCIA: LA VENGANZA ES EUROPA

Francia siempre ha querido dominar Europa. Ya desde época de Carlomagno, el antiguo reino de los francos ha tratado de controlar el destino del viejo continente y en más de una ocasión ha estado a punto de conseguirlo. Sin embargo siempre surgía una coalición o un estado más fuerte que daba al traste con su expansión. Hace unas décadas Francia cambió de planes pero no de objetivos. Ya que no podía conquistar Europa militar y económicamente, trató de dominarla políticamente. Pero recientemente se ha vuelto a repetir la misma historia de siempre. De ser los amos del continente, los franceses han pasado a ser la comparsa de Alemania. Es la eterna frustración francesa, para quien la venganza tiene un nombre: Europa.

Para comprender el desasosiego que reina a orillas del Sena hay que remontarse algunos siglos atrás, a la propia raíz de la existencia de Francia surgida tras el reparto del Imperio Carolingio en el Tratado de Verdún en el año 843. Francia estaba rodeada de enemigos. Los primeros y más peligrosos eran los ingleses. Entre los siglos XIV y XV la eterna lucha dio lugar a la Guerra de los Cien Años que terminó con la victoria francesa. Sin embargo, poco después, a principios del S. XVI surgió una nueva amenaza.

Luis XIV, el Rey Sol.
El imperio de los Habsburgo rodeaba totalmente el territorio francés. España y el Sacro Imperio Romano Germánico (lo que hoy sería Alemania), ambos gobernados por Carlos V, representaban una amenaza constante para la soberanía francesa. La consecuencia fue otra vez la guerra, otra vez durante más de un siglo. No fue hasta el fin de la Guerra de los Treinta Años, con la Paz de Westfalia en 1648, que Francia consiguió desembarazarse de sus enemigos inmediatos y pasar a la ofensiva.

El Rey Sol quiere la hegemonía
A finales del siglo XVII, Luis XIV, el Rey Sol, además de dominar a su nobleza e instaurar un régimen autocrático que se conocería como absolutismo, trató de expandir su territorio y alcanzar la hegemonía en Europa sustituyendo al imperio de los Habsburgo. Otra vez la guerra, esta vez durante todo el siglo y en el mundo entero (América del Norte, Caribe, India, el Atlántico, el Pacífico, etc.). Francia quedó exhausta. La consecuencia fue la pobreza del pueblo y la subida de impuestos. Esto provocó, a su vez, la revolución en 1789.

El absolutismo había muerto pero no los planes de hegemonía de Francia. Ahora la ideología reinante no era el rey y Dios, sino la libertad, la igualdad y la fraternidad revolucionarias que debían ser exportadas a punta de bayoneta. Las guerras revolucionarias llevaron al poder a Napoleón Bonaparte que cambió el espíritu revolucionario por el Imperio. No hacían falta más excusas para justificar su ansia de expansión. Otra vez hubo guerras, toda Europa contra Francia, y otra vez fue vencida.

Napoleón Bonaparte.
Pero Francia volvió a resurgir en el siglo XIX y otra vez en forma de imperio. Pero en 1870 una Alemania en pleno proceso de unificación la derrotó y humilló. Había nacido un nuevo y poderosísimo enemigo al otro lado del Rin. La consecuencia de este auge del poder alemán fueron la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Esta vez Francia estaba en el bando vencedor, pero en ambas ocasiones acabó agotada en extremo. En 1945 incluso peligraba su prestigio y su posición en el mundo: en 1940 el ejército alemán barrió a los franceses y les sometió a cuatro años de ocupación humillando al Estado francés que incluso colaboró con el enemigo, al menos una parte, la de Vichy.

Al acabar la guerra el principal objetivo de la estrategia francesa era mantener a Alemania débil y explotada, incluso pretendía hacerse con el Sarre y sus reservas de carbón imprescindibles para la industria francesa. Pero sus aliados angloamericanos tenían otros planes. En pleno comienzo de la Guerra Fría necesitaban una Alemania Occidental que hiciera de barrera ante una posible expansión soviética. Francia recibió una zona de ocupación, pero tuvo que decir adiós a sus planes de anexión.

En general los franceses estaban resentidos porque se sentían menospreciados por sus aliados. Nunca se les consultaba las grandes decisiones y sus ejércitos cosechaban derrotas en las guerras de ultramar. En 1954 Francia perdió sus colonias en Indochina y en 1962 la importantísima Argelia, lo que provocó una gran inestabilidad en la propia metrópolis: terrorismo de los colonos franceses, protestas del ejército y un golpe de estado del general De Gaulle.

Cambio de estrategia
A principios de los años 60 Francia estaba sin colonias, maniatada por sus aliados angloamericanos, en plena Guerra Fría entre dos superpotencias, económicamente debilitada por las guerras coloniales y con su ejército tocado. Pero aún así no abandonó su objetivo histórico de dominar Europa. Si no lo podía hacer militar ni económicamente, lo haría políticamente. Para ello necesitaba un socio: su enemigo histórico, Alemania, que una vez más se había convertido en la locomotora económica de Europa Occidental. Era el socio perfecto para Francia, la marioneta que necesitaba.

Charles De Gaulle.
En 1963 un Charles de Gaulle con ánimo de revancha y un canciller Konrad Adenauer impaciente por normalizar las relaciones exteriores alemanas firmaron el Tratado del Elíseo. Había nacido el eje franco-alemán, la columna vertebral de la actual Unión Europea. Pero había nacido como un instrumento francés para hacerse con el dominio del continente frente a los angloamericanos. En palabras de un político francés, “Europa era la venganza de Francia”.

Al principio este eje estaba a entera disposición francesa, que era la que decidía quien podía participar en el nuevo proyecto europeo. Por ejemplo, en 1966 De Gaulle ejecutó su venganza obstruyendo la entrada del Reino Unido en la Comunidad Económica Europea y sacando a Francia de la estructura militar de la OTAN.

El proyecto europeo comenzó a crecer y a adquirir una dimensión propia convirtiéndose en una potencia económica y política regional en la que el eje franco-alemán ha jugado un papel fundamental. Esta asociación es ahora la que encabeza Europa en su peor crisis monetaria e institucional de su historia. Pero Francia ya no es el socio principal. Con su economía estancada, casi tres millones de parados y la calificación de su deuda amenazada por las agencias de rating, París está a merced de Berlín. Ahora es Alemania la que utiliza a Francia para hacer más aceptables sus decisiones ante los demás socios. La marioneta ahora es francesa.

Francia sigue sin ser hegemónica en el continente. Si Europa era la venganza de Francia, la que se ha vengado es Europa. Una vez más.

miércoles, 4 de enero de 2012

LAS LLAMAS QUE CAMBIARON EL MEDITERRÁNEO

Cuando el 17 de diciembre de 2010 las llamas devoraron al joven tunecino Mohammed Bouazizi nadie pensó que su sacrificio cambiaría la vida de millones de sus compatriotas y de la mayoría de los árabes. Su muerte, fruto de la desesperación generada por el desempleo y un régimen despótico ineficiente y corrupto no fue relatada en ningún informativo internacional. No parecía interesante. Su suicidio parecía un caso sin importancia en una dictadura fiel a Occidente cuyos habitantes parecían resignados a la pobreza e insignificancia. La incineración a lo bonzo de Mohammed era un acto de alguien que no tenía, literalmente, nada que perder. Sin embargo, un año después quienes lo han perdido todo son las dictaduras de Túnez, Libia y Egipto, barridas por sus pueblos.

La llamada ‘Primavera Árabe’ demostró que la furia y la rabia del pueblo es suficiente para cambiar las cosas. Puso en evidencia a Al Queda y su estrategia terrorista y ultraislamista, que trataba de legitimarse declarando la guerra a los dictadores pero sin resultados más allá de ser la excusa perfecta para endurecer aún más la represión y justificar el aumento de la presencia de EE UU en Oriente Próximo y Medio. También puso en evidencia la estrategia de Occidente, o al menos de EE UU, de exportar la democracia a punta de fusil como hicieron en Irak. Y sobre todo, ha puesto patas arriba el sistema de seguridad y de comercio de Occidente en la zona.

Diferentes caminos de la misma revuelta  

Las revueltas de Túnez, Libia y Egipto tuvieron éxito, al menos a primera vista. Sin embargo, ni la forma ni el resultado fueron los mismos. Túnez comenzó la revuelta y consiguió expulsar al dictador Ben Ali que gobernaba el país desde 1987. Se permitieron los partidos políticos, los exiliados volvieron al país y recientemente se celebraron elecciones. Fue un proceso relativamente incruento que desembocó en el nacimiento de una democracia, aunque todavía muy débil.

La Plaza Tahir.
Egipto recogió el testigo de Túnez y las poderosas protestas en la mítica Plaza Tahir de El Cairo acabaron por derrocar al dictador Hosni Mubarak, aunque con la inestimable ayuda del Ejército que tardó en decidir a qué bando apoyar. Esta institución se hizo con el poder –o mejor dicho, lo mantuvo- con la promesa de instaurar una democracia. Pero tras las elecciones parece que es reacia a entregar el control político del país, lo que ha provocado que retornen las protestas. El egipcio es un proceso en gran medida sangriento por la represión del Ejército -aunque sin llegar a la escala de una guerra civil-  que no ha conseguido consolidarse por la resistencia de los militares. Del viejo régimen se mantiene casi todo, excepto el dictador.

Ex dictadores.
El tercer escenario, Libia, representa la tercera y más violenta variante de las revueltas árabes. Comenzó como un alzamiento en la zona oriental del país contra el régimen de Gadafi, que degeneró en una guerra civil al conseguir la dictadura mantener sus posiciones en Trípoli y el oeste del país. Tras meses de combates y la intervención de la OTAN los insurgentes consiguieron la victoria simbolizada por la ejecución del dictador. El caso de Libia fue el más sangriento de los tres y a la vez el más revolucionario en el sentido de que es el único que de verdad ha destruido los cimientos del régimen anterior.

Así, la orilla sur del Mediterráneo ha pasado en un año de ser gobernada por regímenes dependientes de Occidente –incluida Libia que estaba en pleno proceso de acercamiento- a encontrarse en pleno proceso de cambio político, escapando poco a poco del control casi colonial de Europa y de EE UU, al menos en un principio.

El islamismo moderado, ¿herramienta para la independencia real?

La clave de este proceso está en el auge del islamismo moderado en los tres países, como han demostrado las diferentes elecciones celebradas en la orilla sur del Mediterráneo. En Túnez y Egipto ganaron en las urnas, y en Libia su influencia no pone en duda su futura victoria. Detrás de este auge está, sin duda, la búsqueda de la independencia real con respecto a Occidente, tanto política como económica, para conseguir así el verdadero objetivo de las revueltas populares: mejorar la calidad de vida de las personas.

Y resulta comprensible que, en un primer momento, apuesten por el islamismo moderado, el único movimiento con legitimidad. Los antiguos partidos socialistas y revolucionarios murieron tras la desaparición de la URSS hace 20 años o se transformaron en perdiendo su esencia progresista. Las élites pro occidentales demostraron durante las últimas décadas no gobernar por el bien de sus pueblos y al margen de los métodos democráticos. Y los ultraislamistas son demasiado radicales y violentos, y su visión del mundo propia de la Edad Media carece de credibilidad.

Erdogan y Putin.
El islamismo moderado en el Mediterráneo también cuenta con un nuevo ‘sponsor’ que le anima y apoya: Turquía. Su gobierno, también islamista moderado, ha realizado en el último año un viraje espectacular en su política exterior. Harta de esperar eternamente a ser aceptada en la UE –expectativa que se aleja cada día a medida que la crisis económica y del Euro avanzan- Ankara ha decidido romper sus lazos estratégicos con Israel y actuar como protector de los islamistas moderados de los países que hace un siglo pertenecían al antiguo Imperio Otomano.

Turquía se aleja de Occidente y se acerca a sus competidores, como Rusia. Recientemente ha firmado un acuerdo con Moscú que le permite trazar un gaseoducto por su territorio para abastecer la zona de los Balcanes. Ankara ha preferido el proyecto ruso al proyecto de la UE, que busca desesperadamente su independencia energética.

Toda una declaración de intenciones con la que demuestra que prefiere apoyar a su antiguo enemigo y rival ruso frente a Europa, así como extender su influencia en la orilla sur del Mediterráneo frente a los intentos occidentales de mantener su hegemonía política y económica en la zona. Toda una revolución diplomática que está cambiando las relaciones internacionales de la zona y que tendrá repercusiones a todos los niveles, no sólo para los árabes (España depende del gas argelino para funcionar).

Este escenario lo ha hecho posible la muerte de Mohammed Bouazizi. Cuando se quemó a lo bonzo hace un año lo hizo para protestar contra la injusticia y la pobreza en su país. Por el momento la mayoría de su gente sigue siendo pobre. Pero se está empezando a sentar las bases para un nuevo escenario en el que los países de la orilla sur del Mediterráneo podrán renegociar su situación frente a Occidente, si éste se lo permite. Pero Occidente está en crisis.