martes, 27 de diciembre de 2011

ASIA, EL POLVORÍN DEL MUNDO

Hace pocos días se conoció la noticia del fallecimiento del líder de Corea del Norte, el ‘querido líder’ Kim Jong Il. Siguiendo la tradición norcoreana lo previsto es que le suceda su hijo, Kim Jong-Un, el ‘brillante camarada’. Sería la tercera generación de la familia en el poder desde la fundación de ese estado por Kim il Sung en 1948 y la transformación definitiva de la República Popular de Corea en una autocracia hereditaria. Sin embargo, son muchas las voces de expertos que aseguran que el hermético estado totalitario puede sufrir una guerra encubierta por el poder que podría amenazar la seguridad del continente más grande y poblado del mundo.

La República Popular de Corea, también conocida como Corea del Norte, es uno de los países más militarizados de la Tierra. Aunque resulta difícil obtener cifras exactas de su ejército, se estima que está compuesto por 1,2 millones de soldados apoyados por cinco millones de reservistas. El gasto militar se estima entre un 25% y un 35% del total del presupuesto nacional. El ejército es la principal institución del país y la espina dorsal del Estado, encargado de todos los servicios esenciales para el régimen incluida la seguridad interna.
Kim Jong-Un, el 'brillante camarada'.

Corea del Norte es un enigma para los demás. Se ignoran los detalles tanto de su política doméstica como de sus relaciones con los demás países y por lo tanto sus pasos resultan muy difíciles de prever. Lo único que está claro es que su población sufre una escasez permanente de bienes básicos y que el régimen utiliza su agresividad -como el reciente bombardeo de unas islas surcoreanas sin previo aviso- y su enorme inversión militar -que ya le ha proporcionado la bomba atómica- para extorsionar divisas y mercancías a la comunidad internacional a cambio de paz.

Sin embargo, esta estrategia, absolutamente necesaria para la supervivencia de la dictadura, supone un juego constante con el riesgo, ya que en Pyongyang se fuerzan los acontecimientos sin saber en qué punto se romperá la cuerda. Pero lo verdaderamente peligroso de este juego es que Corea del Norte cuenta con el apoyo tácito de su único aliado y amigo en el mundo: la República Popular China.    
Cartel de la alianza chino-coreana.


China apoya el régimen de Pyongyang porque le interesa la existencia de Corea del Norte como Estado-tapón entre su frontera en el río Yalu y Corea del Sur, uno de los estados más prósperos de Asia y que cuenta con una guarnición de soldados de EE UU de casi 30.000 hombres. China no quiere compartir frontera con un estado que se encuentra en la órbita directa de occidente y bajo el paraguas militar norteamericano, su principal competidor en el mundo. Por eso mantiene vivo al régimen norcoreano que aprovecha esta protección china para actuar con impunidad ante la comunidad internacional.

China a las puertas de ser una potencia global
China está siendo una de los grandes triunfadoras de la crisis económica internacional. Sus índices de crecimiento continúan y ya está actuando como una gran potencia financiera con una gran influencia en regiones como la Unión Europea, África y América del Sur. Sus deseos empiezan a interpretarse como órdenes y este nuevo estatus, que supera ya el de una potencia regional, está siendo apoyado por un rearme considerable del Ejército de Liberación Popular chino. Según el SIPRI, en 2010 China ocupaba el segundo lugar en el mundo en gasto militar mundial con casi 119.000 millones de dólares solamente superada por los EE UU.
 
Esto supone más armas y más modernas para apoyar la política exterior China, que, no hay que olvidar, mantiene vivos una serie de conflictos con sus vecinos como la cuestión de Taiwan –isla reivindicada por China desde 1949-, las islas Spratly o conflictos fronterizos con Vietnam e India. Pero, sobre todo, supone una baza fundamental a la hora de garantizar rutas de abastecimiento de materias primas indispensables para mantener el alto crecimiento económico chino, como por ejemplo, el petróleo.

Aliados peligrosos
Corea del Norte, Birmania y Pakistán, tres de los estados más conflictivos e impredecibles del mundo, son los únicos aliados de China en Asia. Esto le permite –sobre todo en el caso de Birmania- el acceso al Océano Índico y a las rutas petrolíferas con Oriente Medio, pero al precio de mantener vivo al régimen dictatorial birmano, igual de hermético y brutal como el de Corea del Norte.

El caso de Pakistán es el de una alianza fraguada durante el conflicto entre China y la Unión Soviética a partir de los años 60 del siglo XX que ha sobrevivido hasta hoy. Pakistán, un estado muy débil azotado por el terrorismo islamista y la pobreza, mantiene armas nucleares -¿conseguidas con ayuda china?- en teoría para defenderse de su archienemigo de India, vecino incómodo de Pekín que mantiene ocupados varios territorios fronterizos indios desde hace 50 años. El aislamiento de Pakistán, que atraviesa el peor momento de sus relaciones con EE UU y que ha sido abandonado por su vecino Afganistán a favor de India, le hace depender todavía más de China.

Guardias fronterizos chino y pakistaní.
Las demás potencias asiáticas, sobre todo Japón e India, recelan del coloso de Pekín y de sus aliados. Por ejemplo, se especula que el nuevo líder de Corea del Norte, el joven e inexperto Kim Jong-Un, podría provocar una crisis internacional para afianzar su poder interno. Podría atreverse a hacerlo porque sabe que cuenta con el paraguas chino y por fuerza esta aventura estaría dirigida a sus vecinos, Corea del Sur o Japón, que ya han reclamado a China, junto a EE UU, que controle a su aliado. Por el momento Kim Jong-Un ya ha sido nombrado comandante supremo del ejército de Corea del Norte.

Un escenario muy arriesgado y nuclear
Una crisis internacional provocada por el régimen de Corea del Norte podría involucrar a los ejércitos más poderosos del mundo y no está claro hasta qué punto China estaría dispuesta a apoyar a su estado-tapón en una nueva aventura que podría colmar la paciencia de sus vecinos.

Lo que también resulta alarmante es que el actual tablero militar asiático incluye a seis estados con armas nucleares (EE UU, China, Rusia, India, Pakistán y Corea del Norte) sin contar la posible expansión del conflicto a Oriente Medio. Esta es la situación en Asia, el polvorín del mundo.     

viernes, 23 de diciembre de 2011

¿SOBREVIVIRÁ LA SOCIALDEMOCRACIA A ESTA CRISIS?

El 6 de diciembre de 1923 ocurrió lo que hacía tiempo se estaba pergeñando. El antaño todopoderoso Partido Liberal británico fue derrotado en las elecciones generales, superado por algo más de 130.000 votos por el Partido Laborista. Los liberales ya no estaban en primera línea de la política. Eran los terceros, lo que en el sistema electoral británico –que busca el bipartidismo- supone la muerte.

Habían sido superados por un cambio social irresistible y muy veloz. Si en el S. XIX los liberales gobernaron el Imperio Británico con hombres tan ilustres como Palmerston o Gladstone, a principios del XX fueron barridos por un partido Laborista en auge y en sintonía con los nuevos tiempos.

La Primera Guerra Mundial lo había cambiado todo. Las democracias burguesas, que solamente permitían una participación política elitista que impedía la participación de los trabajadores, había tenido que dar paso a una democracia de masas. Era el justo premio a la sangre que la clase trabajadora había vertido en las trincheras. Como dijo Max Weber, había que compensar este sufrimiento en el Parlamento. Y con millones de obreros votando por primera vez había llegado el momento de la socialdemocracia, un momento que se consolidó tras la siguiente guerra, mucho más terrible, a partir de 1945.

También en Francia e incluso en la vencida Alemania los poderosos partidos socialdemócratas se convirtieron en pilares del Estado en la época de entreguerras, convirtiéndose en los referentes de las políticas progresistas frente a los conservadores. Los liberales, que antes de la guerra defendían ciertas políticas de progreso y sobre todo un sistema económico sin intervención alguna, habían sido barridos del mapa. Los horrores de la guerra habían acelerado el cambio en las sociedades y las políticas liberales parecían obsoletas, propias de otros tiempos.

Obsoletos y de otros tiempos
Casi un siglo después son los partidos socialdemócratas los que parecen obsoletos y propios de otros tiempos. La crisis financiera de 2008 ha dado paso a una crisis económica brutal que está poniendo a prueba la existencia de la Unión Europea y, sobre todo, la existencia del estado social, mal llamado estado del bienestar.

Este es el mayor logro histórico de la socialdemocracia, introducir la justicia social por ley y que durante casi tres generaciones las personas creyeran firmemente que la cobertura de los servicios básicos por el Estado era un derecho que no corría peligro. Sin embargo, cada día que la crisis sigue viva y mientras aumenta la cifra de desempleados, este sistema se ve arrastrado cada vez más al borde del abismo.

Los conservadores, que desde los años 70-80 se adueñaron del discurso económico liberal gracias a la Escuela de Chicago, llevan años preparando a los ciudadanos para el fin del estado social. Dicen que no es viable, que no hay dinero, que el gratis total no existe. Pero callan que este colapso económico es consecuencia de la aplicación de sus dogmas económicos. Este desastre es el que ha provocado los actuales índices de paro, y con millones de desempleados –es decir, con millones de cotizantes menos que pasan a recibir dinero del Estado en concepto de prestación social- efectivamente es muy difícil mantener los servicios públicos como se ha hecho hasta el momento. La consecuencia es el déficit y la deuda, y el colapso del sistema.

Pero la socialdemocracia está paralizada y muda. Sus ideas no han provocado esta crisis que puede matar a este movimiento político que, a mi juicio, representa mejor que cualquier otro la esencia de Europa. Pero no hay apenas resistencia al actual cambio social provocado por la crisis y que le ha costado millones de votos a los socialistas europeos. El único discurso es defensivo, si acaso, denunciando las políticas de la derecha. O peor, se aplican las políticas y recetas dictadas por los conservadores destruyendo la credibilidad de los partidos socialdemócratas. Nada que movilice al electorado, más bien lo contrario.

Los ciudadanos claman con fuerza por una reacción firme y una respuesta convincente y clara a la crisis, pero los partidos socialistas están mudos. Son como los liberales de principios del S. XX, que no pudieron adaptarse al nuevo siglo y a los cambios traumáticos que llegaron con él.

Cambios traumáticos
A principios del S. XXI los tiempos también están cambiando de manera traumática –aunque sin guerras hasta el momento- y los socialdemócratas no se están adaptando a ellos. Continúan aferrados a la defensa de un sistema de protección social que, hoy por hoy, resulta casi imposible de financiar. Y no porque no existan recursos, sino porque éstos están controlados por sectores hostiles al estado social.

Los llamados mercados -especuladores, multinacionales, agencias de calificación, entidades financieras, etc.- penalizan a los gobiernos socialistas hasta tal punto que hacen imposible la aplicación de sus políticas. Han hurtado al Estado su soberanía y actúan como agentes globales motivados por intereses puramente egoístas, sin ningún tipo de compromiso social a no ser que se entienda como tal percibir a los ciudadanos como meros consumidores.

Los mercados son hoy para los socialistas lo que los obreros para los liberales hace cien años. Han cambiado los escenarios. El Estado nacional, marco tradicional de aplicación del estado social, está muriendo por momentos. El sindicalismo basado en los obreros especializados está dejando de ser realista en un panorama laboral de precariedad y desempleo. Y una oposición exclusivamente institucional-nacional a la acción de los nuevos actores globales es inútil.

Los partidos socialdemócratas deben cambiar si quieren sobrevivir. Deben ser cambios profundos. Hay que pasar de la defensiva a la ofensiva, elaborando un nuevo ideario propio de los tiempos actuales. Pensar y actuar de forma global. Y sobre todo, apostar por los ciudadanos y la libertad, una palabra que los conservadores se han apropiado y que hay que recuperar.

lunes, 19 de diciembre de 2011

IZQUIERDA UNIDA: UN PASO ADELANTE, DOS HACIA ATRÁS

El pasado 20 de noviembre por la noche, con los resultados electorales todavía en pleno recuento, se produjo una escena cuanto menos curiosa. Mientras miles de personas se agolpaban en la calle Génova en el distinguido distrito madrileño de Chamberí para celebrar la mayor victoria de la derecha española en la democracia, a unos cuantos kilómetros de allí un grupo de dirigentes políticos de izquierda esbozaban grandes sonrisas en sus caras y celebraban a su vez el veredicto de las urnas. Era la dirección de Izquierda Unida, y celebraban haber sumado 700.000 nuevos votos y la creación de un grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados con 11 representantes, su mejor resultado en 15 años.

Cayo Lara, el coordinador general de IU, no pudo reprimirse y exclamó “¡lo que se agradece devez en cuando una alegría en la casa de los pobres!” y prometió la construcción de la “izquierda alternativa”. Se respiraba optimismo en la sede de IU, ya que, excepto Amaiur, protagonizaron el mayor despegue de votos y escaños de las elecciones. Su objetivo se había cumplido.

El camino hacia esos 11 diputados, sin embargo, no ha estado exento de polémica. Se hizo a costa de romper la alianza con el PSOE fraguada en época del liderazgo de Gaspar Llamazares y que hizo posible apartar al PP de muchos gobiernos locales y algunos autonómicos. La nueva dirección de IU, con Cayo Lara al frente, recuperó el viejo discurso antisocialista muy extendido en la cultura política de los comunistas, no solamente los españoles, y que tiene su raíz en los enfrentamientos entre ambos partidos por la hegemonía entre los trabajadores en los años 20.

La “izquierda de verdad” contra los “traidores”
Lara y los suyos, como Gregorio Gordo y Ángel Pérez en Madrid, cambiaron radicalmente el discurso de IU que pasó de ser contrario al PP y de apoyo al gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, a enfrentarse directamente con el PSOE y sus “políticas de derechas”. Se tildaba a los socialistas de “traidores” y se presentaba a IU como el “único” referente de la izquierda “de verdad”. Igual que hace 80 años en la Alemania de la República de Weimar, poco antes de la llegada de Hitler al poder.

Ya en mayo de este año, tras las elecciones autonómicas y municipales, el resultado de este discurso no se dejó hacer esperar y numerosos pactos locales de gobierno de la izquierda en toda España se rompieron y, el caso más espectacular de todos, la izquierda perdió el gobierno extremeño por primera vez desde la transición democrática gracias a la posición de IU que se abstuvo en el pleno de investidura sirviendo el gobierno al PP en bandeja.

Aunque esta táctica de IU le ha supuesto tensiones y un gran desgaste interno –la dimisión de media dirección extremeña, la renuncia de figuras como Inés Sabanés y la creación de Equo, etc.- a la dirección confederal le parece haber merecido la pena, a tenor de su reacción eufórica la noche electoral. Sin embargo existen precedentes peligrosos, y no son muy lejanos en el tiempo.

 
La ‘pinza’ de 1996
Ya en 1996 la IU liderada por Julio Anguita llevó a cabo una estrategia política de enfrentamiento con el PSOE y de cierta amistad con el PP. Fue lo que se llegó a llamar la ‘pinza’ que ayudó de forma bastante clara a la derrota socialista y al final de los gobiernos de Felipe González. El fruto de esta estrategia parecía darle la razón a Anguita, con 2,6 millones de votos (el 10,5%) y 21 diputados, resultado solamente superado en 1979 por el PCE con 23 diputados.

Anguita lideró un discurso muy duro contra los socialistas y les acusó, igual que Lara ahora, de traicionar a la izquierda. En plena época de desgaste socialista tras 14 años de gobierno y cercado por los casos de corrupción y del GAL, IU se presentaba como la opción más coherente para los electores de izquierda cansados de apoyar al PSOE y verse después defraudados. Era la venganza de IU por el llamado voto útil de la izquierda, que sistemáticamente desviaba los votos hacia el PSOE para evitar un gobierno de derechas. En 1996 el PSOE estaba agotado y ya no había voto útil que lo salvara.

Pero esta estrategia, al igual que ahora, también provocó tensiones internas y expulsiones. El Partido Democrático Nueva Izquierda (PDNI), liderado por Cristina Almeida y Diego López Garrido y parte de IU, se opuso a este discurso y se mantuvo firme en su mensaje de que el principal adversario de la izquierda era el PP y no el PSOE. La consecuencia fue su expulsión de IU con los enfrentamientos personales consiguientes.

En 1996 IU consiguió 21 escaños. En 2011 son 11. ¿Y qué pasó en los 15 años entre ambas fechas? Con el PSOE en la oposición, los socialistas volvieron a monopolizar el discurso de la izquierda, quedándose IU cada vez más al margen. La consecuencia fue una pérdida constante de votos y escaños a favor de los socialistas. El voto útil.

 
Víctima del voto útil
En las elecciones generales de 2000 IU solamente consiguió ocho diputados y la mitad de los votos que en 1996. Había que cambiar de estrategia y el nuevo coordinador general, Gaspar Llamazares, apostó por la cooperación con el PSOE para desalojar a la derecha del poder. En 2004, mientras el PSOE volvía a gobernar, IU solamente consiguió cinco escaños, y en 2008, con otra victoria socialista, solamente Gaspar Llamazares ocupó un sillón en el Congreso de los Diputados por IU. Otra vez el voto útil.

Ahora Izquierda Unida se ha rebelado contra este goteo que la estaba desangrando y se encuentra en el mismo lugar que hace 15 años utilizando las mismas tácticas y discursos. Sin embargo el PSOE vuelve a estar en la oposición y lo lógico es que con el tiempo vuelva a recuperar la hegemonía del discurso de la izquierda a costa de IU, ya que la prioridad de los electores de izquierda será expulsar al PP de la Moncloa. La rueda vuelve a girar otra vez. Pero esta vez, a diferencia de 1996, IU solamente tiene 11 diputados, solamente tres más que en su debacle de 2000.

Un paso hacia delante y dos hacia atrás. Recientemente Llamazares ha sido 'castigado' en el Grupo Parlamentario de IU. Siguen las purgas.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿CUÁNTO DURARÁ LA TRAVESÍA POR EL DESIERTO DEL PSOE?

El pasado 20 de noviembre el PSOE sufrió uno de los peores descalabros electorales de su historia. De ser el partido más votado en 2008 con más de once millones de papeletas y 169 escaños, el 43,75% del total, pasó a tener el apoyo de solamente el 28,73% de los votantes, unos, 6,9 millones, y 110 escaños. En menos de cuatro años ha llegado a perder más de cuatro millones de apoyos y la supremacía en regiones estratégicas y de supuesta cultura política socialista firme, como Andalucía o Extremadura. Solamente las provincias de Sevilla y Barcelona mantuvieron su fidelidad.

No cabe duda de que este vuelco tan espectacular en tan poco tiempo se debe primordialmente a la crisis económica que castiga a todo el mundo y que en los últimos meses está poniendo en riesgo la existencia misma del Euro y el futuro de la Unión Europea. Sin embargo, tampoco se deben olvidar graves errores del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quizás no tanto en su gestión, como en la explicación de la misma.  

Seguramente en un futuro alguien pondrá en valor que las medidas tomadas por el casi ex presidente evitaron una intervención de la economía española. Pero resultó imposible para millones de votantes de izquierda seguir confiando en unas siglas que aumentaron la edad de jubilación hasta los 67 años, quitaron trabas al despido, dieron millones de euros de dinero público a la banca privada para financiar su deuda y no pudieron evitar que el paro se estabilizara por encima del 20%. El PSOE pagó con su fracaso electoral y su credibilidad los intentos de apagar las llamas de la crisis en España. La pregunta que se hacen ahora los socialistas es cuánto tiempo durará esta travesía en el desierto.

Paralelismo alemán
Aunque cada país mantiene sus peculiaridades, las semejanzas culturales, económicas y la proximidad geográfica e histórica permiten fijarnos en algunos acontecimientos pretéritos y establecer algunos paralelismos, aunque siempre con la debida cautela. Así, por ejemplo, en septiembre de 2009 el SPD, el Partido Socialdemócrata de Alemania, sufrió un descalabro similar al pasar de formar parte del Gobierno a recibir solamente un 23% de los votos.

Las causas fueron similares a las del PSOE. Durante once años los socialdemócratas estuvieron gobernando Alemania y llevaron a cabo una profunda política de reformas que afectaron profundamente al sistema de jubilación y de prestación de desempleo. El canciller Schröder abrazó recetas liberales y cosechó críticas durísimas entre sus electores tradicionales que fueron abandonando al SPD en masa.

Al igual que ocurre en España con Izquierda Unida o UPyD, en Alemania el desangrado del SPD benefició (o propició) la eclosión de otros partidos de izquierda, como los Verdes o la Izquierda, formada tras la unión de los poscomunistas del este con sindicalistas y ex socialdemócratas desencantados del oeste. Al final la causa del descalabro fue explicada perfectamente por un votante desengañado del SPD: “Para votar a la izquierda voto a Lafontaine (ex dirigente del SPD pasado a la Izquierda) y para votar a la derecha voto a la marca original, la CDU”. No había espacio para el SPD. Había perdido la batalla ideológica y con ella la de la credibilidad.
Los dirigentes del SPD: Gabriel y Steinmeier
Hace unos días el diario El País publicó un reportaje en el que analizaba como el SPD estaba superando esta tendencia y volvía a renacer de sus cenizas. La causa de esta afirmación la daba una encuesta que devolvía a los socialdemócratas por encima del 30% de la intención de votos. El reportaje daba voz a opiniones de expertos que explicaban que esta remontada se debía, entre otros factores, en la estabilidad del partido tras su derrota, la colaboración entre los diferentes líderes y corrientes, y, sobre todo, a no renegar del pasado reformista a pesar de todo. Mantener la coherencia con sus acciones más recientes. Sin embargo, también se mencionaba el factor, a mi juicio, determinante: el desgaste del Gobierno de Angela Merkel por la crisis, al igual que le ocurre a la inmensa mayoría de gobiernos europeos.

Por lo tanto, habría que ser cauto a la hora de poner al SPD como ejemplo a seguir por el socialismo español, ya que los compañeros alemanes no han realizado ningún cambio o reforma imprescindible tras su derrota. Simplemente se están aprovechando del cambio de ciclo político hiper acelerado por la crisis.

Sangría de militantes
Para empezar, el SPD continúa perdiendo militantes sin parar. El pasado mes de mayo, se hizo pública la noticia de que la militancia de este partido centenario y clásico de la socialdemocracia europea “había descendido a menos de 500.000 afiliados por primera vez desde 1906”. El pacto de no agresión entre los barones y la supuesta estabilidad conseguida en el seno del partido no ha podido invertir el proceso de abandono y de desilusión de los militantes, muchos de ellos hartos de no poder participar de manera activa y real en los órganos excesivamente burocratizados del partido.

Votantes del SPD en las elecciones de 2009.
Además, como muy bien señala el reportaje de El País, el pacto de no agresión de los barones del SPD todavía no se ha puesto a prueba con el debate de la candidatura a canciller. Ya se están postulando algunos, pero aún es pronto. A medida que las encuestas continúen dando predicciones positivas la lucha por el poder estará servida.

En resumen: el SPD no ha aprendido nada de su derrota aplastante en 2009. Ni se han revisado los procedimientos de participación y democracia interna, ni se ha producido ningún proceso de crítica entre las élites responsables del descalabro, ni tampoco se ha hecho ningún intento por elaborar un discurso y una alternativa ideológica socialdemócrata apta para el siglo XXI. Y es que la izquierda de raíz marxista está sufriendo la peor crisis de su historia. Si hace 100 años era la representante y defensora de la clase trabajadora, ahora no tiene muy claro cuál es su papel histórico en la sociedad actual.

Resulta sorprendente la similitud con el caso español. El PSOE sucumbió por las mismas razones que el SPD y, dependiendo de los avatares que le esperan a Mariano Rajoy, su travesía por el desierto será más o menos larga. Lo que decida un ciclo político completamente alterado y enloquecido por la crisis.

Sin embargo, si no se analizan como es debido las causas de la derrota y no se articulan los remedios necesarios, sobre todo en el plano ideológico y organizativo, todo será pan para hoy y hambre para mañana.  

viernes, 9 de diciembre de 2011

EL SILENCIO DE RAJOY, ¿ESTRATEGIA O NECESIDAD?

El pasado 6 de diciembre en la recepción en el Congreso de los Diputados por motivo de la festividad de la Constitución, los medios de comunicación coincidían en señalar a un Alberto Ruiz-Gallardón “visiblemente nervioso”. Especulaban que podría deberse a la incertidumbre sobre su posible participación en el futuro Gobierno de España, cuya composición sigue siendo uno de los secretos mejor guardados del presidente electo, Mariano Rajoy. Los medios de comunicación subrayaban así su impotencia a la hora de conocer los nombres de las personas que acompañarán a Rajoy en el Consejo de Ministros. Existen muchas especulaciones, pero ninguna confirmación. Por lo tanto, y a escasos días de la formación del nuevo Ejecutivo, el propio silencio de Rajoy se ha convertido en objeto de análisis. ¿Se debe a una estrategia o a una necesidad?

El todavía presidente en funciones, José Luis Rodríguez Zapatero, seguía una política de comunicación muy diferente. Además de no rehuir las cámaras ni los micrófonos cuando todavía era presidente electo, se fueron filtrando los nombres de los futuros ministros, de manera que no hubo sitio para sorpresas el día de la formación del Gobierno. Los socialistas más eminentes no tuvieron que sufrir demasiado tiempo esperando una llamada a su móvil. El proceso transcurrió relativamente deprisa.
 
Sin embargo, el estilo de Rajoy es completamente contrario. No es que solamente no se da ninguna pista sobre los futuros miembros del Gobierno, sino que Rajoy mantuvo silencio absoluto sobre cualquier tema desde la noche electoral del 20 de noviembre hasta la fiesta de la Constitución. Sus colaboradores más estrechos trataban de calmar a los periodistas, que ya comenzaban a criticar esta actitud como falta de transparencia.

El silencio como estrategia
Podría tratarse de una estrategia, de una manera de preparar a los medios ante lo que será seguramente un estilo de comunicación completamente nuevo, más escueto y menos permeable a las demandas periodísticas. Si el silencio de Rajoy es una estrategia, podría estar ‘educando’ a los medios y dando a entender que la agenda política la marca el Gobierno, y no los periodistas. Uno de los errores estratégicos que se achaca al Gobierno de Zapatero es que era demasiado dependiente de la agenda mediática y que esa actitud llegó incluso a mediatizar su labor de Gobierno. Es decir, que gobernaba a golpe de titular.

Si el silencio de Rajoy es una estrategia de comunicación está por ver si será capaz de dictar la agenda en vez de ser su esclavo. Todos los políticos pretenden conseguir este objetivo cuando llegan al poder pero terminan dependiendo de la opinión publicada, por el momento el elemento más importante y decisivo para conformar la opinión pública. Es como si una cadena de televisión privada lanzase una programación siguiendo un estilo propio y con la intención de mantenerlo al margen de su audiencia. Al final acaba por transigir.

El silencio como necesidad
Sin embargo, cabe la posibilidad de que el silencio de Rajoy se deba a una necesidad. Aunque el PP cuenta hoy con el mayor poder institucional de la democracia española, la victoria no ha proporcionado a sus filas la unidad en torno al líder que se podría suponer. El sector más conservador o de derechas, encabezado por Esperanza Aguirre, está comenzando a atrincherarse en la Puerta del Sol ante la enorme fuerza adquirida por Rajoy y sus colaboradores, entre ellos el alcalde de Madrid Ruiz-Gallardón, ‘enemigo íntimo’ de la presidenta regional. Dicen los periodistas que la reciente sustitución de Francisco Granados al frente del PP madrileño por el vicepresidente Ignacio González se debe interpretar en estas coordenadas.

Rajoy no olvida que en 2008 Aguirre encabezó la oposición a su reelección como líder del PP, y ahora ella teme represalias. Y es que Rajoy cuenta a partir de ahora con la administración pública central, la mejor herramienta para comprar o renovar voluntades. Si juega bien sus bazas podría utilizar este mecanismo para vaciar de poder a sus contrincantes, aunque calculando bien para no ofender a sus partidarios de primera hora. No sería justo, podrían pensar, que se recompensase de la misma manera a un fiel seguidor que a un rival.

¿Se debe a esto el silencio de Rajoy? ¿Estará configurando el Gobierno de España con el objetivo de conseguir la paz interna en el PP? En todo caso esto solamente podrá comprobarse cuando se sepan los nombres del futuro Gobierno. Hasta entonces, silencio.